La charlatanería, el palabreo, la divagación, la retahíla, entrañan un serio peligro de incredulidad, entre otras cosas, para quienes la practican, lo cual es muy grave en el caso de políticos y gobernantes
“Por la boca muere el pez” es un refrán muy conocido, que usualmente se aplica a las personas que hablan más de la cuenta o en forma inoportuna, razón por la cual quedan descalificadas ante su audiencia cotidiana. La expresión hace una similitud entre la gente que abre la boca demasiado en una verborrea inútil o inapropiada y los peces, que pueden quedar atrapados y perder la vida al morder el anzuelo, como consecuencia de abrir la boca a destiempo o más de la cuenta. Sin lugar a dudas, que la charlatanería, el palabreo, la divagación, la retahíla, entrañan un serio peligro de incredulidad, entre otras cosas, para quienes la practican, lo cual es muy grave en el caso de políticos y gobernantes. El refrán completo es: “Por la boca muere el pez y el hombre por la palabra”.
Esta suerte de locuacidad ha sido una característica de los gobiernos “bolivarianos” desde un principio, tanto de Chávez como de Maduro. Hablar por horas, ante audiencias totalmente cautivas y, por tanto, acríticas de lo que escucha, conlleva el enorme peligro de expresar disparates con gran frecuencia, tanto en el uso de las palabras como en frases, oraciones y construcciones lingüísticas más complejas, amén de opiniones y juicios que dejan muy mal parado a quienes las emiten. Chávez fue víctima muchas veces de la cháchara que armaba en su programa “Aló Presidente”, que lo rebajó ante auditorios más calificados o más libres que el de sus ministros, viceministros y militares acompañantes.
Maduro no ha hecho sino repetir en forma estereotipada la conducta que aprendió del comandante eterno, pero con mucho menos éxito que éste, pues su capacidad histriónica es mucho menor y menos elaborada. Para muestra basta un botón, para continuar con los refranes. En junio pasado, el presidente Maduro expresó su indignación por unas declaraciones del entonces candidato Donald Trump, sobre los mexicanos que entran ilegalmente a EE.UU. “Como Presidente de la Venezuela de Bolívar y Chávez alzo mi voz en defensa del pueblo de México”. Hasta allí el discurso era un poco engolado, pero nada para alarmarse. Pero culmina la idea diciendo que los mexicanos habían sido “ofendidos por ese pelucón”. Y continúa con un “repudio total las declaraciones de este bandido y ladrón”.
No hubo argumentos en esta intervención, solo insultos. Y sigue: “Ese es el papá de los pelucones (referencia a Mendoza), un enfermo mental lleno de odio”, “se conecta y lleva la locura”, etc., etc. El 20 de noviembre pasado, Maduro ratifica la voluntad de su gobierno de tener las “mejores relaciones de respeto” con el presidente electo de EE.UU.; respeto a quien él mismo insultó anteriormente. ¿Quién queda descalificado ante Venezuela y el mundo? Sin duda ninguna: mueren por la boca nuestros gobernantes actuales.
Luis Fuenmayor Toro