José Vicente Rangel, avezado analista de concentraciones públicas, cuantificó la movilización opositora en unas 30 mil personas, ciertamente, muy por debajo de lo que aspiraban sus organizadores
Llevados a efecto los eventos previstos para el 1º de septiembre, en los que, por un lado, la alianza imperial opositora se había planteado realizar una gigantesca movilización, denominada Toma de Caracas, que, por lo menos, de acuerdo a sus propósitos, haría estremecer los cimientos del gobierno bolivariano, sin descartar la jugada interpuesta de forzar su derrocamiento, según se desarrollaran los acontecimientos
Y, por otro lado, en respuesta a tales planes, el gobierno bolivariano y las fuerzas patrióticas concibieron la iniciativa de impulsar, a partir de ese emblemático día, hasta el 31 de diciembre, la contraofensiva popular y de calle a fin de garantizar la paz social y la estabilidad política del país y, dentro de ella, la convocatoria de una marea roja en la avenida Bolívar de Caracas para darle respuesta concreta a la arremetida de la derecha opositora.
Pelusa mitinesca
Pues bien, transcurrido el esperado día con sus elocuentes sucesos, lo que resta es el balance de los hechos, tratando en lo posible de ajustarse al tratamiento objetivo de los mismos.
Analistas de la oposición tanto asesores que pasan por serios (Luis Vicente León) como alabarderos de medio pelo, como El Nacional y La Patilla, ya han salido a calificar la movilización opositora como un rotundo éxito, ubicándola entre 500 mil a un millón de efectivos, ¡una pelusa!, como que si el resto de los observadores no hubiésemos presenciado física o virtualmente lo realmente acontecido.
El propio José Vicente Rangel, avezado analista de concentraciones públicas, en su intervención de presentación del presidente Nicolás Maduro, en el acto de la Avenida Bolívar, cuantificó la movilización opositora en unas 30 mil personas, ciertamente, muy por debajo de lo que aspiraban sus organizadores, cuyos más exaltados promotores, en los días previos, calculaban que en la llamada Toma de Caracas se estarían movilizando unas 12 millones de personas; léase bien 12 millones, así lo auguraban sus impulsores en los mítines relámpagos de promoción en las paradas del metro bus del este de Caracas.
Cariacontecidos
Lo cierto es que las expectativas de la masa opositora no fueron cubiertas; el desánimo, la frustración presente en mucho de los tomistas se hizo sentir por diversas vías, las redes sociales son testigos muy expresivas del desaliento que cundió en las filas opositoras luego de ser partícipes del fiasco que resultó el ansiado acto del 1º de septiembre, los rostros cariacontecidos de estos marchistas al momento del retorno a sus hogares hablaban por sí solos.
No lograron alcanzar la meta establecida con esta convocatoria que tenía un alcance nacional, a pesar incluso, del tiempo utilizado para su organización (cerca de un mes) y de los ingentes recursos, aportados por las arcas imperiales, dispuestos para la logística y desplazamiento y, menos aún, pudieron concretar los objetivos políticos que se habían trazado de poner en jaque al gobierno nacional; particularmente de parte de los sectores ultra radicales opositores que, como se hizo ostensible, con las acciones y detenciones preventivas, por parte de la fuerza pública, de algunos de sus activistas, se pudo constatar la intención de llevar a la práctica acciones insurreccionales destinadas a subvertir el orden constitucional y a poner en riesgo la paz social.
Pero, a la hora de establecer el balance de lo que realmente sucedió con la opositora e imperialista Toma de Caracas, antes que recurrir a subjetividades y enfoques que pudiesen ser parcializados, lo más indicado es apelar a testimonios de parte interesada que bajo ninguna circunstancias puede ser señalada de querer afectar la eficacia de la acción en cuestión.
Gallo pataruco
Este es el caso de la opinión vertida por uno de los más conspicuos dirigentes del ultra radicalismo opositor, como lo es el diputado Freddy Guevara, coordinador nacional del partido Voluntad Popular, cuyo líder señero es el inquilino de Ramo Verde, Leopoldo López, sentenciado a 13 años de cárcel por ser el instigador público de la muerte de 43 venezolanos y venezolanas, al promover y organizar la acción subversiva conocida como la Salida, en el año 2014.
El mencionado parlamentario, en video registrado en internet, sin presión y espontáneamente, para más señas, en la isla del autopista Francisco Fajardo, a la altura de Las Mercedes, frente a un grupo de copartidarios del interior que lo conminaban a desarrollar acciones más contundentes en correspondencia con los propósitos desestabilizadores de la Toma, manifestó que tales acciones no podían emprenderse porque, en palabras textuales, “…no hay suficiente gente para cumplir ningún objetivo”.
Más claro no canta un gallo aunque sea pataruco; a esta expresión del diputado fascista le cabe perfectamente el axioma jurídico “a confesión de parte, relevo de pruebas”, que significa que quien confiesa algo libera a la contraparte de tener que probarlo.
En estas palabras vertidas por Guevara están implícitas dos connotaciones, una más evidente que la otra. Por una parte, está asumiendo que no lograron congregar la masa humana que aspiraban, lo cual explica la frustración apreciada en muchos de los concurrentes y, por la otra, deja entrever que efectivamente sí estaban planteadas acciones de corte insurreccional con las que se pretendía generar un ambiente desestabilizador acorde con la intención de la dictadura imperial de derrocar al gobierno constitucional y truncar de manera abrupta la revolución bolivariana; es decir, aquí tenemos un reconocimiento tácito de la doble derrota recibida.
Ganó la paz
Al no materializarse tal intencionalidad, perfectamente se puede esgrimir la proclama con la que inició el presidente Maduro su intervención ante la marea roja que desbordó la avenida Bolívar, convocada, por cierto, con tan solo un día de anticipación: el 1º de septiembre ganó la paz; y esta idea-fuerza de la paz es la que nos corresponde enarbolar a todos los venezolanos de buena voluntad.
NOTAS PARALELAS/ Miguel Ugas