Todo país tiene sus leyes migratorias y quienes cruzan ilegalmente la frontera, al ser luego súper explotados por recibir salarios miserables, compiten ventajosamente con los estadounidenses por las plazas laborales
No he seguido con particular atención las elecciones presidenciales de EE.UU., más allá de leer las apreciaciones de algunos articulistas, de ser permeado por el escándalo permanente de los medios sobre las mismas, de observar el comportamiento claramente parcializado de la gran prensa internacional y de conocer uno que otro incidente que pueden significar algo para formarse una idea sobre el tema. Escribo sobre el asunto simplemente porque me provocó, sin pretender dictar cátedra al respecto ni presentar una posición concluyente y sólidamente fundamentada. Digamos que estoy poniendo por escrito algunos pensamientos en voz alta sobre dichas elecciones y sobre sus candidatos. Quiero despertar la curiosidad sobre el asunto y alertar a no dejarnos llevar simplemente por lo que todo el mundo acepta y dice.
No me gusta la señora Clinton, no por ser mujer ni por ser esposa de un expresidente. Es una señora buenamoza, parece simpática, con experiencia, pero de conducta agresiva, guerrerista e intervencionista, que ha estado entre los responsables de la destrucción masiva y desaparición práctica de varios países y la muerte y el éxodo de cientos de miles de personas. Como senadora apoyó las acciones militares en Afganistán, así como la Guerra contra Irak, y más tarde, como Secretaria de Estado de Obama, fue clave en la decisión de la intervención y destrucción de Libia. Todo ello sin mayores resultados positivos para la paz mundial y, mucho menos para el bienestar de esos pueblos ni de la humanidad. Recientemente se ha sabido que está entre los responsables de armar al terrorista y genocida Estado Islámico.
Trump, por su parte, tiene un lenguaje díscolo, pero dice más lo que piensa que Clinton. Trata de ganar la voluntad del pueblo trabajador estadounidense, lo cual en principio no es malo, por lo que ataca la inmigración ilegal, lo que tampoco es una locura. Todo país tiene sus leyes migratorias y quienes cruzan ilegalmente la frontera, al ser luego súper explotados por recibir salarios miserables, compiten ventajosamente con los estadounidenses por las plazas laborales. Trump acompaña estos planteamientos con el de la vuelta a casa de las industrias de EE.UU. situadas en otros países, para producir de nuevo en el país. Ha cuestionado el papel financiero de EE.UU. en la OTAN, lo que lo hace peligroso para el complejo militar industrial estadounidense.
A Trump le han caído de “a montón” como a Juan Charrasqueado. Toda la prensa mundial se le ha ido encima y varias cadenas televisivas sabotean la actividad de sus empresas. Ya realizaron el primer intento para asesinarlo, recurso frecuente en EE.UU. con candidatos y presidentes díscolos. Todo esto debe llamarnos la atención, no para apoyar a Trump contra Hillary, sino para no dejarnos manipular inocentemente por la propaganda internacional.
Luis Fuenmayor Toro