Esta misiva me la hizo llegar mi buen amigo el doctor Guido Guillermo Guédez, y forma parte de un trabajo realizado por el alumno Osmel José Álvarez.
Su contenido habla por todos los venezolanos sin distingo alguno, esperanzados en que ¡sí se puede! vivir en paz y en armonía.
La misma data de noviembre del 2014. Han pasado desde entonces un año y ocho meses y estamos cada vez peor; por lo cual he decidido repetirla, basado en la premisa que la esperanza es lo último que se pierde.
“Padre, divinidad, hermanos, hermanas. Bendigo este momento, pido a Dios que ilumine mi verbo, que lo lleve en la mejor dirección, sin distorsiones, ni sesgos. Este mensaje lo escribe un modesto hijo de Venezuela, más, ante todo, un hijo de Dios.
Tal vez no posea la mayor elocuencia que el momento histórico demanda, no cuento con los dones intelectuales, ni con los saberes técnicos, sociológicos, antropológicos, estadísticos o políticos, que posiblemente se requieran para hablar de un país bendito, maravilloso y rico, como nuestra Venezuela. Más, desde la humildad, desde mi corazón de campesino, de hombre de pueblo, de ciudadano, de obrero, de trabajador, de hombre sencillo, de un aprendiz de cambios espirituales, sin pretensiones, me presento ante ustedes para compartir algunas consideraciones, anhelos, confusiones, así como la necesidad de honrar a esta, nuestra patria venezolana. Honro y bendigo a una sociedad donde la estética no esté por sobre la ética.
Reconozco y comparto la voluntad de Dios, de una Venezuela sin castas, sin confusiones de clasismo, de discriminación alguna, de supremacías infundadas.
Es la voluntad de Dios, una sociedad conformada por seres merecedores de éxito, logros y bienes, labrados por el fiel desempeño de sus funciones. Honro y bendigo las relaciones laborales.
Es la voluntad de Dios que estas relaciones sean honestas, justas, corresponsables, sanas. Honro y bendigo al trabajador, y comparto el propósito santo, que se ubique a la altura, que en este momento nos exige nuestra amada Venezuela.
También honro y bendigo al empresario, al empleador. Y asumo la responsabilidad de extenderles la luz de Dios, para que sepan estar de parte de lo justo, de lo verdaderamente productivo, del compromiso por nuestro país. Honro y bendigo a la clase política de la época, a los llamados de izquierda, a los que se dicen de derecha, a los que dicen ubicarse en el centro. Bendigo su discurso.
Asumo la responsabilidad que sea constructivo, sano, y supere las diversas distorsiones del lenguaje, con calificativos que no se corresponden con la voluntad de Dios. Bendigo, honro y abrazo amorosamente a los comunicadores, asumiendo la total responsabilidad de rescatar el sentido sagrado del verbo, para que se oriente hacia la paz, que cumpla con los principios de rectitud, veracidad, equilibrio, sanidad. Asumo la unidad que soy con, políticos, docentes, sacerdotes, pastores, periodistas, dirigentes sindicales, estudiantes universitarios, y todos aquellos que expresen su pensamiento político, espiritual o religioso ante el prójimo.
Honro y bendigo una sociedad de iguales, de respeto a todos, al rico y al pobre, al de clase media. Honro, bendigo y abrazo el anhelo de una sociedad que no entienda de supremacías raciales, económicas o sociales. Honro a mis ancestros, bendigo la memoria dolida del afroamericano, que fue traído a estas tierras bajo la confusión de la esclavitud, al aborigen, a quien le fueron arrebatadas sus tierras, su cultura, su civilización, que sí existía.
Asumo la total responsabilidad de las confusiones socio-históricas, que aparentemente han pretendido negarlo, y amorosamente pido perdón por esta actitud. Honro y bendigo a los pueblos indígenas, originarios. Bendigo, de igual modo, al europeo que llegó hasta acá. Bendigo la humildad y gratitud de quienes valoraron y aprovecharon las oportunidades que les brindó esta tierra, este pueblo noble, que los acobijó sin reserva alguna. Los honro y los bendigo, bendigo sus bienes, sus logros, sus familias.
Bendigo el anhelo de un país sano, de equilibrios, donde el esfuerzo sincero sea honrado, donde la solidaridad y el respeto se manifiesten en cada uno de nosotros. Un país donde todos somos uno, sin máscaras, sin confusiones de maniqueísmos, de manipulación en el lenguaje. Honro y bendigo el lenguaje, el verbo como medio de expresión respetuosa y amorosa de las ideas, de las ideologías, de las propuestas. Renuncio irrevocablemente a etiquetas, remoquetes, frases de intolerancia, discriminación e insultos y pido perdón por estas expresiones.
Asumo la total responsabilidad de todas las manifestaciones de violencia y pido perdón por ellas. Pido perdón por sobredimensionar el ejercicio de los derechos, transgrediendo el derecho de los demás. Lo siento, perdón por esta condición. Elijo el respeto, la tolerancia, la comprensión, la compasión, el amor y las relaciones fraternas, para construir un país en el cual vivamos hermanados.
Pido perdón por los excesos y manifestaciones de violencia desproporcionada ejercido hacia cualquier venezolano o venezolana. Honro y bendigo a quienes están encargados de administrar la justicia del Estado. Asumo la total responsabilidad que todas las actitudes sean justas y oportunas, que la verdad prevalezca por encima de intereses económicos, políticos o de cualquier otra índole. Me hago solidario y sensible de todo el que esté viviendo confusiones de dolor y tristeza, cualquiera sea el color o la postura a la que pertenece. Todos somos uno. Hijos del mismo proceso socio-histórico, cultural, socio-político, espiritual y energético, más sobretodo, somos hijos de Dios, a su imagen y semejanza. Lo siento, perdón, te amo, gracias, gracias, gracias, gracias…”
¿Qué más hay que esperar? ¿Que mueran más niños, más ancianos, más enfermos, por falta de medicamentos? ¿Tendrá esto perdón de Dios? Esta hambruna que padecemos, que no es más que una crónica anunciada se resuelve con diálogo, pero este que es el mejor camino se realiza entre dos y eso no ha funcionado. Perdón y olvido mi Venezuela. La Paz no se hace entre los amigos, sino entre los adversarios. Yo pregunto: ¿somos los venezolanos adversarios? Saque usted sus propias conclusiones.
“¿Qué más hay que esperar? ¿Que mueran más niños, más ancianos, más enfermos, por falta de medicamentos..?”