Vladimir Vera, el anterior director artístico de Rajatabla, hace temporada en Santiago con un espectáculo que aquí en Caracas lo ubicó entre los teatreros más creativos
Dio el salto y se fue buscando otros horizontes como hombre y artista libre que ha sido hasta ahora. Está luchando por su permanencia física y el lógico destaque artístico en Santiago de Chile; y por eso el director teatral Vladimir Vera (Caracas, 1978) nos cuenta que en la patria de Neruda y Allende, entre otros intelectuales, lo han tratado muy bien. “Solo tengo 8 meses en este país y ya he estrenado un montaje y hacemos una segunda temporada y es posible que tengamos otras más. El público ha sido muy acogedor con nuestro trabajo. Claro, ha sido comenzar de cero. En Venezuela se conocía a mi agrupación Teatro Forte o me reconocían como el antiguo director artístico de Rajatabla. Acá es empezar a construir desde el anonimato. En Chile no se conoce absolutamente nada del teatro venezolano. Algunas personas de teatro, de más de 40 años, ubican a Rajatabla. Pero en resumen, somos una incógnita creativa. Una de las pocas referencias que tienen en Chile del arte contemporáneo en Venezuela, es la del fotógrafo Nelson Garrido. Demás está decir que me llena de orgullo tenerlo entre mis amigos”.
Salas llenas
–¿Qué pieza pudo estrenar y con qué gente?
–Comencé con un re-montaje de mi espectáculo Crónicas Palahniuk. Tuvimos la gran fortuna de estrenar el espectáculo en el Teatro Sedarte, que pertenece al Sindicato de Actores de Chile. Para mi sorpresa, todas las funciones se llenaron y hubo una excelente recepción. La segunda temporada la estamos haciendo actualmente en el Club Ovejas Negras, de Bellavista. He tenido la suerte de contar con un elenco y un equipo técnico de lujo. Me acompañan en este viaje: Fedora Freites (mi eterna musa, siempre apoyándome), los grandes amigos y actores, también venezolanos, Alexánder Solórzano y Maria Alejandra Rojas, el talentoso actor español Alonso Torres y la prometedora actriz chilena Ignacia Santa María. En la parte técnica me acompaña un gran amigo que trabajó conmigo en Barcelona y con quien me reencontré acá, el director de fotografía Valentín Atías, quien lleva la dirección técnica de la pieza. Igual están con nosotros el escenógrafo Diego Estrada, la asistencia de producción de Mónica Freites y la producción general de Tamara Dupré, quien ha sido nuestro gran eje, dentro de todo el proceso.
–¿Cuántas funciones hasta ahora y cuántas puede hacer?
–Hicimos una primera temporada de cuatro funciones y ahora estamos haciendo una segunda temporada. La idea es mover el espectáculo por Chile durante el 2017; es un país muy largo, físicamente y con mucho público ávido de teatro nuevo.,
–¿Y sí se mantiene económicamente con eso?
–Quisiera, pero no. En el día a día trabajo en una empresa de investigaciones de mercado y opinión pública que me paga mis gastos básicos. En las noches ensayo y presento la obra.
–¿Qué perspectivas hay?
–Yo estoy encantado con este país, me parece un gran y hermoso país. Si me lo permite, quisiera hacer más funciones y montar más espectáculos. También hice un cortometraje y hay algunos proyectos de cortos que me interesaría hacer. El cine es mi otra gran pasión.
–¿Y con España qué pasó?
–Es uno de mis grandes amores. Llevo las letras del teatro español y del venezolano en mi corazón. Dejé allá grandes amigos con los que espero en algún momento reencontrarme y volver a crear.
–¿Qué hace además?
–Vivo. Chile me lo ha permitido de manera libre. Me reencontré con el placer de ensayar hasta la madrugada y poder regresar sin miedo a casa. Y el poder trabajar con amigos de Venezuela, Chile y España, en pro de la creación conjunta ha sido un gran placer. Igual no olvido mi origen, el Caribe es algo que está grabado en nuestra piel, pero no me puedo quejar del pueblo de Chile. Esperamos que aún Teatro Forte tenga mucho que decir por las tierras del sur.
¿Rajatabla quedó atrás?
“Le debo a Rajatabla parte de mi formación y la oportunidad de haber dirigido cuatro montajes que amé. Eso siempre estará presente en mi imaginario. José Ortega y Gasset decía que el hombre era ‘uno con sus circunstancias’; y mi experiencia como director artístico de Rajatabla es algo que atesoraré en cada momento de mi vida y que siempre será parte latente de mí.La historia del teatro en Venezuela siempre tendrá en cuenta el nombre de Rajatabla presente. No solo por la labor excepcional y titánica realizada por Carlos Giménez y Francisco Alfaro, sino por el desfile de directores que dejaron montajes de alta factura dentro de la agrupación (Raul Bambilla, Basilio Álvarez, Paolo Magali, Rolando Giménez y Ugo Ulive, entre otros). Rajatabla está en una gran encrucijada conceptual en este momento; se encuentra entre la Rajatabla que añora los grandes montajes de su historia o la Rajatabla de vanguardia que busca nuevos derroteros creativos. No sé para donde se reclinará la balanza. Pero sea lo que sea, espero que la calidad, la disciplina creativa y el rigor, nunca dejen de ser el norte del grupo, ya que de lo contrario se ensuciaría la historia de un grupo que ha revolucionado la historia del teatro. En Rajatabla monté espectáculos como La piel en llamas, del catalán Guillem Clua; El marqués de Sade, de Yukio Mishima; y La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca; además de El fantasma de Hiroshima, de la venezolana Gennys Pérez, que arrojaron valiosos récords de público y de críticas, montajes que fueron reseñados por ti, además. La vida y el teatro siguen”.
EL ESPECTADOR / E.A. Moreno-Uribe / @EAMORENOURIBE