Artículos escritos para La Voz por los profesores de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela. La responsabilidad de las opiniones emitidas en sus artículos y Notas Internacionales es de los autores y no comprometen a la institución.
Toca a los antisistema de derecha
En esta segunda década, estos movimientos y personajes contrarios al “establishment” siguen en la palestra pública, pero ya no son exponentes de la izquierda revolucionaria, sino del conservadurismo de derechas
Leonel A. Ferrer
La primera década del siglo XXI se caracterizó por un ascenso exponencial de los movimientos antisistema de la izquierda. Vale decir, aquellos que se enfrentaron al establishment o status quo político, en especial en Latinoamérica, el ala radical del justicialismo (kichnerismo) en Argentina con sus piqueteros, el Brasil del Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva y Dilma Roussef con sus movimientos de los llamados “Sin Tierra”, el resurgimiento del sandinismo en Nicaragua y el denominado socialismo del siglo XXI, doctrina política heterogénea cuya génesis se gestó en Venezuela y se expandió como un virus al Ecuador de Rafael Correa, a la Bolivia de Evo Morales, al Paraguay de Fernando Lugo y a la Honduras de Manuel Zelaya, conjuntamente con movimientos en el norte del hemisferio como el de los “Indignados” en Estados Unidos y Europa, fueron los grandes protagonistas de la primera década de dos mil.
Ahora, en esta segunda década, estos movimientos y personajes contrarios al “establishment” siguen en la palestra pública, pero ya no son exponentes de la izquierda revolucionaria, sino del conservadurismo de derechas.
¡Señores!, la derecha ha vuelto y temo que no por poco tiempo. Liderazgos como los de Marie Le Pen del Frente Nacional en Francia, el euroescéptico Nigel Farage del UKIP en el Reino Unido, Lutz Bachmann con su movimiento Pegida en Alemania; Viktor Orbán en Hungría; Geert Wilders en los Países Bajos y Norbert Hofer en Austria, entre otros, son algunos de los ejemplos de que los antisistema de derecha no están solos, sino potenciados.
Sus mensajes directos, sencillos y elocuentes que tocan temas sensibles para la población, muchas veces amordazada por la etiqueta de lo “políticamente correcto” hacen de ellos fenómenos tremendamente populares y caldo de cultivo para los desesperanzados de la sociedad.
Esa es la realidad del contundente triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. Su discurso que irritaba a los negros, latinos y miembros del establishment, era cónsono con un sentimiento masivamente popular del hombre blanco americano de clase trabajadora, a ellos habló y por ello, a pesar de haberle dado la espalda hasta los medios de comunicación social tradicionalmente conservadores, como Fox News y prominentes figuras del partido republicano, no obstante, ganó.
El mundo quiere orden y salir del desconcierto generado por el idealismo caótico del progresismo izquierdista, que a cuenta de una supuesta igualdad, sacrifica las libertades públicas y la seguridad de las personas. Si ellas encontraran en estos nuevos personajes lo que buscan, será un asunto de la absoluta responsabilidad de la clase política de cada sociedad.
NOTA INTERNACIONAL: Venezuela y Trump
Félix G. Arellano
En Venezuela crece la incertidumbre sobre el futuro de las relaciones con Estados Unidos y su nuevo presidente Donald Trump. Por una parte, existe la confianza que se podrían reconducir las relaciones y prontamente nombrar embajadores; empero, también hay desconfianza que al reactivar el proyecto del oleoducto de Keystone, vetado por el presidente Obama, que desde Canadá abastecería de petróleo la costa este, se podrían afectar nuestras exportaciones petroleras.
Igualmente preocupa el menosprecio de Trump por nuestra región, sus duros comentarios contra los latinos, su deseo de revisar y eventualmente eliminar el acuerdo comercial con México y Canadá. Llama la atención su menosprecio por temas tan importantes como: derechos humanos, institucionalidad democrática y libertad de expresión; temas centrales de la llamada “doctrina Obama”. Este posible vacío exigirá que los gobiernos latinoamericanos desarrollen una estrategia más activa a nivel hemisférico que permita consolidar las democracias en la región.