«…Debemos ponernos uno o dos pasos delante del caos…»
Ernesto «Che» Guevara
Quisiera saber por qué el imperio yanqui caotiza el mundo. No por accidente, sino como acción sistemática. De otro modo no me explico por qué, por ejemplo, tiran al pajón a recaderos tan serviciales como el «boludo» Mauricio Macri y el «marqués» Mario Vargas Llosa con los Papeles de Panamá, que me han dicho será la próxima novela del Premio Nobel de Literatura, será otro best-seller seguro.
Ni el imperio romano ni el español se comportaron así. Cuando declinaban, las cosas les salían mal porque se desestructuraban y Fernando VII se le rindió vergonzosamente a Napoleón Bonaparte y a su hermano José Bonaparte, cariñosamente llamado «Pepe Botella», porque tenía los mismos apegos vitivinícolas de Juan Carlos de Borbón, el descendiente de Fernando VII.
Tampoco se volvió loco Napoleón Bonaparte al final, las cosas le resultaron mal porque su imperio se le desmenuzaba. Pero ninguno, ni el persa, ni el babilonio, ni el macedonio, ni el francés, ni el británico, indujo caos. Al menos como el yanqui. Mira el Medio Oriente, mira la matazón que hay en EE.UU.
La Pax Romana ordenaba todo según la visión latina del mundo, un orden administrativo riguroso, virtuoso. Lo mismo diseñó Isabel La Católica, según la contrarreforma: una sola religión, una sola patria, una sola lengua para toda América. Nuestro continente no fue el mosaico de culturas, herejías y lenguas de la península ibérica, que aún dura, catalanes, gallegos, vascos, bables, asturianos, andaluces. En 1492, la Reina Isabel La Católica expulsó a los judíos, promovió la Gramática de Nebrija y puso al santo varón Tomás De Torquemada a chamuscar herejes.
Eso duró hasta que Vicente Emparan (mosca, Henrique «Mamerto» Capriles Raronski) declaró que no quería mando, pero porque la gente se le alzó, no porque quería desatar un desmadre en la Capitanía General.
Como el que armó Washington en Libia, por ejemplo, donde no se sabe quién gobierna, si es que alguien gobierna, que hasta le mataron al embajador a Hilaria. En Damasco, en Bagdad, en Beirut, a cada rato estalla un coche bomba, algún kamikaze se inmola en un mercado, no se sabe ni quién ni para qué te secuestra. Como en Colombia, y como en México.
Ese caos ya irrumpió en la República Bolivariana de Venezuela y nos hizo elegir una Asamblea Nacional que solo promueve leyes para avivar ese caos y cuyo caótico presidente azuza al derroche de electricidad con el embalse de Guri desértico.
Roberto Hernández Montoya
aporrea.org