Una de estas mañanas, Coromoto fue abordada por una vecina para pedirle el favor que le prestara una carretilla para trasladar hasta su casa unos pollos que habían comprado en su cuadra. Y ella, siempre ávida de mente, le dijo que se la prestaba si le daban uno de esos pollitos
7:00 am
Coromoto, exatleta y extrabajadora, hoy goza de una jubilación tranquila. Con hambre, pero tranquila. Pesa un poco más de 40 kilos, pero ella no se complica, trata de vivir la vida y ya, luchando siempre.
Todas las mañanas se levanta muy temprano, saca su carretilla, recoge la basura y se dirige unos metros más allá de su casa a colocarla en el lugar donde es recogida por los camiones que hacen el servicio de aseo urbano. Que no es que pasan todos los días. Pero pasan y cumplen, a medias.
Una de estas mañanas fue abordada por una vecina para pedirle el favor que le prestara la carretilla para trasladar hasta su casa unos pollos que habían comprado en su cuadra varios de sus vecinos. Y Coromoto, siempre ávida de mente, le dijo que se la prestaba si le daban uno de esos pollitos.
Medio en broma, medio en serio, porque la situación actual en el país lo amerita, la vecina de Coromoto aceptó el trueque; pero en lugar del pollito le regaló de vuelta una tetica de café.
«Es que la cosa está difícil para todo el mundo», le comentó Coromoto a su hermana Francisca. «Ahora uno tiene que conseguir las cosas como sea», acotó. «Fíjate, no me dio el pollito, pero me conformo con el café, que está muy escaso», agregó. «Ustedes se burlaban cuando al fulano aquel hablaba del trueque como si estuviera descubriendo el agua tibia; y se reían porque creían que no íbamos a llegar a eso. Pues llegamos, así están las cosas», sentenció.
Coromoto ya es una experta. Si tiene un arroz que nunca sobra, pero por allá tiene una pasta, lo ofrece a cambio de una azúcar o un kilo de harina de maíz. «Es mejor que hacer colas; y yo no estoy para eso, la verdad», comentó hace poco a unas amigas.
2:00 pm
La canilla a 400 bolívares sigue ahí, en el sector El Samán de Guarenas, pomposa, como si no hubiera autoridad, un alcalde, un fiscal de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos de Venezuela (Sundde).
Pese a que en reiteradas ocasiones se ha dicho que la canilla cuesta mucho menos que eso, la realidad es que la Sundde está lejos de controlar la venta incontrolable del pan, cuyos fiscales son capaces de sacrificar a una panadería por que afuera la gente hace colas o porque se sale de los cánones de sus providencias, de sus mandatos.
¿Y qué pasa con la canilla a 400 bolívares que venden en la redoma de El Samán, en Guarenas? ¿Dónde la hacen? ¿Con qué harina? ¿Ese pan es elaborado por un consejo comunal, un panadero comunal o una panadería que redondea sus ganancias con la vente de los buhoneros? ¿Y los fiscales de la Sundde? ¿Y el alcalde?
6:00 pm
¿Como va a creer Eduardo en los Claps, los gallineros verticales, los conucos urbanos, y la universidad que iba a funcionar en Miraflores, si a su comunidad la bolsita de comida ha llegado una sola vez desde que está siendo aplicado ese programa de alimentación? Lo peor de todo es que siente que hay mucha gente ganada a la idea de apoyar o tapar lo que considera una sinvergüenzura, con tal de no hacerle daño «al proceso». Incluso, hay unos ya vestidos para celebrar las fiestas que vienen, aunque no haya comida, aunque no haya nada que celebrar. Si la bolsa no llega, ¿llegarán los ingredientes baratos para las hallacas? ¿Llegará el pernil? ¿A cuántas horas de humillación habrá que someterse para comprar un pernil? Eduardo vive en una comunidad pobre, vulnerable. ¿Sabrán en la ONU que en Venezuela hay comunidades vulnerables que no reciben la comida barata prometida por el gobierno? Eduardo se sintió ofendido viendo y escuchando al Presidente hablando de salsa, se supone que bien comido a esa hora, y más ofendido cuando le escuchó decir que había aprobado una «platamentazón» impresionante para la celebración del Suena Caracas, cuando el único sonido que escucha Eduardo por estos dias es el que sale de su estómago y el de sus hijos. Y hay gente que aplaude eso, que todavía marcha, que va a ir a esos conciertos y hasta es capaz de ponerse un bigote postizo como el de «su» presidente, como si hay que premiar el desempeño de aquel por bueno, por excelente, como capaz de hacerle llegar las bolsitas a toda la gente que la necesita.
«Medio en broma, medio en serio, porque la situación actual en el país lo amerita, la vecina de Coromoto aceptó el trueque; pero en lugar del pollito le regaló de vuelta una tetica de café…»
Edwar Sarmiento