El chavista que se mantiene en su posición quiere creer que los estrategas del gobierno y del PSUV se han paseado desde hace tiempo por esta duda fundamental
¿Qué tan grande es el desplazamiento del electorado chavista hacia la oposición o, en el más benévolo de los casos, hacia una neutralidad que favorecerá a la derecha en cualquier instancia?
Parece ser el tiempo apropiado para hacerse esta pregunta sin anestesia. Es más, parece ser bastante tarde para planteársela. Pero, en todo caso, auto-interrogarse ahora es mejor que seguir postergando el momento.
El chavista que se mantiene en su posición quiere creer que los estrategas del gobierno y del PSUV se han paseado desde hace tiempo por esta duda fundamental.
Lo lógico era suponer que comenzaron a hacerlo en 2012, luego de que el comandante Hugo Chávez hablara del necesario golpe de timón. Pero si no fue ese un momento oportuno, ha habido otros en estos duros tres años de orfandad política. Por ejemplo, en abril de 2013, lo ajustado del resultado de las presidenciales sobrevenidas fue un campanazo de alerta. Las matemáticas indican que en poco más de seis meses, las fuerzas revolucionarias perdieron 600 mil sufragios, lo cual ya era para ponerse en guardia.
Luego hubo una recuperación en las municipales de diciembre de 2013, pero fue más que nada en número de cargos obtenidos, no tanto en el caudal de votos. Vino el receso electoral de todo el 2014 y once meses del 2015, tras el cual se manifestó una nueva realidad, en la que destaca la pérdida de casi 2 millones de votos del lado revolucionario y un incremento superior a los 300 mil en la votación antichavista.
Si las anteriores citas electorales no habían sido razón para comenzar a preocuparse, es claro que la del 6D sí lo fue, pese a que los principales voceros de la revolución se han empeñado en decir que la victoria opositora fue circunstancial. Este es el principal temor de mucha gente que sigue fiel al proceso revolucionario: tienen la certeza de que los principales dirigentes no están pensando ni siquiera ahora en que el desplazamiento de electores es una tendencia sostenida.
Así llegamos al momento actual, cuando el país se encamina al menos a dos mediciones electorales cruciales: la de gobernadores, que debe ser este mismo año; y el aún hipotético referendo presidencial, que sería en 2017. Con esos dos retos por delante, las encuestas y -sobre todo- los sonidos y ruidos de la calle, conducen a pensar que una importante porción de la masa chavista ha perdido la fe en el proyecto y está en una de dos posturas: o bien ya se pasó abiertamente al lado opositor; o bien está decidida a no votar por la opción revolucionaria y ha perdido todo entusiasmo para defenderla públicamente.
Para efectos de estudio, podríamos dividir este grupo en varios segmentos:
Renegados. Son los que ya fueron convencidos (guerra económica mediante) de que el socialismo es inviable, de que fracasó y es necesario sumarse lo antes posible a la comparsa mundial del capitalismo para no seguir rezagándonos. En este sector influye lo que está ocurriendo en el resto de América Latina, donde otras experiencias de gobierno populares están naufragando y el neoliberalismo luce en etapa de restauración.
Chavistas no maduristas. Son los que piensan que el problema no es el socialismo, sino el presidente Nicolás Maduro y su equipo de colaboradores. Estos aseguran que la propuesta socialista funcionaba bien bajo la dirección de Chávez y dejó de hacerlo después de su muerte. Naturalmente, estas personas no incluyen en la ecuación la variable de los precios del petróleo ni del sabotaje económico sostenido, pero ese es otro tema. Esta parcialidad estima que es necesario sacar a Maduro, para luego retener el poder con otro liderazgo.
Los neo-derechistas. No puede dejar de estimarse la existencia de un grupo que ha sido cautivado por los partidos de la derecha mediante diversos mecanismos de cooptación. Está formado por personas que nunca tuvieron realmente una ideología socialista, sino que se mueven en la dirección en que soplen los vientos políticos.
Los chavistas a favor de comenzar de nuevo. Son los militantes revolucionarios que cuestionan profundamente al gobierno, bien sea porque estiman que no está siguiendo realmente el legado de Chávez ni es auténticamente socialista, o ya sea porque creen que la ineficiencia y la corrupción lo carcomió por completo. Sostienen que es mejor perder y reconstruirse desde las bases, aunque la lucha tarde varias décadas.
Estos cuatro subgrupos, y otros que puedan ser apreciados en análisis más exhaustivos, han sido impulsados por las mismas causas coyunturales, entre las cuales destacan la insoportable situación generada por la escasez, el desabastecimiento y la inflación; la violencia criminal y la sensación generalizada de estancamiento de la sociedad.
Para cualquier persona que ande por las calles sin séquitos, que viaje en el transporte público, que haga colas para comprar comida o medicinas, que oiga hablar a sus compañeros de trabajo es innegable la magnitud del movimiento de una placa tectónica desde lo rojo-rojito hacia el dominio de la MUD o hacia la abstención y la desmovilización.
¿A cuánto llega esa migración, en términos de porcentaje y de número de votos? Para comenzar a calcularlo sería conveniente, antes que nada, asumir el problema, encararlo con franqueza. Desdichadamente todo parece indicar que ese primer paso, hasta ahora, no se ha dado.
Clodovaldo Hernández
clodoher@yahoo.com