Corea del Sur y Venezuela tienen dos modelos totalmente distintos. Los surcoreanos, por un lado, no tienen recursos naturales energéticos, pero están en la élite de las naciones más productivas del mundo. Los venezolanos, por el otro, tenemos petróleo para varias generaciones, pero pasamos por uno de los peores momentos económicos de nuestra historia
Corea del Sur no tiene petróleo ni grandes recursos naturales, sin embargo mantiene una de las economías más sólidas del planeta, a pesar de haber vivido una devastadora guerra que apenas finalizó en 1953.
Venezuela, por otro lado, aunque tiene la reservas comprobadas de petróleo más grandes del mundo, se encuentra en una situación económica que contrasta totalmente con la coreana. Entonces, cabe preguntarse, ¿cuál es el secreto de este país asiático?
La respuesta, por supuesto, no es sencilla, pues son varios los factores que afectaron positivamente el crecimiento inusual en el Producto Interno Bruto (PIB) de los surcoreanos.
Los estudios son una prioridad
En primer lugar está la educación. El gobierno de Corea del Sur invierte un estimado del 7 % de su Producto Interno Bruto, en un modelo educativo (escolar y universitario) verdaderamente envidiable. Como si eso fuera poco, las familias fortalecen la preparación académica de sus miembros en clases privadas particulares, con el objetivo de aprender otros idiomas, así como para profundizar los conocimientos adquiridos en la universidad. En realidad, la tesis es una sola: mejor educación, mejor futuro.
De esa forma, la educación es uno de los grandes bastiones de la economía surcoreana, a pesar de un sinfín de adversidades que tuvieron que enfrentar antes de ser la potencia que hoy en día son.
La otra pata de la mesa
Muy distinto a lo que ocurre en Venezuela, Corea del Sur fortaleció a grandes grupos empresariales dominados por familias, conocidos como los «chaebol» (conjunto de empresas con una serie de negocios, no necesariamente relacionados entre sí, que surgieron principalmente durante la dictadura de Park Chung Hee).
Este militar, con una formación en Japón, quiso emular en Corea del Sur el éxito de los conglomerados empresariales japoneses. Además, quería de alguna forma aplacar la enorme inflación que había ocasionado su gobierno al imprimir dinero inorgánico para pagar deudas ocasionadas por la guerra.
En ese sentido, y bajo la figura de un «capitalismo dirigido», el gobierno seleccionó varios grupos familiares con quienes emprendió proyectos financiados con préstamos bancarios del exterior, que dieron a su vez acceso a una importante tecnología extranjera.
De esta forma surgieron grandes conglomerados industriales como Samsung, LG, Daewoo, Hyundai y Kia, entre otros, que desarrollaron nuevas industrias y mercados que catapultaron los puestos de trabajo.
Las críticas surgieron, por supuesto, dado que se pusieron grandes capitales en manos de unos pocos, pero estas fueron desapareciendo en virtud del incuestionable crecimiento económico que el país estaba teniendo. El trabajo en conjunto entre los conglomerados privados y el gobierno dieron nacimiento a lo que se conoció como el “milagro coreano”.
Poco a poco, los chaebol se convirtieron en empresas financieramente independientes y seguras, desde el punto de vista económico, eliminando la necesidad de ayuda gubernamental, convirtiendo a Corea del Sur, para la época de los 90, en uno de los países más exitosos en el mundo industrializado.
Actualmente, el país tiene una población aproximada de 50 millones de personas y un PIB que supera los 900 mil millones de dólares, que los ubica entre las 15 economías más grandes del mundo.
En conclusión, Corea del Sur apostó a un esquema de capitalismo controlado que en la práctica generó extraordinarios resultados, algo que quisiéramos ver nosotros en una economía golpeada quizás producto de copiar modelos que han colapsado en el resto del mundo.
Emilio Materán Bello
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