En su cámara fotográfica ha registrado los momentos más importantes de la vida de cualquier persona, siendo el cómplice para congelar, con un clic, un sinfín de emociones que crean una especial empatía en quienes están delante de su lente.
Domingo Cabrera es sin duda, más que un fotógrafo, una marca, que se ha consolidado en el tiempo destacando por su estilo propio, y el sello personal que imprime en cada una de sus imágenes.
Este caraqueño que a los 15 años descubrió que su gran pasión estaba en la fotografía, confiesa que desde pequeño siempre supo qué quería hacer y el destino lo llevó a tener un primer acercamiento con el mundo fotográfico junto a su hoy amigo y mentor Marco Mancera, con el que confirmó que definitivamente nació para capturar instantes y hacer que otros puedan revivirlos a través de su trabajo.
“Siempre fui fanático de la magia, y para mí, lo más cercano a ella es la fotografía. Creo que el proceso de revelar una foto y ver cómo se va dibujando una imagen ante tus ojos, es magia, y eso es lo que me inspira a diario y me hace disfrutar tanto poder vivir de lo que amo”, afirma.
Portador de una humildad y simpatía que lo caracteriza, Domingo Cabrera no se considera ni un fotógrafo reconocido ni mucho menos el mejor, aunque quienes han protagonizado las mil y un historias de sus fotografías, siempre se refieren a su trabajo como único, original, creativo y diferente, por lo que implica la experiencia que viven en cada sesión o evento.
“Soy un fotógrafo que escucho más de lo que veo, me gusta descubrir lo que piensa, quiere y espera cada persona y en medio de mi trabajo me permito sorprenderme a mí mismo con lo que hago. No soy predecible porque me conecto mucho con cada proyecto y dejo que todo fluya de manera tan natural, que en el resultado final siempre encuentro cosas diferentes sin perder mi esencia”, comenta.