Entaparao: Venezolanismo. Algo oculto, secreto; metido dentro de una tapara
Decir que Venezuela está atravesando por una compleja situación económica y política ya pasa a ser una perogrullada, pues el más amplio espectro poblacional así lo asume y, más, precisamente, lo vive. Por ello, la atención, a estas alturas de las circunstancias, de las fuerzas patrióticas del país debe estar orientada, junto con ubicar las causas que generaron tal situación, a determinar y ejecutar las acciones que hagan posible su superación.
Naturalmente, quienes adversan el proceso bolivariano no pierden oportunidad para atribuirle al modelo chavista la responsabilidad de las causas de la situación crítica presente en el país. Es decir, para estos actores, los problemas que confronta la población venezolana son consecuencias directas y exclusivas del ejercicio del poder desarrollado, tanto en su concepción como en su ejecución, por el chavismo, durante estos últimos 17 años.
Rol mudista
Pero, al margen de esa postura, es evidente que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) mantiene, ante el país y la opinión pública mundial, un juego oculto, un juego entaparao, como decimos en criollo, que, si bien ya ha sido develado, no por ello estos sectores opositores tratan de enmascarar en virtud de la gravedad y de las consecuencias que implica el contubernio que tienen establecido con el imperialismo yanqui y que explican, por sí solo, muchas de las dificultades que padecemos los venezolanos.
La MUD pretende hacerse la desentendida, pero en esa confabulación están trazados con pelos y señales sus ejecutorias, recogidas en documentos elaborados por comandos y agencias imperialistas estadounidenses, que, por diversos medios, han trascendido públicamente y en los cuales se indica el rol que le corresponde desempeñar a la oposición política venezolana dentro de la estrategia desestabilizadora e injerencista trazada por el imperialismo para contener, derrocar y destruir el proyecto de país concebido e impulsado por el comandante Chávez y ahora liderado por el presidente Nicolás Maduro.
Guerra no declarada
Es el caso del documento TC 1801 del Estado Mayor del Ejército de EEUU, publicado en noviembre de 2010, que es un recetario del gobierno estadounidense en el cual, atendiendo a los parámetros de la guerra no convencional, se definen las etapas y los medios para derrocar la revolución bolivariana y los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe; siendo en el caso venezolano, la oposición mudista la plataforma destinada para instrumentar en el ámbito político la artera guerra no convencional, que, como es harto conocido, apela, para su orquestación a la guerra económica, financiera, mediática, psicológica, terrorista, etc., tal cual como se ha venido materializando en el país.
Y más recientemente se conoció el Informe del Comando Sur estadounidense, de febrero de 2016, en el que su actual jefe, el almirante Kurt Tidd, anuncia el desarrollo de la Operación Venezuela Freedom-2 y en el cual con el mayor descaro se estampa: «Es indispensable destacar que la responsabilidad en la elaboración, planeación y ejecución parcial (sobre todo en esta fase-2) de la Operación Venezuela Freedom-2 en los actuales momentos descansa en nuestro comando, pero el impulso de los conflictos y la generación de los diferentes escenarios es tarea de las fuerzas aliadas de la MUD involucradas en el Plan (… impulsando como cobertura el referéndum o la enmienda que se apoya en el texto constitucional y que sirve para censar, movilizar y organizar una masa crítica para la confrontación…); por lo cual nosotros no asumiremos el costo de una intervención armada en Venezuela, sino que emplearemos los diversos recursos y medios para que la oposición pueda llevar adelante las políticas para salir de Maduro”.
Apátrida
Más claro imposible, un país, EE.UU., nos planifica una guerra no convencional, no declarada, y asume que la dirección de la misma la ha de mantener su Comando Sur y que a la gente de la MUD se le traza el papel instrumental de operador político en contra del país, de su pueblo, de su historia, de sus símbolos. Qué duda cabe, se trata de la existencia de una oposición desnacionalizada, traidora, que responde más a intereses y modos de vida extranjeros que a la autoctonía y esencialidad nacional. Pitiyanquis los definió, en su oportunidad, Mario Briceño Yragorry. Traidores a la patria, no vacilaría en calificarlos el Libertador Simón Bolívar.
Por supuesto que esta apátrida oposición no pregona su condición de aliada postrada al imperialismo, hecho que entendemos, porque la mayoría de sus adherentes desconocen. He allí por qué hablamos del juego entaparao y que es responsabilidad de las fuerzas patrióticas denunciarlo, una y otra vez, y ponerlo en evidencia.
Contraataque
Ante este juego se impone que las fuerzas patrióticas asuman con toda decisión más que un redespliegue defensivo -que, a nuestro entender, es lo que viene orientando la acción política del campo bolivariano- el desarrollo de un audaz despliegue de contraataque ofensivo que permita, junto con el impulso de la capacidad productiva del país (los 15 motores) y el refuerzo de las misiones sociales para darle respuestas a las necesidades del pueblo, volcar toda la energía revolucionaria en la denuncia de esta oposición apátrida y movilizar, educar y concienciar a los trabajadores y al pueblo en general, en torno al grave peligro de recolonización que gravita sobre el país e inducirlos en la necesidad de prepararse para su defensa integral.
Para tal efecto se hace imperativo vincularse más estrechamente al bravo pueblo, depurar de vicios y aberraciones, sin contemplaciones, las filas revolucionarias y revisar la política comunicacional que, a pesar de los giros últimos, aún sigue distante del sentir y eco popular.
“Quienes adversan el proceso bolivariano no pierden oportunidad para atribuirle al modelo chavista la responsabilidad de las causas de la situación crítica presente en el país…”