De la reunión en la embajada, el lunes 31 de octubre, salieron coreando que quedaba suspendida la marcha a Miraflores
Todavía está fresca en la retina de millones de espectadores la imagen grotesca de la señora Hilary Clinton, a la sazón Secretaria de Estado del gobierno de Barack OBama, cuando en un programa televisivo pronunció, creyendo que no estaba al aire, aquella lapidaria frase “viajé, vi y murió”, para celebrar con una sonora carcajada la muerte de Muamar Kadaffi, legendario líder y Jefe de Estado de la República Arabe Libia, hecho con el que terminó de consumarse (2011) uno de los acontecimientos más ignominiosos y deplorables de la historia política contemporánea: la destrucción de ese país árabe y el sacrificio de su pueblo. Cómo sería la magnitud de tan inmoral acción invasora que el propio Obama reconoció, luego, que ese había sido el más grande error de su administración.
Guardando las distancias, tanto por su naturaleza como por su implicancia, tal imagen se nos vino a la memoria cuando observamos la foto que testimonia la reunión que sostuviera, en la sede de la embajada norteamericana en Caracas, el pasado lunes 31 de octubre, el Subsecretario de Estado para América Latina del gobierno estadounidense, Thomas Shannon, con voceros de la oposición venezolana, oportunidad que motivó al Secretario Ejecutivo de la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Jesús «Chúo» Torrealba a declarar, de lo más contento, que el diplomático gringo les dio la certeza de que el Gobierno de Estados Unidos respalda la iniciativa del diálogo que se está llevando en Venezuela, “pero no contradice en nada lo que se está haciendo en la OEA, ONU, en la región o en el Parlamento europeo”.
Estira y encoge
Hemos sostenido que la oposición derechista venezolana de esta hora se ha venido caracterizando por el más obstinado cretinismo político, es decir, por una alta dosis de idiotización en su quehacer político, manifestado en un cúmulo de desaciertos que cada vez le obstaculiza, a Dios gracias, la posibilidad de encontrar el camino que le permita coronar el anhelo de aposentarse nuevamente en el Palacio de Miraflores. Característica que se acentúa y se pone en evidencia con su errática actuación de los últimos días y, precisamente, por la desvergonzada postración ante este emblemático representante del imperio.
Sí, está claro que la desesperación y la dispersión presente en su seno le imposibilita mantener una posición coherente a la hora de tomar una decisión. La existencia de los grupos fascistas y anarquistas en su interior lleva a la dirección opositora a hacerle cada vez mayores concesiones a la intemperancia y desenfreno de las tendencias ultra radicales, jugando al oportunismo y sometiéndose al chantaje de los acólitos de Leopoldo López y de María Corina Machado y compañía. Es un estira y encoge permanente que le genera una profunda y creciente frustración a su confundida base política, a la cual le hacen ver y creer que el gobierno va a ser derribado, cada cierto trecho, en los próximos días, lo cual no pasa de ser un mero espejismo en una trama vaporosa de inocua ilusión.
Bravuconadas
En estos últimos días, mientras insisten en su sainete de la Asamblea Nacional de desconocer al resto de los poderes públicos, de mantener el desacato al Tribunal Supremo de Justicia, de hacerle un juicio político al Presidente de la República, a sabiendas que esa figura no está contemplada en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al mismo tiempo se plantean acciones de calle que no han resultado más que bravuconadas que no pasan de ser escaramuzas que, si bien, generan angustias en la población, no constituyen amenaza alguna al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro. Más, por el contrario, este se afirma cada día que pasa, capeando el temporal y avanzando en el plan trazado para enfrentar la guerra económica, que, en definitiva, orquestada por la coyunda entre las compañías transnacionales y la burguesía comercial-importadora, es el sustrato real de la cual se nutre, por sus efectos perversos en la cotidianidad del pueblo, tal cual rémora, la inepta oposición política.
Iban a salir del gobierno a los 6 meses después de haber asumido, el 5 de enero, el control de la Asamblea Nacional, pasados estos, se plantearon que la salida ocurriría el 1º de septiembre, luego que era el 7 de ese mes, posteriormente la expectativa la pasaron para el mes de octubre, que a su vez la postergaron para el pasado 3 de noviembre y ahora la fecha clave es el 11 de noviembre y después …y después …y así será hasta que se agoten en ese mal cuento de nunca acabar.
Ambigüedad
Mientras tanto, han estado sucumbiendo en la aceptación o no del diálogo propuesto por el gobierno bolivariano. Más ambiguos no han podido resultar, se reúnen a escondidas con los representantes bolivarianos condicionando a que no se hagan públicos tales contactos, que, entre mayo a la fecha, suman alrededor de 70, según manifestó, recientemente, el dirigente bolivariano Jorge Rodríguez.
Cuando por fin se presentan públicamente a la reunión el domingo 30 de octubre, facilitada por el enviado del Papa, monseñor Claudio María Celli, los tres expresidentes (Rodríguez Zapatero, Fernández y Torrijos) y el Secretario General de Unasur, Ernesto Samper, lo hicieron sosteniendo, que, de todas formas, el martes 1º de noviembre iban a proceder a hacerle el, de por sí, ilegal juicio político al presidente Maduro y que la carta de despido, con una gigantesca manifestación, se la iban a llevar a Miraflores el jueves 3 de noviembre.
Evidente sumisión
Otra bravuconada más, sobre todo de los fascistas ultra radicales de Voluntad Popular, Vente Venezuela y de algunos otros disociados, que no pasó de ser un mero alarde que solo sirvió para evidenciar la sumisión opositora al imperialismo norteño pues, de la reunión en la embajada, el lunes 31 de octubre, salieron coreando que quedaba suspendida la marcha a Miraflores; la frase de Shannon bien podría ser “viajé, hablé y la MUD …reculó”. Está claro que los gringos, zamarros ellos, no ponen todos sus huevos en una sola canasta o sus piezas en una sola jugada.
NOTAS PARALELAS / Miguel Ugas