Con la campaña de que Maduro no era Chávez, cuestión obvia desde el punto de vista físico, activaron diversos mecanismos orientados al logro de su manifiesto propósito
Desde el momento en que Nicolás Maduro asumió la Presidencia de la República, hace ya más de tres años, la burguesía apátrida y la MUD, su expresión política, dispusieron de su desplazamiento del mando de la nación.
Tenían la creencia de que la no presencia física del comandante Chávez ya era condición suficiente para que el movimiento chavista se debilitara, a tal punto, que haría posible su salida inminente del poder político, situación que permitiría concretar el evidente anhelo opositor de retornar al poder y controlar, nuevamente, las riquezas nacionales, para ponerlas al servicio del imperialismo norteño.
Con la campaña de que Maduro no era Chávez, cuestión obvia desde el punto de vista físico, pero que tenía un evidente sesgo político-emocional, activaron diversos mecanismos orientados al logro de su manifiesto propósito.
Disparatadas actuaciones
Exploraron la vía electoral siendo Capriles derrotado por el candidato chavista, hecho que al parecer lo dislocó, a él y a su equipo. Tan es así que los llevó, en la madrugada del 15 de abril de 2013, a llamar a sus seguidores a drenar la arrechera con un lamentable saldo, suficientemente conocido, en vidas humanas y en bienes materiales; responsabilidad, por la cual, por cierto, aún no ha rendido cuentas ante la justicia venezolana.
Luego intentaron, una vez más, irse por la vía de la insurrección, en esta oportunidad alentada por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, quienes desde enero y hasta junio de 2014, proclamaron y alentaron, con irracionales guarimbas, la salida forzada de Nicolás Maduro de la primera magistratura nacional.
Irresponsable actuación que produjo el lamentable saldo criminal de 43 ciudadanos muertos, más de 800 heridos y cuantiosos daños al patrimonio público y a la psiquis colectiva; y es la razón por la que López y Ledezma están presos, pero no así la Machado, cuya comparecencia ante la justicia, también está pendiente.
Disparatadas actuaciones de dirigentes opositores que para nada se corresponden con una postura opositora democrática, ni mucho menos sustentada en el espíritu y letra de la CRBV, en la que están garantizadas las más amplias libertades para el ejercicio de los derechos y del quehacer político de los venezolanos y venezolanas.
Ahora, cuando a partir del pasado 6D, la oposición logra alcanzar el control político de la Asamblea Nacional, se plantea, una vez más, arremeter contra la institucionalidad, violentando la Constitución, buscando imponer sus designios de hacerse, a como dé lugar, del poder político del país. Definitivamente a estos dirigentes opositores, la soberbia de clase y el sentirse superior y subestimar al otro, el desconocimiento de la otredad, les impide sostener una actitud cónsona y coherente en el desenvolvimiento de la práctica política; sin dudas, esta fue una de las razones por las cuales Chávez los venció en tantas ocasiones.
Que calaña
Por voz del guasón Ramos Allup, nuevo presidente del Parlamento, el mismo día que fue ungido en el cargo, cual Juan Charrasqueado, dictaminó que daba 6 meses para que Maduro saliera de Miraflores y luego tuvo la osadía de rebajar el lapsus a 3 meses.
Este es un presidente parlamentario, también, disparatado, que en este interregno ha acusado al presidente Maduro de estar cerrado al diálogo, es decir, le requiere al presidente que se abra al diálogo mientras él se prepara para derrocarlo.
Así mismo, el vocero de Voluntad Popular, el desaforado Freddy Guevara, en ausencia del inquilino de Ramo Verde, más osado aún, dio un plazo de un mes para la salida de Maduro de la presidencia, tiempo que ya transcurrió sin que sus expectativas se materializaran.
Lo cierto es que esta oposición esgrimió la tesis de un combo de alternativas supuestamente constitucionales para procurar la salida del presidente de la república: en primer lugar, la renuncia, una quimera auspiciada por los más ultrarradicales que olvida que la misma debe tener un carácter voluntario que en ningún caso el discípulo de Chávez se la ha planteado; en segundo lugar, la enmienda constitucional para recortar el periodo presidencial de 6 a 4 años que ya el TSJ dictaminó que no tendría aplicación para el presente periodo porque sería un desconocimiento a la voluntad popular expresada en las elecciones universales de abril de 2013; y en tercer lugar, el referéndum revocatorio -que bien podría ser aprobatorio como ya ocurrió con Chávez en el 2006-, cuya tramitación está en proceso de activación.
Por supuesto, cualquiera de estas iniciativas están aderezadas con un clima de agitación permanente y de manipulación mediática destinado a dar la sensación de que el país se encuentra en el más completo de los caos, proyectando, sobre todo, hacia el exterior, la idea de que Venezuela bien podría ser objeto de una medida de intervención extranjera auspiciada por el imperialismo y sus conocidos lacayos internacionales, como ya ha ocurrido con otros países en diferentes regiones del mundo; de esta calaña está hecha la oposición venezolana.
Se abstrae…
Entendiendo que el promotor más conspicuo del revocatorio ha sido Capriles Radonsky, observamos, nuevamente, cómo este gobernador se abstrae de las funciones que le competen en Miranda, desentendiéndose de sus responsabilidades de darle respuestas a la comunidad mirandina, en lo que respecta, por ejemplo, la atención a las familias afectadas por los recientes aguaceros, su desinterés en contribuir con el combate a la inseguridad y su más que ostensible despreocupación por procurar el abastecimiento de productos de la dieta básica de las familias mirandinas.
Su centro de atención está enfocado en su apariencia personal, recreándose la faz y en su ambición de alcanzar la presidencia de la república. Por eso, es más que evidente que el referéndum disloca a Capriles.
Esta burguesía apátrida no termina de entender que se requiere otra práctica política para interpretar al conjunto de la sociedad venezolana contemporánea.
“A estos dirigentes opositores, la soberbia de clase y el sentirse superior y subestimar al otro, el desconocimiento de la otredad, les impide sostener una actitud cónsona y coherente en el desenvolvimiento de la práctica política…”