31 años de su vida los dedicó al cuido de pacientes en el viejo hospital “Dr. Francisco Rafael García”, actividad que compartió como partera de madres, veteranas y novatas, en el valle de Guarenas-Guatire
Lucidez total en sus expresiones, buena salud y el disfrute de la atención y el amor de los hijos que le sobreviven, sus nietos y biznietos, marcan la vida de Francisca Arocha, “Panchita”, como cariñosamente se la conoce, quien durante 31 años dedicó días y noches en su sagrada profesión como enfermera en el hospital “Dr. Francisco Rafael García” de Guarenas, bautizado en honor al ilustre médico nativo de la Perla de Miranda, con la que le correspondió compartir guardias durante muchísimos años.
Panchita nos recibe al mediodía en su hogar al final de la calle El Parque, donde aguarda para la entrevista, con hojas de papel y un bolígrafo a su lado que nos llaman la atención y le preguntamos, si se dedica a escribir inspiraciones, pero nada de eso: lleva en esas cuartillas el número de llamadas recibidas en su día de cumpleaños, este martes 4 de octubre, a la hora, pasadas las 12 del mediodía llevaba 72.
-Me han llamado mis hijos, mis nietos, tengo llamadas de Portugal y de Brasil, así como desde Maracay, Valencia, Higuerote, Guatire y naturalmente de amigos y familiares de nuestra Guarenas.
“Yo nací en Caracas, en El Valle, el 4 de octubre de 1926, y desde los seis años resido en Guarenas, pueblo que siendo como mi propio terruño”, nos dice, para insistir en que su primera estadía en este valle fue en la antigua hacienda Casarapa, donde su padre, Ubaldo Arocha, se desempeñaba como capataz de gañanes, las personas encargadas del trabajo de los bueyes. Su madre Petra González de Arocha le enseñó el trajinar de una casa, el orden, pero sobre todo a cocinar, nos dice con orgullo, destacando en sus enseñanzas la preparación de una sopa de costillas, esa de los domingos que le gusta tanto a mis hijos, a mis nietos y los amigos de la familia.
31 años en la profesión
Panchita recuerda como comenzó su actividad en el antiguó hospital de Guarenas, hasta su jubilación en 1976.
-Tenía 19 años, toda una pavita, y comencé a trabajar en la lavandería, pero siempre pendiente de las personas que me rodeaban, de los médicos y enfermeras, y en especial de los pacientes, y fue así que una doctora puertorriqueña me dijo un día, que yo debía ser enfermera porque vio en mi las cualidades de la entrega y dedicación para con los pacientes, en especial los niños, y así comencé prestando mucha atención a sus instrucciones y enseñanzas sobre la profesión a la que me entregue por completo, con el agregado de aprender las técnicas para traer al mundo a nuevas vidas, y así me convertí en partera, siempre bajo la orientación de mis amigos médicos.
-¿Cuántos nacimientos recuerda haber asistido?
-Yo no llevo la cuenta, pero deben estar cerca de cien nuevos guareneros y guatireños los que pegaron su primer llanto por estas manos, nos dice orgullosa de su profesión.
-¿Y las anécdotas como enfermera?
Recuerda Panchita los momentos complicados de su profesión, como cuando el doctor Ferrer decidió que debía trasladarse a Caracas a un señor que había sufrido un accidente de tránsito y tenía una oreja guindando, y yo me ofrecía para suturarlo, y lo hice con tal delicadeza que el hombre se fue más tranquilo, y una vez que estaba de visita al cementerio, se me acerca una persona y me dice: señora, usted es la persona que me pegó la oreja en el hospital,
mire, ni una marquita me quedó, muchas gracias, Dios se lo pague… me señaló y por supuesto le recibí el agradecimiento.
También entre sus escarceos en el ejercicio profesional evocó cuando una tarde se percata de algo extraño en parte del techo del hospital, en la calle Bolívar de Guarenas, al lado de la Prefectura, cuando ve a un hombre y le dice: “que haces tú allí”, y la respuesta fue, me quiero ir, yo no estoy acostumbrado a estar en una celda… y le conminé a que se regresara, porque si estaba preso debía pagar su falta, y el hombre, cuyo nombre no voy a revelar, enfatiza, se regresó para el comando policial.
Asimismo la destaca profesional de la enfermería, formadora de aprendices, nos refirió que por pedido de varios médicos fue transferida al hospital Santa Marta, en Guatire, para que adiestrara a jóvenes en la profesión, donde permaneció durante un año, “pero no me acostumbre a esa viajadora y regresé a prestar mis servicios en el hospital “Dr. Francisco Rafael García”.
Recuerda Panchita con sobrado cariño a los médicos con quienes le correspondió compartir atenciones a pacientes en el viejo hospital de Guarenas, como el doctor García, y los doctores Figallo, Azopardo, Omaña, Medina, Morin, Ferrer, Pérez Barros, entre otros destacados profesionales de la medicina, así como sus compañeras en la enfermería, “las que no voy a comenzar a nombrar no se me quede un nombre en el olvido, y eso sería imperdonable, pero a todas las recuerdo con mucho cariño”, enfatiza.
Un recuerdo especial tiene Panchita para con el Presbítero Argentino Sabena, quien por mucho años se desempeñó como Cura Párroco de Guarenas, quien prácticamente la convirtió en su enfermera particular. “Siempre le atendí de sus dolencias, tenía sus inyecciones y medicamentos al día, y eso permitió naciera una bonita amistad”. Asimismo prestaba atención particular en casos de enfermedades y dolencias, a las monjas adscritas al Colegio Parroquial “Jesús María Marrero”.
De buena salud
No se queja Francisca Arocha de su salud, opinión que comparten sus hijos Aquilia, Nitza, Eduardo, César, Nilda y Orlando. Sus dos primeros vástagos, Pedro Rafael y Zulay, no se encuentran entre nosotros; ellos descansan en paz.
-Gracias a dios y a la virgencita de Copacabana soy una mujer sana; mi mala suerte fue una caída que me provocó fractura de cadera y la implantación de una prótesis, pero yo me defiendo, a diario cocino y le atiendo a mis muchachos, con mucha dedicación.
-Precisamente eso es lo que falta hoy en el servicio de salud, dedicación, y no lo digo por los profesionales de la medicina, de la enfermería y paramédicos, sino por las autoridades que deben ser rigurosos en que los dispensarios, ambulatorios y hospitales nada falte, para que la gente no pase trabajo como hoy en día. “Antes éramos ricos, y no lo sabíamos, ahora somos pobres, y la salud está en el abandono por carecer de recursos para atender a la gente como debe ser”, reflexiona Panchita al termino de esta agradable conversación por su cumpleaños noventa, que no termina sin su recuerdo a nuestra madre, Josefina Yolanda Blandín de Castro, a quien junto al doctor Francisco Rafael García, atendió el parto la noche del 21 de septiembre de 1948, que nos permitió ver por primera vez la luz en este pequeño pedazo de la patria.
Feliz cumpleaños, bendiciones, y muchísimos años más de vida para Panchita.