Un plebiscito de los poderes públicos, que tenga como fin el reforzamiento de la polarización, y su coexistencia, profundizando la impunidad, sin duda que no sólo es una traición al pueblo sino a un legado
Mi primera reacción ante la presencia de Hermann Escarrá en una cadena nacional al lado del presidente Maduro, ese mismo que en el 2010 convocó a una «Marcha sin retorno», exigió la renuncia al presidente Chávez, se ungió como el representante legal de la oposición venezolana, y fue parte del conjunto de abogados que defendieron a Forero y a Simonovic, fue sin duda no sólo de repulsión, sino de indignación ante la capacidad del gobierno de Maduro de recoger el lado más miserable de la oposición y del pragmatismo político.
Sin embargo, después de pasar el primer impacto, vino la pregunta lógica: ¿por qué hoy para Maduro Hermann es útil? Y tuve que apelar a la reconstrucción de su «novedoso» planteamiento para entenderlo. La oposición, que desde hace tiempo viene planteando la salida forzada de Maduro, ahora ha pasado a una etapa legalista, que la ha conducido a asumir en primer término al Referendo Revocatorio como la salida democrática de la crisis política, que al final para ellos se resume en controlar, por fin, la escasa renta petrolera que por años dejaron de manejar de manera directa.
Al final, la victoria de la oposición del 6D, y con base en el pacto electoral que condujo a que Ramos Allup (buen amigo personal de Escarrá), sin ningún tipo de competencia electoral por parte del gobierno en su circuito, terminara siendo el presidente de la AN, ha avanzado de ser un pacto para un duelo, a un pacto para la transición polarizada en marcha, a espaldas de la gente, negando incluso al resto de los actores políticos existentes.
Escarrá, al plantear la enmienda en favor de la reducción del período del Legislativo, junto a la propuesta de enmienda para el recorte del período presidencial y del TSJ sorprendentemente apoyada por Allup desde la AN, cuando todos daban por hecho que empujarían hacia el referendo revocatorio, encaja perfectamente con el nuevo pacto de «Borrrón y cuenta nueva» que un sector de la oposición junto con uno del gobierno, negocian, en función del bien propio y no del conjunto del país.
Un plebiscito de los poderes públicos, que tenga como fin el reforzamiento de la polarización, y su coexistencia, profundizando la impunidad, sin duda que no sólo es una traición al pueblo sino a un legado.
Escarrá es el nuevo eslabón de la articulación de un pacto por debajo de la mesa, pero además con pretensión clara de protagonismo, recordemos que el personaje fue candidato presidencial desde la oposición, en algún momento de su vida.
Pero sin duda, lo indignante aunque no sorprendente, por lo que ya representa el presentador de La Hojilla para un pequeño sector de izquierda (pero no por ello menos importante), es que sin ningún prurito, estos personajes amorales o inmorales, según prefieran, con discursos flagelantes ante los que desde la izquierda pensamos distinto, ahora son tan complacientes con el señor Escarrá, facilitando aún más la traición a un pueblo que lo que quiere es que solucionen el problema de la escasez de alimentos, medicinas, productividad nacional y salario, y se dejen de estar hablando paja, que ya la mayoría del país ni escucha.
Hoy, 42 % de los venezolanos son opositores proMud, 19 % son progobierno, y 39 % son chavistas o proizquierda, pero están cansados de un gobierno indolente y una oposición inútil, el asunto es que la polarización impuesta busca impedir a la fuerza el surgimiento de alternativas no cooptadas, como algunas que surgen deformadas de una vez por los intereses de las cúpulas hegemonizantes.
La esperanza está sólo en lo novedoso y ahí está el reto, a pesar de que ellos: los cupuleros, mantengan el show del «conflicto» que da razones para seguir polarizando la idiotez.
Nicmer Evans
aporrea.org