El golpe en Brasil es un golpe a la unión latinoamericana y caribeña, y especialmente es un movimiento para intentar darle un jaque mate a la revolución bolivariana
Elías Jaua Milano
Parece consumarse el golpe contra la compañera Dilma Rousseff, el imperio nunca olvida ni perdona. La corriente popular liderada por el compañero Lula desde siempre ha sido un factor de unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Así fue desde la creación del Foro de Sao Paulo y así ha sido desde la llegada en el año 2003, del Partido de los Trabajadores (PT), al gobierno.
Lula y Dilma, junto al comandante Chávez y la revolución bolivariana, fueron entusiastas promotores de la Unasur, la Celac y la Cumbre África Suramérica (ASA). Sin embargo, la consolidación de la alianza económica de Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica (Brics) fue sin duda lo que marcó el punto de quiebre para la ofensiva imperialista y oligárquica contra el gobierno de Dilma.
Para comprender lo que está sucediendo en el hermano país carioca, también es necesario recordar un hecho que ha pasado desapercibido, tras las revelaciones del agente Edward Snowden, en 2013, donde se descubrió, entre miles de casos, que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de América (NSA) espiaba a la presidenta brasileña y ella suspendió una visita pautada a la Casa Blanca, como respuesta al agravio.
Ese gesto de dignidad de la valiente Dilma fue tomado como una ofensa personal por el ególatra presidente Obama, que hoy pretende cobrársela de manera cobarde, como también lo está haciendo con la osada presidenta Cristina Fernández de Kirchner por haberle dicho en su cara, en la llamada Cumbre de las Américas celebrada en Panamá en 2015, que era ridículo considerar a Venezuela una amenaza.
Es la prepotencia imperial. Recuerdo una parte de mi conversación en Guatemala, en mi condición de canciller de la República Bolivariana de Venezuela con el Secretario de Estado, John Kerry, donde éste me expresó de manera amable: “Nosotros somos una nación poderosa y no nos gusta que nos hablen en tono alto”. De manera amable le respondí: “Nosotros somos una nación con una tradición de lucha por la libertad y la independencia”; y le cité la carta de Bolívar al agente norteamericano Mr. Irvine, en 1818: “Por suerte se ha visto con frecuencia ver a un puñado de hombres libres derrotar a poderosos imperios”.
En Brasil apenas comienza la lucha. Ese es un pueblo bravío y no se va a rendir a pesar de la brutal represión que ya está en marcha. Con el Movimiento de los Sin Tierra (MST) a la vanguardia, veremos en los próximos días cómo se levanta un gigante de dignidad que escribirá páginas de historia a favor de la soberanía popular y de la unión de nuestros pueblos.
El golpe contra Dilma también es una lección para quienes, en el campo del chavismo, caen en los cantos de sirenas del imperialismo y de las burguesías. Una vez más queda demostrado que éstos no respetan acuerdos, ni alianzas con corrientes populares y gobiernos soberanos.
El golpe en Brasil es un golpe a la unión latinoamericana y caribeña, especialmente es un movimiento para intentar darle un jaque mate a la revolución bolivariana. Ya ustedes verán en la OEA la posición contra nosotros del nuevo gobierno, usurpador de la soberanía popular, que se ha instalado de manera írrita en Brasilia, apuntalado en una mayoría parlamentaria corporativizada y corrupta.
En Venezuela, la burguesía lacaya emplea, de nuevo, al irresponsable Henrique Capriles como operador de la violencia callejera frente al estrepitoso fracaso del presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, en su intento de desarrollar un golpe parlamentario a lo brasileño. Estos planes violentos intentan desarrollarse, usando a sectores radicalizados de la pequeña burguesía llenos de racismo y odio contra las mayorías populares que dicen defender.
Entre tanto, las amplias vanguardias populares chavistas tomamos las calles con una moral digna de destacar, tomando en cuenta la compleja situación económica que atravesamos. El pasado miércoles celebramos, junto a miles de pobladores y pobladoras, el contragolpe que le dimos al capital inmobiliario y a sus diputados opositores.
Gracias a la permanente movilización de los pobladores y pobladoras de la Gran Misión Vivienda Venezuela, a los sólidos argumentos esgrimidos por el Bloque Parlamentario de la Patria y a la firmeza del presidente Nicolás Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia, como correspondía de acuerdo a nuestra Constitución Nacional, reafirmó que la vivienda en Venezuela es un derecho humano y no una mercancía y dejó sin efecto las leyes privatizadoras y especuladoras. Son las primeras victorias contra la restauración capitalista, en una batalla que apenas comienza. Confiando en el pueblo, despejaremos el horizonte en disputa. ¡Venceremos!