La elección entre una Hillary proclive a una reforma a las leyes de inmigración como una vía «a la ciudadanía plena e igualitaria», y el belicoso y xenófobo de Trump es fácil
Esta semana dos temas acapararon la atención a nivel internacional: la firma de la paz en Colombia y el debate ente Hillary y Trump. Paz y debate; debate y paz. A todas estas, ¿de qué va el debate en el mundo sobre cómo construir la paz?
Hace rato que fue superada la idea simplista de que la paz es lo opuesto a la guerra. Sin embargo, hay quienes todavía rigen su conducta por esta máxima suicida. Trump, es uno. De ganar, “reconoceré Jerusalem como la capital de Israel”, dijo. Eso no resuelve nada; al contrario, es una declaración de guerra.
La paz, como dijera una vez Juan Pablo II, no se conquista, no se impone, se construye. La paz es, ante todo, obra de justicia. Por eso cada vez más se la vincula con la promoción y defensa de los Derechos Humanos (DDHH).
A principios de este nuevo siglo, el debate sobre la construcción de la paz giró en torno a la necesidad de fortalecer la “gobernanza global” y subsanar los déficit democráticos que existen mediante un relanzamiento de las organizaciones de integración regional y una decidida apertura a las organizaciones de la sociedad civil y otros actores como los poderes locales, lo cual supone revisar los mecanismos que aseguran su representatividad y transparencia. Y no es que el tema haya sido superado, sino que el incremento de las migraciones y el terrorismo han potenciado las identidades y esto ha desplazado el énfasis de la gobernanza global a los DDHH.
En este contexto, la elección entre una Hillary proclive a una reforma a las leyes de inmigración como una vía «a la ciudadanía plena e igualitaria», y el belicoso y xenófobo de Trump es fácil. Pero una cosa es lo que uno quiere y otra lo que dicen las encuestas. La verdad, Clinton no la tiene fácil.
En lo que a Colombia se refiere, sin desmerecer para nada el trabajo de “paciencia y diplomacia” que hizo posible el acuerdo, llamamos la atención sobre las dificultades de su implementación, sobre todo en lo que tiene que ver con la reintegración a la sociedad de los que abandonan las armas. Piénsese, por ejemplo, en el caso de los niños soldados. Pero, además, está el problema del corrimiento de la arruga; o sea, cómo algunos (mal) acostumbrados a obtener las cosas a la fuerza y/o por medios ilícitos pudieran sentirse tentados a cruzar la frontera con Venezuela, donde un gobierno que se dice de izquierda y se emparentó con la guerrilla colombiana al casarse con el narcotráfico, podría estar considerando su “fuerza de choque” de cara a la oposición interna.
Un debate en paz de las ideas sobre un nuevo modelo de país en el marco de elecciones generales después de revocado Nicolás sería el escenario ideal para Venezuela en el 2017. Ojalá se dé. Depende de todos y cada uno de nosotros.
En fin, que hablar de paz puede parecer ingenuo; sin embargo, resulta de la mayor importancia, sobre todo si lo consideramos en el marco de los DDHH.
María Gabriela Mata Carnevali
Profesora de la Escuela de Estudios Internacionales
FACES-UCV