Por su pronunciado oportunismo, se mantiene en un permanente corcoveo que lo más que le permite es dar vueltas al ruedo, sin que pueda encontrar el camino de la coherencia
Agudos y avezados analistas han venido sosteniendo que la actual oposición política venezolana es, si acaso, la más ineficiente que haya existido en la historia política del país. José Vicente Rangel, por ejemplo, ha dicho, así lo expresó Diosdado Cabello en su programa televisivo Con el Mazo Dando, que “gobernar teniendo en frente a una oposición como la presente es una papayita”. Y no le falta razón, porque en verdad la dirigencia opositora, además de caracterizarse por su incoherencia, es absolutamente previsible.
Vueltas al ruedo
Frente a determinados hechos políticos ya se sabe con antelación cuál va a ser la posición que van a adoptar sus dirigentes, llámense Ramos Allup, María Corina, Freddy Guevara, Julio Borges, Chúo Torrealba o cualquiera otro. Para ello no hace falta ser pitoniso, solo basta con llevar una relación del desandar del conglomerado mudista. Pero, sin dudas, el que más destaca por su equívoca conducta política es Henrique Capriles, el dos veces perdidoso candidato presidencial, cuyo corcoveo en su transitar le obstruye desarrollar una estrategia conducente a su ansiado propósito de arribar al poder político del país.
En efecto, Capriles, por su pronunciado oportunismo, se mantiene en un permanente corcoveo, es decir, en un pa´lante y pa´trás, que lo más que le permite es dar vueltas al ruedo, sin que pueda encontrar el camino de la coherencia necesaria para proyectarse como el estadista que requiere la masa opositora en su aspiración de retornar al gobierno de la nación. Si revisamos su actuación, solo en este último período, encontraremos muestras elocuentes del vaivén caprilista.
Posición ambigua
En la coyuntura sobrevenida del 2013, Henrique Capriles era el dirigente sobresaliente de la oposición. Aquí tenía un paso adelante que, inmediatamente, echó pa´trás con el llamado a drenar la arrechera.
Luego, apenas entrando al 2014, ya Leopoldo López y María Corina Machado salieron a disputarle el liderazgo con la disparatada fórmula de La Salida y él, en vez de asumir una posición firme, rechazando tal desvarío, prefirió dar otro paso pa’trás, adoptando una posición ambigua, jugando al oportunista “por si acaso”, a sabiendas que la postura López-Machado estaba destinada al más rotundo de los fracasos. Cuando ya esto era más que evidente fue que atinó a decir que había sido una iniciativa que no podía tener éxito al no contar con apoyo popular.
Le faltó coraje
Ahora, en el presente año su corcoveo ha sido, por demás, manifiesto. Apenas la oposición mudista tomó control de la Asamblea Nacional, sus diversos sectores con Ramos Allup a la cabeza (quien se asomó como su nuevo asolapado rival) se plantearon como objetivo el derrocamiento del presidente Maduro, desnaturalizando el papel que le corresponde al Poder Legislativo como parte integrante fundamental del Poder Público, y para tal efecto concibieron un atajo de fórmulas, cada cual más descabelladas, que con su aplicación, en un lapso no mayor de 6 meses, debía desembocar en la soñada salida de Maduro de la Presidencia de la República.
Es así que en ese desenfrenado desenfoque político y constitucional, los engolosinados opositores, creyendo que la toma del poder estaba a la vuelta de la esquina, armaron su dislate formulario que englobaba desde forzar la renuncia del Presidente hasta la activación de un Referéndum Revocatorio, pasando por la consideración de una enmienda constitucional, la invocación de la Carta Democrática de la OEA, sin descartar, incluso, la desvergonzada solicitud que algunos de ellos asomaron de una directa intervención extranjera.
Preñado de vicios
De todas esas propuestas, la única que tenía fundamento constitucional era la del Referéndum, que era la que esgrimía Capriles, quien no tuvo el coraje para dar el paso pa’lante requerido para defenderla ante sus socios opositores, cuando se estaba en el lapso reglamentario que permitiría, con su activación, que el Referéndum se realizase en el año 2016 abriéndose la posibilidad, de acuerdo con la Constitución, del por ellos añorado cambio de gobierno.
Pero no, el ex candidato presidencial, sencillamente, no estuvo a la altura de las circunstancias y cuando, al fin, sus socios se percataron de la conveniencia referendaria, él, con su partido Primero Justicia, fue quien asumió, efectivamente, el proceso inicial de recolección de firmas, pero comete el desaguisado, como para no perder su vocación fraudulenta, de presentar un chorizo de firmas preñado de tantos vicios que no solo imposibilitó el Referéndum para este año sino que, incluso, lo dificulta para el año que viene. Esto más que un paso pa’trás fue un salto atrás.
Y ahora, como si no fuese suficiente, ante la concreción de la figura del diálogo entre el Gobierno y la MUD, aupado por el Papa Francisco, la Unasur y, prácticamente, alentado por todo el mundo, sale Capriles, como ya es costumbre, con su paso pa’trás, a condicionarlo de tal manera que pone en riesgo su continuidad; otra vez, haciéndole concesión a los sectores más atrasados de la oposición.
Es una debilidad
No entiende Capriles que la gran mayoría de los venezolanos, como ha sido constatado, tiene cifradas sus esperanzas de paz en el diálogo, que, en ningún caso, por supuesto, implicaría deposición de principios, sino el convenimiento necesario de reglas claras para el tratamiento de la aguda crisis que padece el país; crisis que cada quien la interpreta y asume desde su particular óptica, pero ante la que hay que entenderse, ineludiblemente, porque el desiderátum es simple o nos entendemos o nos matamos.
Lástima que la oposición adolece de un liderazgo definido. Capriles definitivamente no lo encarna, su pa’lante y pa’trás se lo impide. Tiene razón JVR, con una oposición como la que se tiene es papayita mantenerse en el poder, pero esta aparente ventaja, estratégicamente, es una debilidad, tanto para el desarrollo político del país como para el avance del proceso revolucionario bolivariano.
NOTAS PARALELAS / Miguel Ugas