La expectativa creada puede representar un nuevo elemento de tensión que hay que saber manejar, sobre todo si se presentan acciones violentas o se impone la tesis de la prolongación de ese tipo de actuaciones de manera permanente o crónica
La jornada de manifestaciones convocada para el primero de septiembre tendrá, sin duda alguna, una importante participación. Ha sido organizada con tiempo y se han difundido los llamados a asistir por todos los medios. Así que pudiera pensarse en una asistencia numerosa, superior a las concentraciones y marchas realizadas en los últimos tres años, que han sido más bien simbólicas, en lo que se refiere al número de participantes. Sin embargo, dificilmente la movilización que se celebrará la semana entrante superará a aquellas posteriores al 11 de abril de 2002, en las que la oposición planteaba la salida de Hugo Chávez.
Ahora bien, desde ahora habría que ir pensando en los pasos que deben dar las diferentes sectores de la dirigencia del país desde el día de mañana, puesto que el éxito que pudiera tener la movilización desde el punto de vista político y de la asistencia no significa que Nicolás Maduro sale de la presidencia. Así que la expectativa creada puede representar un nuevo elemento de tensión que hay que saber manejar, sobre todo si se presentan acciones violentas o se impone la tesis de la prolongación de ese tipo de actuaciones de manera permanente o crónica.
Como se sabe, la oposición siempre ha dispuesto desde 1998 de una base electoral grande y su porcentaje de seguidores ha rondado, con vaivenes, cifras entre 40 % y 50 %, y en la situación actual, de amplio malestar social por la escasez de alimentos, inflación y altos índices de inseguridad, los niveles de respaldo que registran las encuestadoras hacia el factor representado en la MUD se ha elevado por encima del 50 %. Ahora, para ocupar de nuevo el primer lugar, el sector gubernamental tendría que superar los graves problemas económicos del país.
Este crecimiento de la oposición no significa que la corriente socialista haya perdido completamente respaldo, sino que estamos ante una coyuntura en la que una de las dos grandes fuerzas políticas y sociales del país se eleva y la otra desciende. Flujos y reflujos en los que ninguno de los dos factores desaparece. De no celebrarse el Revocatorio, el momento de una nueva medición de fuerzas electoral será el de las elecciones pautadas en el cronograma del sistema político: gobernaciones, alcaldías y las presidenciales de 2018, momento en el cual todo indica que, si se mantienen las condiciones de hoy, se produciría una alternancia en el Ejecutivo. Ese es el post primero de septiembre que hay que considerar desde ya a través del diálogo, ya que serán dos años de tensiones y de una dinámica social con sus propias demandas y su propio ritmo, más acelerado.
Leopoldo Puchi