Artículos escritos para La Voz por los profesores de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela. La responsabilidad de las opiniones emitidas en sus artículos y Notas Internacionales es de los autores y no comprometen a la institución.
Armas: destrucción de la conciencia humanista
La matanza en Orlando, Estados Unidos, a inicios de semana, pone nuevamente en la palestra el papel de las armas en ese país. Espantoso atentando contra hombres y mujeres, tal fusilamiento a mansalva engorda la extensa lista de episodios de este tipo que ocurren tanto en Estados Unidos como en miles de lugares en el planeta, prácticamente a diario.
La diferencia con este caso de Orlando es que ocurre en el seno de la primera potencia mundial, que hace alarde de ser el país más seguro del orbe, y por tanto atrae toda la atención mediática de las grandes cadenas noticiosas, generando un espiral de solidaridades necesarias pero alejadas de la misma emocionalidad que deberían atraer el resto de matanzas mundiales.
Ciertamente, Estados Unidos tiene un grave problema social desde hace décadas, relacionado con la libertad de sus ciudadanos para adquirir todo tipo de armas y mantener un escalofriante saldo de mortandad en acciones esporádicas de individuos que asesinan por razones culturales, religiosas o raciales. Según estudios estadísticos, en Estados Unidos mueren 92 personas al día por armas de fuego; y ya en lo que va de 2016 se han registrado más de 170 tiroteos múltiples.
Pero el tema es mucho más profundo. El comercio de armas representa un tema complejo por las implicaciones económicas, sociales y morales que acarrea. Desde el punto de vista psicológico, tener un arma puede ser considerado un signo de fortaleza, de poder e incluso de seguridad frente a cualquier agresor potencial. Pero un arma -del calibre y tipología que sea- es igualmente una herramienta de hegemonía, de imposición y coacción, más cuando se trata de Estados, que con armas poderosas inclinan la balanza internacional hacia quien mayor capacidad de disuasión acumule.
El Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés) refiere que en los últimos cinco años, el comercio de los principales sistemas de armamento aumentó cerca del 14 %, en comparación con el periodo comprendido entre 2006 y 2011. En cifras totales, un 74 % de las exportaciones tienen origen en solo 5 países: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Alemania; y un 58 % provienen solo de Estados Unidos y Rusia, que además son las dos naciones con mayor armamento en el mundo, incluyendo el nuclear.
Ello refleja no solo un poder militar descomunal (la producción de armas exige un adelantado entramado industrial y tecnológico), sino también un ventajoso negocio para la industria armamentista, que produce miles de millones de dólares al año en ganancia. Para Amnistía Internacional, el volumen promedio anual del comercio de armas de diverso tipo en los últimos 10 años, está evaluada en 100.000 millones de dólares, cifra que hubiese sido más que suficiente para mejorar las condiciones de millones de personas en situación de pobreza.
No debemos dejar que las armas destrocen nuestro humanismo. La vida y el futuro deben estar menos cargados de pólvora que de sonrisas.
La Carta Democrática en Venezuela
Fidel Canelón F
El tema que hoy mantiene en vilo a los países latinoamericanos es sin duda la iniciativa de Luis Almagro, el secretario general de la OEA, de activar la Carta Democrática para Venezuela. Por primera vez desde la aprobación de la Carta, en septiembre de 2001, es el secretario general del organismo, y no uno de los países miembros, quien toma la iniciativa de aplicarla. Lo curioso de todo es que la primera vez que estuvo en el ambiente su aplicación fue precisamente en nuestro país, el 11 de abril de 2002, al producirse el derrocamiento de Hugo Chávez y su sustitución por Pedro Carmona Estanga.
En aquella oportunidad, el Consejo Permanente se pronunció categóricamente en contra del golpe, y aunque no se llegó a plantear la aplicación de la Carta (en razón de que apenas a los dos días, el 13 de abril, fue repuesto Chávez en el poder), sí se produjo un importante proceso de facilitación por parte del secretario general César Gaviria, quien se mantuvo instalado una buena temporada en el país, conduciendo una Mesa de Diálogo integrada por miembros del gobierno de Chávez y de la oposición, y apoyada por el Centro Carter, el PNUD y el Grupo de Países Amigos de Venezuela.
Héctor Constant Rosales
hconstantrosales@gmail.com