Reducir el análisis del actual conflicto político y social a una pugna entre la MUD y el PSUV, es desconocer que esta lucha es de larga data, que nos ha dividido como pueblo con sus consecuencias de desigualdad y fragmentación social
En estos días, hace 205 años, las calles de Caracas y otras ciudades estaban inundadas de efervescencia revolucionaria. Miranda, Bolívar, Ribas, entre muchos otros y otras, agitaban las banderas del proyecto de patria que por primera vez obtendría una victoria el 5 de Julio de 1811. Victoria que quedó plasmada en nuestra Acta de Declaración de Independencia:
“Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos”.
Ese texto certifica el nacimiento de la patria. Dicho párrafo expresa la derrota ideológica, no solo del imperio español, sino también de los sectores criollos conservadores contrarios al nacimiento de la patria; aquellos que se conformaban apenas con ser una provincia autónoma, autónoma para sus negocios, protegidos por el Reino de España.
Esa contradicción entre las corrientes libertarias e independentistas y las corrientes conservadoras y pro imperialistas, ha marcado la historia de Venezuela. Por eso, reducir el análisis del actual conflicto político y social a una pugna entre la MUD y el PSUV, es desconocer que esta lucha es de larga data, que nos ha dividido como pueblo con sus consecuencias de desigualdad y fragmentación social.
Es un deber de la dirigencia revolucionaria actualno dejarnos atrapar o que el pueblo nos perciba sumergidos en una lucha de élites partidistas por el poder en sí mismo. Para nosotros no se trata de quién se queda con el “coroto”, se trata de que el pueblo mantenga el poder político, hoy expresado en el gobierno bolivariano, para que la patria no se nos vuelva a quedar extraviada por los caminos, como se quedó a partir de 1830 hasta 1998, tal cual se lo oímos reflexionar muchas veces a nuestro comandante Chávez.
Nuestro esfuerzo superior, en lo político e ideológico, debe ser el renacer del espíritu de lucha colectiva de todo un pueblo para preservar el poderío nacional a favor del proyecto de la patria.
Defender el proyecto de la patria hoy día es preservar el Estado nacional independiente; nuestra libre autodeterminación política; la soberanía plena sobre nuestras riquezas; y el desarrollo de una cultura del trabajo que nos permita producir lo que necesitamos para no depender de nadie y poder recuperar, expandir y garantizar la prosperidad social a la cual tenemos derecho como pueblo y que alcanzamos en tiempos de la actual revolución bolivariana y socialista.
En contraste, los voceros de la antipatria nos anuncian una política para minimizar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, es decir debilitar a uno de los pilares del Estado nacional; la aplicación de las tesis de las soberanías limitadas y la necesidad de subordinarnos nuevamente a la hegemonía norteamericana; la aplicación de medidas “ácidas” para que la oligarquía pueda retomar el control del ingreso nacional; la eliminación de la protección social al pueblo mediante la supresión radical de los subsidios, entre otros elementos de desintegración social, política e institucional de nuestra nación.
Como vemos, la contradicción es más profunda que una “peleíta” entre cogollos, donde el pueblo no se sienta parte y por el contrario se sienta víctima de la misma. Es la hora de la unión de todo el pueblo trabajador por la vida de la patria, que es su propia vida, porque sin patria no hay derechos ni poder popular.
Vamos a la reunificación del pueblo, desde abajo en el barrio, en la fábrica, en la comuna, en el centro de estudio y de trabajo; no dejemos que las élites de cualquier signo nos dividan de nuevo, en una contradicción banal entre seguidores de un partido o de otro.
Nuestra lucha histórica es contra el imperialismo y las oligarquías explotadoras. Luchemos juntos como pueblo para continuar el camino victorioso de la Patria. ¡Viva la independencia!
Elías Jaua Milano