El caso de este personaje resulta verdaderamente interesante para la historia del crimen en serie, partiendo del hecho de que fue una de las pocas mujeres que asesinó, de una forma sumamente cruel, a un grupo tan elevado de doncellas
No hay historia más cruel y extraña que la de Erzsebeth (Elizabeth) Bathory, una condesa perteneciente a la más alta aristocracia de Hungría, cuya vida estuvo ligada a más de 600 asesinatos de jóvenes doncellas y a una obsesión que la llevó a la locura y finalmente a su propia muerte: mantenerse joven por siempre, para lo cual creyó encontrar en la sangre de sus víctimas la poción mágica que la mantendría alejada de la vejez.
La condesa Elizabeth Báthory nació en Nyírbátor, Hungría, el 7 de agosto de 1560 y falleció en el Castillo de Cachtice, actual Trencín, Eslovaquia, el 21 de agosto de 1614. Perteneció a la aristocracia húngara y a una de las familias más poderosas de su país en aquel tiempo.
Según la leyenda, Elizabeth Báthory vio a su paso por un pueblo a una anciana decrépita y se burló de ella. La anciana, ante su burla, la maldijo diciéndole que ella también estaría como una vieja en poco tiempo. Cuando la condesa tenía 44 años, la maldición empezó a verse reflejada en su cuerpo.
Testimonio cruel
Según el testimonio del conde Jorge Thurzó (primo y enemigo de Elizabeth, encargado de investigar los crímenes de la despiadada mujer), cuando su ejército llegó al castillo de la condesa, el 30 de diciembre de 1610, lo primero que vieron fue a una sirvienta en el patio, en estado agónico, debido a una paliza que le había fracturado todos los huesos de la cadera.
Esto era práctica corriente y no les llamó la atención, pero al acceder al interior se encontraron a una chica desangrada en el salón y otra que aún estaba viva, aunque le habían agujereado el cuerpo. En la mazmorra encontraron a una docena que todavía respiraba, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas en varias ocasiones.
De la parte de abajo del castillo exhumaron los cuerpos de 50 muchachas más y el diario de Elizabeth contaba, día por día, a sus víctimas, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y asesinadas. Todo el castillo estaba cubierto de manchas oscuras de sangre y despedía un tenue olor a putrefacción.
La historia revela que la masacre empezó en 1604, poco después de la muerte de su marido. Una de las sirvientas adolescentes de la condesa le dio un involuntario tirón de pelos mientras la estaba peinando. Elizabeth reaccionó reventándole la nariz de un fuerte bofetón (trato común para la servidumbre de la época), pero cuando la sangre salpicó la piel de la temible dama, a ésta le pareció que donde había caído desaparecían las arrugas y su piel recuperaba la lozanía juvenil.
La condesa, fascinada, pensó que había encontrado la solución a la vejez y siempre podría conservarse bella y joven. Tras consultar a sus brujas y alquimistas y con la ayuda del mayordomo Thorko y la corpulenta Dorottya, desnudaron a la muchacha, le hicieron un profundo corte en el cuello y llenaron una bañera con su sangre. Elizabeth se bañó en la sangre y la bebió para recuperar la juventud.
Entre 1604 y 1610 los sirvientes de Elizabeth se dedicaron a proveerla de jóvenes entre nueve y 26 años para sus rituales sangrientos. Igualmente tomó la costumbre de quemar los genitales a algunas sirvientas con velas, carbones y hierros por pura diversión. También generalizó su práctica de beber la sangre directamente, mediante mordiscos en las mejillas, los hombros o los pechos. Para estas cuestiones privadas se apoyaba en la fuerza física de Dorottya Szentes.
En 1609, Elizabeth, por la falta de sirvientas en la zona como consecuencia de tantos crímenes, cometió el error que acabaría con ella: comenzó a tomar a niñas y adolescentes de buena familia para educarlas. Algunas de ellas comenzaron a morirse pronto por las mismas causas misteriosas y desconocidas. Muchos cuerpos se ocultaron en lugares insensatos, como campos cercanos, silos de grano o el río que corría bajo el castillo.
Finalmente, una de las víctimas logró escapar e informó a las autoridades religiosas, dando pie a la investigación de Jorge Thurzó. En 1612 se inició un juicio, pero Elizabeth se negó a declararse inocente o culpable y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores, quienes fueron decapitados y sus cadáveres quemados. A sus brujas Dorotea, Helena y Piroska les arrancaron los dedos con tenazas al rojo vivo por haberlos empapado en sangre de cristianos y las quemaron vivas.
La ley impedía que la condesa fuese procesada, por lo que fue encerrada en su castillo y condenada a cadena perpetua. El 21 de agosto de 1614, uno de los carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo. La condesa Elizabeth Báthory estaba muerta después de haber pasado cuatro largos años emparedada, sin ni siquiera ver la luz del sol.
De buena educación
A diferencia de la mayoría de mujeres y de una gran cantidad de los hombres de su tiempo, la condesa Elizabeth Báthory había recibido una buena educación y su cultura era excepcional. Hablaba perfectamente el húngaro, el latín y el alemán, mientras que un gran porcentaje de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir.
Edda Pujadas
@epujadas.