Lula Rousseff iniciaron masivos programas para la reducción de la desigualdad social y la exclusión de millones de brasileños implementando diferentes proyectos de inversión social
Los disociados de la derecha criolla hacen parrilla y se frotan las manos añorando con vehemencia que en nuestra patria se repitan los sucesos conspirativos acontecidos recientemente en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff. Y es que esta derecha apátrida y golpista ha ensayado durante 16 años ininterrumpidos todo tipo de acciones y escaramuzas para interrumpir el hilo constitucional. En Brasil, los sucesos políticos están en pleno desarrollo, analicemos algunas variables:
Dilma alcanzó la presidencia en 2010 con 55.752.529 votos (56 %), siendo la primera mujer en obtener la silla presidencial en toda la historia de Brasil; lo quele permitió dar continuidad al gobierno del presidente Lula y el Partido de los Trabajadores (PT). Durante los años 60, la presidenta Dilma militó en movimientos de izquierda revolucionaria como forma de resistencia contra la cruenta dictadura militar que dirigía Brasil. Esta dictadura militar estuvo perfectamente alineada al Plan Cóndor, como el resto de las dictaduras de Chile, Uruguay, Argentina y Paraguay. En 1970, Dilma fue capturada y torturada, pasando 3 años en prisión luego de ser condenada por un tribunal militar.
Dilma es una experimentada economista. Fue Ministra de Minas y Energía y Jefa del Gabinete de Lula. Junto al presidente iniciaron masivos programas para la reducción de la desigualdad social y la exclusión de millones de brasileños implementando diferentes proyectos de inversión social como el «Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC)», «Bolsa Familia» y varios programas de becas y subsidios para las personas con discapacidad, campesinos pobres y ancianos. Paralelo a esto el país vivió de largo tasas de crecimiento económico sobre el 4% anual (2003-2010) y una disminución del desempleo de hasta 5,7% (2010).
Sin embargo, la derecha no perdona. A Dilma y Lula se la juraron los poderosos grupos patronales, las oligarquías transnacionales y sus satélites y lacayos en la arena política. El «impeachment» contra Dilma forma parte de la conspiración de estos grupos (del «golpe blando» al estilo de Gene Sharp), para que la derecha pueda retomar nuevamente el poder y así imponer sus recetas Neoliberales y privatizadoras. Basta ver cómo, sin ningún tapujo o disimulo, la Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (Fiesp), organización de derecha a fin al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb) de Temer, «financió la publicidad en favor de la campaña que impulsó el juicio político». Todo un complot orquestado desde la cúpula de la derecha.
A Dilma no la acusan de corrupción, enriquecimiento ilícito o apropiación indebida. Todos los argumentos en su «juicio político» (o más bien inquisición, porque no tuvo derecho previo a la defensa), se basan en el supuesto mal uso de las cuentas públicas (presupuesto nacional), que en todo caso son faltas administrativas que no constituyen delito para la justicia de ese país.
Frente a la intachable honestidad de Dilma, una vergonzosa mayoría de diputados (más de 300) y 8 senadores del Congreso Brasileño, (especialmente Eduardo Cunha, el inquisidor expresidente de la Cámara de Diputados), sí están inmersos en múltiples casos de corrupción, enriquecimiento ilícito y tenencia de cuentas ilegales en el extranjero.
Hasta el nuevo presidente impuesto, Michel Temer, vivió su propio affaire en el año 2009, por supuestos financiamientos ilegales a su Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb). Son unos inmorales.
Desde el punto de vista regional, lo más importante es el evidente alineamiento de la derecha hemisférica haciendo vivas por el golpe parlamentario de Brasil. Así, el gobierno del máximo «exponente» de los Panamá Papers, Mauricio Macri, señaló con satisfacción que «respeta el proceso institucional» y afirmó que «el gobierno argentino continuará dialogando con las autoridades constituidas a fin de seguir avanzando con el proceso de integración bilateral y regional». Vaya espaldarazo para reconocer de inmediato a un gobierno usurpador.
En sintonía con marcar afinidades y precisar a los contrarios, las autoridades temporarias de Brasil, conservadoras y reaccionarias, no ocultaron su veneno y lanzaron vehementes críticas (por posiciones «antagónicas») contra el Alba y los gobiernos revolucionarios y progresistas de la región, e incluso utilizaron el término de gobiernos en «decadencia».
Vaya irrespeto a la soberanía de los pueblos por parte de un gobierno que a duras penas acaba de asaltar el poder.
Pura soberbia.
Los países del Alba (Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela) rechazaron «enérgicamente el golpe de Estado parlamentario-judicial que está camino de consumarse en ese país», afirmando que «es una maniobra, disfrazada de legalidad, para apartarla (a Dilma) de su cargo y desacreditarla a ella y al Partido de los Trabajadores (PT), sin que existan razones legítimas ni fundamentos jurídicos para ello». Más nada.
Estamos frente a un golpe parlamentario bajo el mando de la derecha empresarial y transnacional con el total beneplácito de la embajada norteamericana. De allí el extraño silencio de Estados Unidos, casi cómplice y muy sigiloso (este país que es irrefrenablemente injerencista, no escatima el verbo a la hora de acusar de opacidades democráticas a los países que se rebelan contra sus órdenes). Desde la Casa Blanca solo se escuchó la tenue y sumisa voz del vocero Earnest, casi susurrando que el presidente «Obama confía en la fortaleza de las instituciones brasileñas para soportar lo que está sucediendo». Qué interesante que a los golpistas parlamentarios brasileños los arrope el manto blando del imperio norteamericano. Esto no es casualidad.
Como elemento anecdótico es interesante saber que, en Brasil, a pesar de ser un gigante político y económico (miembro del BRIC), en su historia política reciente «solo cinco jefes de Estado elegidos en las urnas han completado su mandato en los últimos 90 años» (incluido Lula). Ha pasado de todo entre las cruentas dictaduras militares y locuras como las del presidente Collor de Melo, quien fue a juicio político en 1992 al descubrirse su sofisticado y putrefacto esquema de corrupción, sobornos y tráfico de influencias.
El espejo Dilma no es otra cosa que el plan de la derecha transnacional para atacar y sofocar a los gobiernos y líderes progresistas del continente. En el caso de Dilma, su honestidad y dedicación por los más humildes de Brasil están a toda prueba. La derecha anda suelta con su diabólico plan de reconquista. Solo los pueblos podremos detenerlos.
Richard Canán
aporrea.org