Yo no me dejaría operar por un obrero, ni ese obrero dejaría que un cirujano le construyera su casa, por lo que no es sano, por “democrático” que parezca a primera vista, permitir que todos tengan vela en todos los entierros. Eso lejos de solucionar los problemas, lo que evidencia es un profundo desprecio contra la gente que sí se prepara para desarrollar ciertas actividades
Mucho revuelo ha causado el denominado “Programa de la Patria 2013-2019”, también conocido como el “Segundo Plan Socialista 2013-2019”, en el que se esbozan los lineamientos de lo que será el proceder del poder para este próximo sexenio que se acaba de inaugurar. No es para menos, es un árbol que ha nacido torcido incluso antes de dejar de ser semilla, por varias razones, sobre algunas de las que me voy a permitir disertar brevemente.
Nace mal la cosa cuando ya de entrada se nos advierte que este no es un plan pluralista o incluyente, es decir, uno en el que de verdad quepan todas las corrientes del pensamiento. Es un plan exclusivamente “socialista”, ni más ni menos, uno en el que no pueden ser tenidas en cuenta otras posturas que no comulguen con dicha ideología. Eso estimados lectores, atenta directamente contra lo establecido en nuestra Carta Magna, específicamente en su artículo 2º en el que se destaca que nuestro modelo de Estado es “…Democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político…”
¿Respeto al pluralismo político?
Uno de los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico es entonces el del pluralismo político, lo que a su vez implica que cualquier acto del poder debe estar necesariamente orientado al respeto no sólo de su propia ideología, sino además de todas las demás que sean tenidas como válidas por cualquier grupo ciudadano; que se me entienda bien, en todo el mundo hay gobiernos que se adscriben a las más diversas ideologías, y nada de malo hay en ello, pero eso es una cosa y otra muy diferente tratar de obligar a quienes no piensen como nosotros a beber por las malas de los caldos filosóficos que no nos gustan.
El respeto al pluralismo político no es un simple anhelo contenido en dos o tres frases poéticas de nuestra Constitución, es un mandato de obligatorio cumplimiento, no sólo por la ciudadanía sino además por el poder, so pena de nulidad absoluta en caso de no respetarse, porque nuestra Constitución en este sentido es muy clara cuando nos dice en su Art. 25 que “Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley es nulo”. Tenemos derecho a simpatizar con la ideología que mejor nos venga en gana, a eso lo llaman “libertad de conciencia” (protegida también por nuestra Carta Magna, en su artículo 61) por lo que mal puede el gobierno, abusando de sus funciones, desconocer que tiene que respetar a quienes no comulgan con sus ideas, le guste o no. Además dicho plan (les insto a leer el aparte relativo a los “Objetivos Nacionales”, porque guerra avisada no mata soldado) pone su acento de manera franca y abierta, más no por ello menos inconstitucional, en las modalidades “comunales” de vinculación de la ciudadanía con el poder, e incluso llega a proponer en varios de sus apartes, la consolidación forzada de una “ética socialista” que debe impregnar desde el ejercicio de nuestro desempeño económico, hasta lo que atañe a la práctica deportiva y a nuestras maneras de entretenimiento. Malo, porque no permite nuestra Carta Magna el denominado “Estado Comunal” y en todo caso, las formas de participación comunales estás sometidas a los entes descentralizados, léase, alcaldías y gobernaciones.
Sin maquillaje: Es totalitarismo
Esto estimados lectores, es “totalitarismo”, con todas sus letras. Ya con lo primero destacado no nos debía caber duda de ello, pues una de las características del totalitarismo es que el poder se concentra en un pequeño grupo de sujetos que se afanan en excluir a todos los demás, pero además con esto que se lee sobre la consolidación a trancas y barrancas de una “ética socialista”, hasta en la manera en la que decidimos entretenernos o ejercitarnos, confirmamos que se trata de un modelo totalitario en su sentido tradicional, uno en el que el poder ejercerá una muy fuerte y altamente negativa intervención en todos los ámbitos de la vida nacional, llegando incluso a nuestras esferas más íntimas.
No dice nuestra Carta Magna que esto esté permitido. Por el contrario, son muchos los artículos en esta que buscan establecerle límites concretos al poder, precisamente para evitar retrocesos como los que en el “Segundo Plan Socialista 2013-2019” se plantean. Los niveles de posible interferencia del gobierno en nuestras vidas como particulares están muy bien definidos en nuestra Constitución, dándose el caso de que como nuestra Carta Magna es fundamentalmente antropocéntrica (esto es, humanista) es el ciudadano el destinatario, razón de ser y esencia del Estado, que no al revés. No estamos nosotros sometidos al poder del Estado, por el contrario, y esto es lo que pregona la Constitución vigente, es el poder el que está subordinado y sometido al pueblo. Los ciudadanos sí podemos participar en la conducción de nuestros destinos, y más allá, controlar al gobierno, de cualquier manera legalmente posible y en todos los ámbitos, pero al Estado no le es dado intervenir en todas las áreas de nuestro desarrollo como seres humanos. La ética, además, es un valor que se asume, no uno que se impone, y en estos temas la historia demuestra que cada vez que el poder pretende obligarnos a ver las cosas sólo a su manera, a quienes lo manejan, más temprano que tarde, les sale el tiro por la culata.
Remedio peor que la enfermedad
Otra cosa digna de mención es el empeño, bonito en la letra pero absolutamente inconveniente en la práctica, de querer involucrarnos a todos en todas las áreas posibles. Me explico, cuando en el “Segundo Plan Socialista 2013-2019” se habla del tema penitenciario, por poner un ejemplo, se nos dice que se tratará de incluir desde a los organismos formales, hasta a los consejos comunales, pasando hasta por los familiares de los reclusos. De nuevo ruego que no se me malinterprete. No dudo que todos, más allá de que cuáles sean nuestra nuestras áreas de experticia o no, podamos tener nuestras propias ideas sobre cómo manejar ciertas cosas, y que incluso cuando somos directamente afectados por ciertas situaciones no tengamos, como corresponde, algo que aportar; pero de allí a abrirle la puerta, con carácter vinculante además, a cualquier persona o grupo, por bienintencionado que sea, a manejar temas tan delicados como el de la reinserción social de los reclusos o el de la educación de nuestros muchachos, hay un larguísimo trecho. Yo no me dejaría operar por un obrero, ni ese obrero dejaría que un cirujano le construyera su casa, por lo que no es sano, por “democrático” que parezca a primera vista, permitir que todos tengan vela en todos los entierros. Eso lejos de solucionar los problemas, lo que evidencia es un profundo desprecio contra la gente que sí se prepara para desarrollar ciertas actividades. El remedio puede ser, al final, peor que la enfermedad.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @himiobsantome