Los ataques sistemáticos del imperialismo, mediante la guerra contracultural les permite crear en nuestros enemigos un tipo nuevo de zombis a través de una forma de dominio mental que esclaviza
Los zombis son figuras legendarias propias de las regiones donde se practica el vudú, principalmente Haití o en algunos países africanos. Se trata de un muerto resucitado por la magia de un brujo o hechicero para convertirlo en esclavo suyo. Es sinónimo de muerto viviente que hace cosas mecánicamente, como un autómata privado de su propia voluntad mental. A pesar de que ha sido explotado hasta la saciedad por comics, anime, mangas, literatura, películas de cine y de televisión, hay investigaciones que aseguran su existencia, ya que se puede convertir a alguien en zombi, mediante el uso de sustancias como la «detrodotoxina», administrada en una dosis casi letal, lo que es capaz de crear un estado de muerte aparente durante días sin perder la conciencia, y luego administrándole una dosis de «estramonio», el individuo revive, pero ya sin voluntad propia convirtiéndose en esclavo.
En Haití, la creencia en los zombis está fuertemente arraigada, al punto de que algunos familiares antes de enterrar a sus difuntos, les inyectan una gran cantidad de agua salada, o les cortan la cabeza para asegurarse de que no sigan con vida. Hoy en día, los ataques sistemáticos del imperialismo, mediante la guerra contracultural les permite crear a nuestros enemigos, un tipo nuevo de zombis a través de una forma de dominio mental que esclaviza mediante la destrucción auto motivada de la consciencia para generar un inconsciente colectivo, esto mediante los medios de comunicación y las tendencias como lo es el reggaetón, el rap y el pop, estilos musicales que no son propios de nuestra cultura originaria, y así, hacernos perder la identidad, el interés por la historia, y sustituir los hábitos útiles por costumbres autodestructivas no aptas para el desarrollo de la inteligencia y de la salud humana.
Muchos de estos operadores del mal están afiliados en los partidos puntofijistas y enquistados en muchas de las instituciones y espacios ganados por el proceso revolucionario. Y estos a su vez, convierten en zombis desorientados y despolitizados a nuestros compatriotas, camaradas trabajadores y obreros, a nuestros estudiantes y a todo aquel que se cruce por su rango de acción. No precisamente lo hacen con su estudio sobre la detrodotoxina, sino mediante la sugestión directa o indirecta y constante, así como también con sus mensajes subliminales en los medios de comunicación que siguen en su poder. Si no se le combate, esto genera un efecto de angustia colectiva como preludio para convertirse en violencia, manipulando a estos nuevos zombis para crear una nueva estrategia electoral fundamentada en falsas matrices de opinión y así aprovecharse del desconcierto que estos a su vez producen en la población, pero también causa un impacto desmoralizador del ciudadano y de la militancia de izquierda, ya que la descomposición del tejido social causada mediante la contrainsurgencia cultural imperialista es irreversible generacionalmente.
Lo que nos quedaría a los jóvenes revolucionarios, a la nueva vanguardia y a los movimientos juveniles progresistas, es seguir resistiendo esos ataques multifacéticos para poder acumular fuerzas en un bloque único de dirección verdaderamente popular y revolucionario, para resistir, confrontar y avanzar con una nueva forma de respuesta a dichas agresiones sistémicas y avanzar en los procesos de luchas internas en contra de las acciones oportunistas y reformistas que nos cercenan los derechos a los trabajadores de base y siempre terminan respondiendo a los intereses de clase de los más acomodados. Para dar un paso hacia adelante, es de vital importancia la unidad clasista popular de nosotros, los trabajadores, obreros y campesinos, agrupados en las organizaciones de base, que son fundamentales para la lucha y conquista de nuestros derechos, así como también el movimiento estudiantil debe tomar posición adelantada en la lucha por sus derechos y sus intereses, como hijos de los trabajadores de base que son. ¿Quiénes son los que sufren la precarización del transporte universitario, el aumento del pasaje estudiantil que tantos asesinatos le costó al movimiento estudiantil secundarista y universitario de los años 60, 70 y 80 en la dictadura puntofijista, los que se calan la falta de alimentos en el comedor cuando no publican un balance de presupuesto razonable?, ¿quiénes son los que sufren el aumento de las tarifas en los aranceles de grado y la imposición de casas de togas comerciales con precios extravagantes? ¿Quién más que la actual generación de estudiantes tiene la responsabilidad de organizarse y convertirse en vanguardia para defender las conquistas alcanzadas en el pasado y que en la actualidad peligran por conciliación estratégica de algunos sectores entreguistas enquistados en el proceso? ¿”ué más instrumento para la lucha estudiantil como Los Consejos Populares Estudiantiles? Todo esto es un cuadro complejo de lo que se aloja en el epicentro del huracán, pero no es más que otro reto que debe, aún más que superar, conquistar y profundizar este bloque revolucionario único para la lucha política que nos favorezca y abra nuevas perspectivas, y de esta forma no convertirnos en autómatas zombis que se deje llevar por las corrientes, sin criterio ni voluntad propia en la praxis política revolucionaria.
Camilo Arias
aporrea.org