En el corazón de Siria, un obispo trabajó en secreto para salvar la vida de 226 personas de su congregación retenidas por el grupo Estado Islámico. Para comprar su libertad, el religioso reunió millones de dólares de su comunidad en todo el mundo.
Los cristianos asirios fueron capturados en el valle del río Khabur, en el norte de Siria, uno de los últimos bastiones de una menguante minoría que se ha visto perseguida en Oriente Medio durante generaciones. El 23 de febrero de 2015, combatientes de la milicia racial atacaron a la vez 35 pueblos cristianos, llevándose a decenas de personas.
Pasó más de un año, y los asesinatos grabados en video de tres cautivos, hasta que todos los demás fueron liberados.
Pagar rescates es ilegal en Estados Unidos y en la mayor parte de Occidente, y la idea de pagar a los milicianos radicales plantea dilemas morales, incluso para los que no vieron más alternativa.
«Lo ves desde el punto de vista moral y lo entiendo. Si les damos dinero sólo les estamos alimentando, y van a matar utilizando ese dinero», dijo Aneki Nissan, que ayudó a recaudar fondos en Canadá. Sin embargo, señaló, había más de 200 vidas en juego y «para nosotros, somos una minoría tan pequeña que tenemos que ayudarnos unos a otros».
Las familias de Khabur pueden trazar su historia hasta los primeros días de la cristiandad. Incluso hoy, hablan un dialecto del arameo, que se cree era la lengua nativa de Jesús. AP