El programa de atención de la tercera edad del Gobierno de Miranda se ha visto duramente golpeado por la creciente inflación del país. Así lo denunció el presidente de Abuelos Miranda, Luis Francisco Cabezas, quien hizo un llamado al Gobierno nacional a sincerar los presupuestos que por situado constitucional se asignan a las gobernaciones del país.
«Nuestro presupuesto no está ajustado a la inflación, está hecho en base a supuestos y en este 2016 se han roto todos los imaginarios. Todo lo que teníamos previsto para el 2016 ya a finales de julio se acabará. Desde ya exigimos al Gobierno nacional y a la mayoría del Concejo Legislativo del estado Miranda la asignación de más recursos. “Negar esto es negarle a mil 200 abuelos la calidad de vida que se merecen. Ellos, en 37 casas, reciben desayuno, almuerzo, atención en salud, capacitación y sobre todo mucho cariño”, aseveró Cabezas a través de una nota de prensa.
Cabezas explicó que en algunas de las 37 casas de abuelos que pertenecen al programa, el servicio gratuito de comida se ha tenido que adecuar a la poca oferta de alimentos que existe en la entidad mirandina. Por esta razón, hizo un exhorto al Ejecutivo nacional para que se creen líneas directas de distribución de alimentos.
Asimismo, señaló que algunos abuelos han tenido que modificar su dieta por falta de alimentos. “Nos han contado que últimamente comen solo mangos o pan durante los fines de semana, cuando no asisten a la Casa de Abuelos”.
Ante esta situación, pidió al Instituto Nacional de Nutrición para que ponga a disposición de los adultos mayores, en situación de vulnerabilidad, fórmulas lácteas con proteínas para que se frene la pérdida de peso y masa muscular que están experimentando. Recordó que los adultos mayores deben tener privilegios en atención del Estado venezolano.
«Tenemos abuelos que no tienen pensión, violentando el artículo 83 de la Constitución que establece la universalidad del amparo social. Los que tienen pensión, cada vez les rinde menos; la canasta básica se ubica en 17 salarios mínimos y ellos sólo perciben uno. Eso los expone a permanentemente decidir entre comer y comprar medicinas», concluyó.