Ya se reconoce abiertamente la urgencia de que la comunidad internacional se involucre en este caótico devenir que se ha llevado por delante el bienestar de un pueblo
El título de esta nota puede sonar como un contrasentido; pero en los tiempos que vivimos vale más subrayar lo obvio, para que nadie pueda replicar luego: “a mí no me dijeron”.
Y es que el primer requisito para un diálogo es dejar por fuera la imposición. Entender que hay dos partes involucradas y que si no hay una visión compartida de problema y solución, la iniciativa nace muerta.
Uno de los mayores problemas que han torpedeado las fallidas iniciativas de diálogo durante todos estos años en Venezuela, es la pretensión reiterada del gobierno de imponer las reglas para un diálogo que busca responder justamente a los problemas creados por las imposiciones unilaterales y la exclusión de gruesos sectores sociales en la conducción del país.
Es el gobierno quien impone agenda, metodología, facilitadores y demás elementos. Y cuando la Mesa de la Unidad Democrática expone sus puntos o da a conocer a sus representantes, las negativas tajantes del Ejecutivo no se hacen esperar.
Al momento de escribir estas líneas pudimos leer en internet que el presidente de la República, Nicolás Maduro, escribió una carta que enviará en las próximas horas, donde realiza tres propuestas a la Comisión Internacional del diálogo por Venezuela, con el fin de concretar la agenda establecida en días anteriores.
Continúa la nota atribuyendo al mandatario esta frase: “El diálogo es una línea central de la revolución bolivariana”. Una afirmación que se contradice con hechos, al revisar numerosos videos donde no se escatima en los epítetos más altisonantes contra los legítimos representantes de las fuerzas alternativas democráticas venezolanas.
Y se adelanta que en la misiva se solicita la instalación formal de la Comisión por la Verdad, la Justicia y la Reparación de Víctimas, el acuerdo de respeto de las instituciones del país y el cese a la violencia entre las peticiones del mandatario a dicha comisión.
Por supuesto, suponemos que todo ello visto desde el cristal subjetivo del gobierno, que tiene su propio concepto de verdad, que exige respeto para unas instituciones mientras atropella a otras y que ha sido bastante poco diligente en contener a la violencia que se engulle a la nación.
Lo que sí llama la atención, es que un régimen tan pagado de sí mismo esté buscando oxígeno a través de un diálogo, aunque lo enrevese, lo sabotee y lo postergue. Inequívocamente parece un síntoma confeso de su debilidad, cuando anteriormente, atrincherados en la cima del poder, ni siquiera reconocían la existencia de interlocutores por parte de la mayoría ciudadana a quienes se daba la espalda.
Se trata sin duda de un síntoma inequívoco de la debilidad gubernamental, lo cual debe ser manejado con mucha mano izquierda, ya que quienes hoy administran al país podrían estar echando mano de cualquier artificio para oxigenarse y ganar tiempo, como ya lo han hecho en anteriores oportunidades.
Lo cierto es que las proporciones de la crisis venezolana han llamado a personalidades y organismos internacionales a involucrarse. Seguramente, unos con mejores intenciones que otros. Pero lo cierto es que ya se reconoce abiertamente la urgencia de que la comunidad internacional se involucre en este caótico devenir que se ha llevado por delante el bienestar de un pueblo.
Y es que, como afirmamos unas líneas más arriba, los diálogos son de dos. El problema está en que los representantes oficialistas pretenden dejar por fuera de este diálogo justamente problemas y soluciones medulares que serían imprescindibles de poner en la mesa si la verdadera intención fuese sacar a Venezuela de este agujero negro.
Para brindar un marco adecuado a un proceso de diálogo serio y útil, debe darse el referendo revocatorio para este año, la liberación de los presos políticos, el retorno de los exiliados y el cese de las causas judiciales originadas en la persecución gubernamental contra la disidencia.
Visto este cuadro, la MUD debe accionar con firmeza y objetivos claros, para sumar a lo que son sus metas y no prestarse a la compra de tiempo que parece convenir al oficialismo, con el fin de postergar el revocatorio. Esto debe ser un requisito de hierro, porque es justamente lo que los venezolanos no tenemos: tiempo. El mismo que se ha desperdiciado penosamente mientras los males avanzan a paso de vencedores.
Ni chantajes ni manipulaciones son permisibles; como tampoco lo son las designaciones unilaterales de facilitadores e intermediarios para un diálogo, si es que se quiere que sea un diálogo real.
Los parámetros que manejan los líderes que representan a la mayoría de venezolanos, están contenidos ni más ni menos que en nuestra Constitución. Y su letra no puede ser flexible, ni modificable, ni mucho menos manipulable.
DAVID UZCATEGUI / druzcategui@cantv.net / @DavidUzcategui