Una cosa es abogar por mayor bienestar para los más pobres y otra es apoyar las locuras que este gobierno viene cometiendo desde hace 17 años en materia salarial
Quienes han leído mis artículos pueden dar fe de que siempre me ha preocupado el presente y el futuro de los pobres, pero también he tratado de ser muy equilibrado en el trato con las diversas clases sociales.
Desde mi espacio, siempre he levantado la voz para reclamar el derecho que tienen los trabajadores de obtener un salario digno que les permita adquirir la cantidad suficiente de bienes y servicios y en consecuencia llevar una vida sin tantos apuros económicos.
Una cosa es abogar por mayor bienestar para los más pobres y otra es apoyar las locuras que este gobierno viene cometiendo desde hace 17 años en materia salarial. Observo con profunda tristeza cómo el gobierno le vende proyectos de ensueño a los trabajadores en una forma irresponsable y demagógica.
Aparece el presidente en televisión aumentando el salario en una cantidad que según él solucionará el problema del poder adquisitivo de los trabajadores, pero olvida el alto funcionario contarle a quienes le escuchan que la medicina aunque sea la correcta no siempre cura y cuando es suministrada en dosis inadecuadas también puede segar la vida.
Los gobiernos nunca se han atrevido a contarle a los trabajadores que en el circuito económico no es tan importante la cantidad de dinero que devenguen como si lo es la cantidad de bienes que puedan adquirir con ella.
Omiten este importante detalle para seguir teniendo a la mano una herramienta demagógica que los ayude a granjearse el favor de los trabajadores.
Nunca les contarán que por cada bolívar de incremento que reciban a través de un decreto salarial, este se verá multiplicado por cientos en la escala de los precios.
El fenómeno que yo denomino “ficción salarial” solo vivirá unos días y luego morirá acribillado por los dardos certeros de una voraz inflación que se retroalimenta con cada decreto de incremento que reciben los trabajadores.
Si esto sigue por el camino que va, llegará el momento en el cual necesitaremos carretillas de billetes para comprar el más simple artículo.
En este punto, me viene a la memoria el caso de Italia con su antigua moneda: se requerían millones de “liras” para pagar una simple comida y más bien parecían billeticos de monopolio antes que una moneda oficial.
Para que podamos ser exitosos como país, debemos abandonar la demagogia, y trabajar en forma seria para reencontrarnos con el camino del bienestar y progreso.
Fijémonos como norte lograr la recuperación del poder adquisitivo de nuestra moneda para hacer posible el sueño de toda nación libre: hacer menos pobres a los pobres pero también en ese camino, apuntalar el progreso de todos.
Noel Álvarez
@alvareznv