Hoy nuestra nación vive el desastre más grande de su historia, no hay alimentos, no hay medicamentos, nuestros hogares y bienes se deterioran en una forma brutal…
Desde muy pequeño se nos enseñó que «la caridad comienza por casa” y que la misma no puede hacerse en perjuicio de la familia o la persona que la realiza. También se nos dijo, hasta saciar, que “dejar de amar a Dios por amar a Dios, no es amar a Dios».
Sacar a relucir estas dos expresiones populares nos abren el camino para hacer la grave denuncia de la ayuda humanitaria que Maduro hizo llegar, prontamente, a Haití y a Cuba, por los desastres que ha ocasionado el huracán Matthew. Que conste que no queremos decir que no necesitan la ayuda del mundo para recuperarse de los graves daños sufridos y poder consolar a los que perdieron sus familiares, sus viviendas y todo aquello que era el día a día de su vida.
Pero es que hoy nuestra nación vive el desastre más grande de su historia, no hay alimentos, no hay medicamentos, nuestros hogares y bienes se deterioran en una forma brutal, ya que no hay repuestos para las reparaciones, y si por casualidad se encuentran en algún lado, el pueblo no podrá comprarlos debido a que el salario y lo que gana un venezolano promedio no le alcanza ni para poder alimentarse en forma regular, como estábamos acostumbrados en la IV República. Si eso pasa en un compatriota catalogado en el status de promedio, qué queda para los que pertenecen a las clase más humildes, como las llamadas C, D y E. Solo queda la imagen cruel de tener que ver gente recogiendo algo para comer de la basura, mientras otros se convierten en prostitutas, asesinos, ladrones, etc., para llevarle la comida a sus hijos y los que deben ser considerados malhechores se dedican al bachaqueo. No deseo seguir mencionando estos bochornosos hechos que tienen como culpable al gobierno nacional y sin embargo Maduro y su régimen tienen la desvergüenza de mandar ayuda humanitaria a Cuba y Haití.
Ayuda humanitaria es la que este depravado sistema del socialismo del siglo XXI no permite que llegue a nuestro país y prefieren que nuestros niños mueran de hambre o por falta de insumos médicos a las puertas de los hospitales, algo que de igual manera lo vemos en los adultos y en las personas de la tercera edad. No me puedo imaginar qué piensan nuestros gobernantes que, sabiendo la necesidad de nuestra nación, no nos prestan el auxilio necesario para poder lograr un nivel de vida justo y honesto.
Hoy no hablamos con la razón, como siempre lo hemos hecho, lo hacemos con el corazón, no solo porque lo vemos, si no porque hoy nos ha tocado vivirlo en carne propia. En lo particular, quien escribe la presente nota, puede morir en cualquier momento o simplemente quedar incapacitado, ya que no se consiguen los siguientes medicamentos: Pradaxa de 150 mg, que debemos tomar uno en la mañana y otro en la noche o su sustituto Xarelto de 40 mg; tampoco encontramos el Carvedilol de 12.50 mg, que igualmente debemos tomar uno en la mañana y otro en la noche (para la tensión); y por último la Amiodarona de 250 mg, la cual debemos tomar una al día (para la arritmia cardíaca), entre otros medicamentos. No tomar esas medicinas perjudica mi salud integral, porque soy un paciente infartado que sufro de arritmia cardíaca y de fibrilación auricular. Ahora creo que todos entienden lo que estoy tratando de decir y la razón por la cual, por mi estado de salud y del pueblo venezolano, es que debemos rechazar la actitud demagógica con el mundo del que hoy ocupa la presidencia de la república al regalar todo lo que hoy necesitamos en Venezuela y principalmente quienes no disponemos de dólares ni aviones oficiales para comprar alimentos, medicamentos y otras cosas de lujo en el extranjero.
El Revocatorio es una necesidad, y lo lograremos, y ojalá algunos de los culpables de este desastre tengan que ir a padecer a las puertas de un hospital y no encuentren ni siquiera curitas. Perdóname Señor, pero recuerdo, nuevamente: “dejar de amar a Dios por amar a Dios, no es amar a Dios».
Salomón Benshimol R
sbenshimol@yahoo.com