La crisis hizo metástasis, no solamente en lo económico, sino en lo político y social, se impuso la corrupción, soberbia, autoritarismo, ignorancia, demagogia, manipulación e inseguridad
Terminó el primer trimestre del año, lleno de incertidumbre. La población no sabe dónde está parada y mucho menos cómo enfrentar este atolladero.
Tenemos cinco referencias mundiales conocidas, Venezuela es el país con las mujeres más bellas del mundo, con las más altas reservas petroleras del planeta, y como contraste el de mayor inflación, donde los trabajadores perciben el salario mínimo más bajo del mundo y nuestra capital, Caracas, las más peligrosa del mundo. El gobierno lo justifica repitiendo ser víctima de una guerra económica, pero sabemos que no es verdad, el origen de esta crisis es por la devaluación del bolívar frente al dólar paralelo, el cual es cien veces mayor que el dólar oficial más barato, creando un laberinto donde estamos metidos, permitiendo, y sin control, el alza de los artículos de primera necesidad y como consecuencia, encontramos que el 80 % de los venezolanos estamos en una situación de pobreza.
La crisis hizo metástasis, no solamente en lo económico, sino en lo político y social, se impuso la corrupción, soberbia, autoritarismo, ignorancia, demagogia, manipulación e inseguridad.
Las campañas mediáticas: de los “motores”, la de repartir alimentos casa por casa, trabajar de lunes a jueves mediodía y el viernes libre para ahorrar electricidad, será otro fracaso más.
Vivimos en medio de un gran desorden, donde los poderes se disputan la legalidad de sus actuaciones; la intervención de la sala constitucional se ha abrogado el derecho a interpretar como le da la gana el texto constitucional y demás leyes de la República.
Con trapos rojos se confunde a la ciudadanía que padece de angustia colectiva, a tal punto que el Papa Francisco, el Domingo de Pascua desde el Vaticano, hizo un llamado a los dirigentes de este país pidiendo diálogo, basado en el bien común.
No podemos continuar con el modelo centralizado porque permite la improvisación y el despilfarro. Ya basta, comencemos a cambiar con nuevos proyectos. Vamos a recuperar el poder de las regiones valorando liderazgos regionales y municipales, incentivando la calidad de los ciudadanos, impulsando el diálogo para debatir los problemas y planificando los años por venir. No perdamos la esperanza.
Guido Bolívar