La conquista del oro olímpico, huérfano en el poblado historial del número uno del mundo, está entre ceja y ceja para Novak Djokovic, que se aferra a un nuevo intento en Río 2016 que Rafael Nadal contempla como un punto de inflexión en su retorno a las canchas.
Suele darle la espalda a Djokovic el éxito en los Juegos. El balcánico, dominador del circuito en los últimos años, no brilla en el olimpo. Lo contrario que sus principales rivales. El británico Andy Murray, vigente campeón, vencedor en Londres 2012, y Nadal, que se instaló en lo alto del podio en Pekín 2008.
Río 2016 es un reto, por distintos motivos, para la terna que más repercusión genera en el torneo individual, llamativo también por sus numerosas y notables ausencias.
Hasta cinco jugadores de los diez primeros del mundo estarán al margen de la cita. Entre ellos Roger Federer, plata en Londres, y su paisano Stanislas Wawrinka, campeones como pareja en Pekín. Junto a ellos, el canadiense Milos Raonic, el checo Tomas Berdych y el austríaco Dominik Thiem. Todos entre el top ten. Más allá, el francés Richard Gasquet, el estadounidense John Isner o los australianos Nick Kyrgios y Bernard Tomic.
Djokovic, instalado en la cima del circuito, pretende avistar su dominio desde lo alto del podio y convertirse en el tercer jugador de la historia que gana los cuatro Grand Slam, la Copa Davis y el oro en unos Juegos. Un privilegio reservado hasta el momento para el estadounidense Andre Agassi y el español Rafael Nadal.