¿Qué pretende Maduro cuando, una vez más, se pone a bailar gozoso y a echar chistes malos en actos públicos mientras en las calles la gente se cae a tubazos por una bolsa de comida o en todo el país el hampa mata a tantos venezolanos al día?
El poder en Venezuela está empeñado, como nunca antes, en jugar con nuestra paciencia, en forzar nuestros límites para que, desde ese caos absoluto en el cual nos quiere sumir, ponderar si el pueblo se va a animar a darle a unos cuantos una “cucharada de su propia medicina”, una probada de ese amargo y violento mejunje que ya ellos tienen casi 18 años haciéndonos beber todos los días, o si por el contrario vamos a seguir, con bíblica estoicidad, “poniendo la otra mejilla”. La cosa es que han olvidado (¿o quizás no?) que el problema con eso de “poner la otra mejilla” es que solo tenemos dos.
No sé si es que no estoy educado en las lides de la maquiavélica y fría violencia política, ya que en todo caso mi formación y mi experiencia lo que me ha enseñado es cómo se lidia con sus consecuencias, pero ni siquiera poniéndome en los zapatos de quienes nos gobiernan puedo entender cuál es el fin político de todo esto. ¿Qué busca un ministro cuando en la TV nos dice que acá “no pasa nada” y en la calle los niños se nos mueren por falta de medicinas? ¿Qué pretende Maduro cuando, una vez más, se pone a bailar gozoso y a echar chistes malos en actos públicos mientras en las calles la gente se cae a tubazos por una bolsa de comida o en todo el país el hampa mata a tantos venezolanos al día?
No sé, será que soy bruto, pero no lo entiendo. Digo, si esta burla continua a la inteligencia de toda la ciudadanía, si este continuo “meter preso a todo el que alce la voz”, si todo este “matarnos a diario” por no encontrar medicinas o medicamentos, o a manos del hampa desatada, es deliberado o producto de alguna maligna estrategia gubernamental, como a veces lo parece, se supone que debe tener alguna finalidad. Perverso, retorcido o inhumano, todo esto al menos debería tener algún sentido discernible. Pero, ¿cuál puede ser? ¿Mantenerse en el poder a costa de lo que sea? ¿Es esa la finalidad última de todo este “show”? No lo creo. Si es ese el objetivo de toda esta debacle, el choque contra lo que cada día expresa el pueblo, en números cada vez mayores, contra Maduro y sus dislates, hace rato que debió haberle hecho despedir a sus “iluminados” asesores. Si lo que pretende con todo esto es atornillarse en la presidencia, lo cierto es que ya logró todo lo contrario. En la jugada, además, ha acabado, y ya muchos chavistas lo están notando, con toda posibilidad del que “el chavismo sin Chávez” sea una opción viable en el país a mediano y hasta largo plazo. Tanto si el Revocatorio se hace ahora, este año, como si se hace el año que viene, Maduro va a dejar la presidencia como “corcho de limonada”, y si hacemos caso a los que saben de estos temas, eso ya no tiene vuelta atrás.
¿Procurar un enfrentamiento fratricida que “justifique” más represión o la toma de más medidas excepcionales contra la ciudadanía? Como dirían en mi pueblo: “¿Ya pa’qué?”. El único “toque de queda” que acá se respeta es el que impone la delincuencia. No lo parece, pero estamos en Estado de Excepción y la represión y las detenciones arbitrarias son la regla, pero eso a quienes cada día deben salir a buscar pan y medicinas para sus hijos, y no los encuentran, les resbala. La prueba está en la rabia que se respira en la calle, en los linchamientos, en los saqueos y en las continuas y cada vez más numerosas protestas espontáneas de la gente.
Y es que no hay nada peor para un gobernante que aislarse de la realidad de su pueblo.
Bastante que se le ha pedido a Maduro que “le baje dos”, que dialogue, que ceda. Más allá del daño que nos está haciendo a todos, en algunos aspectos irrecuperables, nada de lo que está haciendo puede rendirle provecho. ¡Ah!, lo que quiere es “ganar tiempo”, me dicen por ahí ¿Y para qué? Le guste o no, sus días en el poder están contados, y mientras más tarde en aceptarlo con la mucha o poca dignidad que le quede, más alta será la factura que tanto él como sus adláteres tendrán que pagarle a la historia y al pueblo.
“Le guste o no, sus días en el poder están contados, y mientras más tarde en aceptarlo con la mucha o poca dignidad que le quede, más alta será la factura…”