Partido único sandinista
La destitución de 28 diputados (12 principales y 16 suplentes) se produjo gracias a la confabulación entre la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Supremo Electoral, ambos convertidos en una prolongación del FSLN y del presidente Daniel Ortega
En las últimas semanas, Daniel Ortega ha dado pasos agigantados en la consolidación de un proyecto personalista y autoritario con el cual pretende convertir a los nicaragüenses en meros súbditos y no en ciudadanos. Dos eventos destacan por su particular gravedad y simbolismo: el primero, la destitución de 28 diputados del Partido Liberal Independiente, principal organización opositora en el Parlamento; la segunda, el nombramiento de Rosario Murillo, su esposa, como la candidata que lo acompañará en la vicepresidencia en la búsqueda de su tercer mandato consecutivo.
La destitución de los 28 diputados (12 principales y 16 suplentes) se produjo gracias a la confabulación entre la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Supremo Electoral, ambos convertidos en una prolongación del FSLN y Ortega, al admitir el primero y sancionar el segundo una demanda que le quitó la representación jurídica del PLI a Enrique Montealegre, su notorio líder principal desde hace años, para otorgársela a Pedro Reyes, un vividor de la política. Sin duda que las actuaciones de estos poderes están viciadas de ilegalidad y violaciones al debido proceso. Pero dejando a un lado la materia jurídica, debe resaltarse que la decisión viola los derechos civiles y políticos de todos los ciudadanos nicaragüenses, pues se fundamentó en la absurda tesis de que los escaños pertenecen a los partidos en el cual fueron electos los diputados y no al pueblo que los eligió en 2011.
Esta aberración, que estatuye una especie de corporativismo político, ya fue impuesta años atrás en Venezuela por la Asamblea Nacional, cuando se aprobó aquella Ley del “salto de talanquera”, la cual estableció que si un diputado renunciaba al partido en cuyas planchas había sido electo, pasaba a ser destituido automáticamente de su cargo.
Pero esto no es todo. Para que no queden dudas de su proyecto de perpetuarse en el poder, Ortega designó días después a su mujer como la candidata que lo acompañará en la vicepresidencia en las elecciones del 6 de noviembre. De tal forma que, de ganar la disputa, como señalan las encuestas (pues, toda la oposición ha venido siendo anulada de facto) el máximo líder del FSLN estaría formando la segunda dinastía socialista que conoce el mundo, después de Corea del Norte.
Las pruebas de que Nicaragua se encamina a un régimen autocrático de partido único son concluyentes: control de todos los poderes públicos, anulación progresiva del derecho a protestar y manifestar, limitaciones crecientes de la actividad de los partidos políticos, violaciones a los DDHH, entre otros. Ya es hora de que el mundo abandone la indolencia y permisividad que ha existido con la realidad que sufre el pueblo nicaragüense.
Fidel Canelón F
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales
FACES-UCV