De Guanare a Medellín y Bogotá con un espectáculo de la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa
Del 27 de agosto al 11 de septiembre, la agrupación Compañía Regional de Teatro de Portuguesa estará en Colombia, concretamente en la edición 36 del Festival Internacional de Teatro de Manizales con su espectáculo Robinson en la casa de Asterión, texto del dramaturgo Tomás Jurado Zavala, dirección de Carlos Arroyo y actuaciones de Aníbal Grunn y Wilfredo Peraza. Y después hará una breve temporada en Bogotá en la sala Sekisano, invitada por la Corporación Colombiana de Teatro y el Teatro La Candelaria. De esta manera, el popular y aguerrido grupo de Guanare viaje en representación de la escena nacional.
Robinson en la casa de Asterión sucede en el momento exacto en que Simón Rodríguez o Samuel Robinson (nombre que usa tras la ruina de la conspiración de Gual y España, 1797), muere en Amotape, Perú, y se enfrenta, en ese espacio que existe entre el cielo y el infierno, a purgar sus culpas enfrentado a su propio ser, encarnado en la figura del Minotauro. Es una obra que rescata el pensamiento filosófico, educador y político de la figura más controversial en la historia de América. Su pensamiento se hace vivo y se vuelve actual, vigente.
Jurado Zavala ficciona y combina al mitológico Asterión, según el cuento de Jorge Luis Borges, con las peripecias del brillante intelectual (Caracas, 28 de octubre de 1769/Amotape, Perú, 28 de febrero de 1854), e invita al espectador a revisar sus conocimientos sobre quien “enseñaba divirtiendo”.
Robinson en la casa de Asterión reivindica a Simón Rodríguez y lo exalta como lo que fue: gran pensador, revolucionario, que desafió a toda la naciente sociedad latinoamericana al desarrollar y poner en práctica, arriesgando hasta su vida misma, por su original concepción -bajo la influencia de Jean Jacques Rousseau- lo que deseaba: educar a las nuevas naciones liberadas del yugo español por la espada de Bolívar y sus generales. Educación para derrumbar la herencia colonial y formar auténticos ciudadanos republicanos como seres del conocimiento y expertos en diversos oficios.
El espectáculo, creado en Guanare, se desarrolla en un espacio vacío y sobre un piso que reproduce, con líneas blancas, al laberinto del minotauro de Creta, donde irrumpe Robinson para enfrentarse con el Asterión (hombre con cabeza de toro), momentos antes de morir y drenar sus fracasos y las culpas de quienes a lo largo de su vida tuvieron que ver con la ruina de los mismos, con el mariscal Sucre a la cabeza.
Gracias a la concepción minimalista del montaje y la desenfada actuación de Aníbal y Wilfredo, lo vemos desafiar a quienes lo acusaron de ladrón, de hereje, de promiscuo, cuando su objetivo era educar y crear hombres libres para formar verdaderas repúblicas en la América española. Al final se da cuenta que su salvación está en sus escritos que leyó tantas veces y que nadie supo comprender. Logra demostrar una vez más que el hombre es grande y trasciende en la historia y el tiempo por sus pensamientos y sus saberes.
La saga y el legado de Simón Rodríguez o Samuel Robinson no se perdieron en los largos y angustiosos 200 años de historia de esta república. Es una referencia obligatoria en todo lo referente a la educación de la sociedad y es por eso que en Caracas, hacia octubre de 1971, se fundó la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y en más reciente fecha se creó la Misión Robinson, un programa social del gobierno nacional durante la presidencia del comandante Hugo Chávez.
Laberinto del minotauro
Para algunos críticos, gracias a Jurado Zavala hay en la escena teatral un paralelismo entre Simón Rodríguez o Samuel Robinson y el minotauro Asterión, personajes separados por el tiempo y las culturas, pero amalgamados en el mismo devenir, para relatarnos en una especie de delirum tremens el tránsito de Samuel Robinson, ya liberado y convertido otra vez en Simón Rodríguez. Ahí el dramaturgo lo recrea en el instante final de la vida de Rodríguez y lo traslada al famoso laberinto de Creta, lugar de destierro del minotauro Asterión y en el cual ambos se encuentran en una especie de ritual simbólico que atraviesa la vida entera del maestro del Libertador y lo lleva al encuentro con sus demonios personales para acabar liberado de culpas. “¿Acaso no es la vida misma el laberinto y el minotauro un reflejo de nuestra propia oscuridad?”, grita el maestro y mentor del Genio de América, hablando así de una realidad que después de 200 años sigue tan vigente que da la impresión de que el tiempo no ha transcurrido. Este Robinson en la casa de Asterión es una obra concebida no para públicos exigentes, en la forma banal del espectáculo como tal, sino en un producto teatral de contenido exigente frente a sus espectadores. No es un texto complaciente en ningún sentido y ese quizás sea el argumento de mayor peso en estos tiempos oscuros en los cuales requerimos de artistas capaces de provocar reflexiones, de tentarnos al ejercicio del pensamiento crítico.