¿Será mera coincidencia u obedecerá a una cómplice inteligencia que busca sembrar, en el sentido común del pueblo venezolano, la idea de que se vive bajo los efectos de una dictadura, y con ello crear el caldo de cultivo que justifique el empleo de cualquier tipo de acción, por más deleznable que pueda ser, para propiciar la salida o el derrocamiento del gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro?
Prácticamente desde el ascenso del bolivarianismo al gobierno del país, buena parte de sus objetores han asumido que tal ejercicio gubernamental ha estado signado por la modalidad dictatorial aunque revestido de un barniz democrático; llamando la atención que tal enfoque es compartido tanto por actores sin mayores pretensiones teóricas como por laureados académicos que, a pesar de la rigurosidad científica acreditada, también lo suscriben.
Absoluta libertad
En el primero de los casos nos encontramos con apasionadas activistas como María Corina Machado, Lilian Tintori, entre otros, que simplemente destilan su intencionalidad política, caracterizando al régimen actual como dictatorial, pero, eso sí, obviando que esa caracterización la pueden pregonar en un marco de la más absoluta libertad que les permite pasearse por todo el país y rodeadas de un mar de micrófonos que se hacen eco de sus afirmaciones. Curiosa dictadura esta que consiente que sus adversarios hagan uso de las libertades políticas para desarrollar sus actividades opositoras.
En el segundo de los casos, que es el que realmente nos motiva destacar en esta oportunidad, resaltan figuras del mundo académico como la profesora Margarita López Maya, que de un tiempo a esta parte viene, también, refrendando la especie de que los venezolanos estamos viviendo “abiertamente en un ejercicio dictatorial del poder”
Lejos nosotros, en estas notas, intentaremos desconocer las evidentes calificaciones de la profesora López Maya, en el marco categorial de la teoría política liberal, para disertar acerca del concepto teórico de dictadura. No, esa experticia no la cuestionamos, lo que sí consideramos pertinente llevar a la discusión es el manejo pedestre, es decir, grosero y ramplón, con el cual los intelectuales orgánicos de la derecha, como la susodicha, pretenden despachar la compleja realidad política venezolana calificándola de dictadura con la misma ligereza con que lo hacen los activadores de la acción política opositora.
Cómplice inteligencia
Este parangón en los dos niveles del quehacer político de la derecha opositora, nos preguntamos, será mera coincidencia u obedecerá a una cómplice inteligencia que busca sembrar, en el sentido común del pueblo venezolano, la idea de que se vive bajo los efectos de una dictadura, y con ello crear el caldo de cultivo que justifique el empleo de cualquier tipo de acción, por más deleznable que pueda ser, para propiciar la salida o el derrocamiento del gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro.
En la profesora universitaria Margarita López Maya, sin dudas una autoridad en el mundo académico, se ha operado toda una metamorfosis que la ha llevado de ser una intelectual cercana al proceso de cambio impulsado por el chavismo en la sociedad venezolana a una de sus más connotadas adversarias. Sorpresas te da la vida.
Si contrastamos las posiciones analíticas de la profesora López Maya, por ejemplo, ante los sucesos de abril de 2002 para catalogar las acciones emprendidas por la oposición en aquellos momentos en los que no dudaba en calificarlas como golpe de Estado, cuando «la dictadura instaurada entonces disolvió en las pocas horas que vivió todos los poderes públicos y procedió a la persecución política de los funcionarios del gobierno caído y a la represión del pueblo que se resistía”, a las que ahora sostiene, que la ubican en una posición de franca sintonía con quienes intentaron aquel zarpazo contra la democracia venezolana, no queda otra consideración que observar que estamos en presencia de lo que en el lenguaje coloquial venezolano se define como un salto de talanquera, solo que, en este caso, es de naturaleza monumental.
Y no es que las personas no tengan derecho a cambiar de opinión, de perspectiva analítica, no, el derecho a opinar es un derecho legítimo, inalienable, que, por lo demás, está consagrado en la CRBV y que el gobierno bolivariano ha sabido refrendar escrupulosamente; aquí no se ha sancionado a nadie por su manera de pensar, si eso fuese así no habría espacio carcelario para darle cabida a las personas que despotrican del gobierno; efectivamente, en este gobierno, hay ciudadanos detenidos (Leopoldo López, por ejemplo), pero es porque con sus acciones expresivas han promovido e instigado, de manera pública y constatable, la comisión de graves delitos contra las personas y el patrimonio público y privado.
Ahora, en su metamorfosis, la profesora y analista política se ha erigido en consultora referencial para los medios de comunicación confabulados en contra del gobierno del presidente Maduro; es el caso del inefable canal estadounidense CNN, que no escatima oportunidad para entrevistarla y verter ante la audiencia internacional sus análisis catastrofistas de la situación del país, resaltando, entre otros elementos, la supuesta naturaleza dictatorial del presente gobierno.
Coincidencia
Tal es la actual manifiesta vocación opositora de la historiadora López Maya que, coincidiendo con los sectores más retardatarios de la derecha venezolana, llega a criticar a quienes dentro de la MUD mantienen una posición favorable al diálogo con el gobierno, pues, en su opinión, lo que debe hacerse es insistir en “la masiva protesta ciudadana que habría compelido (al gobierno) a ordenar reprimir, corriendo el riesgo de que los militares no lo obedecieran” y con ello desencadenar, por supuesto, una situación que haría casi insostenible la durabilidad del presente gobierno.
Con esta posición, ni más ni menos, la profesora López Maya lo que evidencia es su concatenación con el método concebido por el agente de la CIA, Gene Sharp, para derrocar a los gobiernos que no son afectos a los intereses imperialistas, en el que, por cierto, se enfatiza en la conveniencia de calificar con el cognomento de dictadura a tales gobiernos; de allí el porqué nos parece pedestre o ramplón el empeño de quienes en nuestro país insisten en decir que vivimos en una dictadura.
NOTAS PARALELAS / MIGUEL UGAS