El gran capital transnacional adelanta una ofensiva re-colonizadora tomando el control de vastos territorios en el continente, con enormes potencialidades agrícolas y mineras, para reimpulsar el extractivismo y la re-primarización de las economías de la región
El Movimiento de No Alineados (Mnoal), formado por 120 de 193 Estados que integran la ONU, decidió realizar la siguiente Cumbre en Margarita (2016) en su XVI Cumbre realizada en Teherán (2012), en la cual Venezuela asumiría la presidencia del grupo por el período 2016-2019. Con esa distinción le hizo un reconocimiento al reimpulso que le dio la revolución bolivariana, liderada por Hugo Chávez, a la lucha anticolonial y antiimperialista en el siglo XXI, hacia la construcción de un mundo pluripolar y multicéntrico.
En perfecto alineamiento con la política exterior estadounidense, la MUD intentó sabotear y minimizar la importancia de la Cumbre, mientras aplaudía con euforia la conspiración montada por el eje neoliberal Temer-Macri-Cartes para expulsar a Venezuela del Mercosur, a la cual se sumó vergonzosamente el gobierno uruguayo. Son señales inequívocas de la incondicionalidad a los designios de Washington, que ese sector opositor apátrida ha exhibido sin pudor en los últimos 17 años.
A pesar de las presiones y grandes dificultades que tuvo que sortear el gobierno en las actuales circunstancias para organizar un evento de esa magnitud, el presidente Maduro asumió la presidencia del Mnoal. Con ese carácter denunció que «Venezuela está enfrentando una arremetida global que es contra toda América Latina y el Caribe, una arremetida que pretende reimponer, recolonizar la política, la economía, la cultura y la vida de nuestros países». Ciertamente, el gran capital transnacional adelanta una ofensiva re-colonizadora tomando el control de vastos territorios en el continente, con enormes potencialidades agrícolas y mineras, para reimpulsar el extractivismo y la re-primarización de las economías de la región. Promueve la minería a gran escala y los agronegocios basados en monocultivos. Ambos, incompatibles con la preservación de los ecosistemas que sustentan la vida, el agua, la biodiversidad y la sobrevivencia de los pueblos indígenas. Son además, funcionales al capitalismo dependiente neocolonial. Paradójicamente, el Arco Minero del Orinoco decretado por el presidente Maduro, es quizás el proyecto más emblemático de esa avanzada re-colonizadora que él mismo fustiga. ¿Se trata de un doble discurso? ¿Un salto atrás? ¿Con que auctorita va a liderar la lucha contra el colonialismo del siglo XXI? Esa es la cuestión.
Gustavo Márquez Marín
aporrea.org