Los forzados cambios en los precios de Daka sumaron algunos puntos al partido gobernante en los comicios, aunque la venta masiva de bienes por debajo de su precio causó escasez adicional en los meses siguientes a la iniciativa y jamás se pudo recuperar el inventario
Que el gobierno se las ingenie para lanzar un pote de humo cuando tiene el agua al cuello, es algo que desde hace rato no nos sorprende. No es la excepción en el momento actual, cuando con una inflación desatada, inocultable desabastecimiento de alimentos y medicinas y una inseguridad que llama la atención del mundo entero, les ha dado por lanzar una jugada que la opinión pública ha bautizado como el “Dakazo II”.
Haciendo un poco de amarga memoria, recordemos que el término “Dakazo” se refiere a un conjunto de acciones emprendidas por el gobierno años atrás, forzando a las tiendas minoristas electrónicas a vender sus productos a precios mucho más bajos; siendo Daka el comercio más prominente involucrado en los hechos.
Por “casualidades” de la vida, el llamado Dakazo ocurrió el 8 de noviembre de 2013, pocas semanas antes de las elecciones municipales. Los forzados cambios en los precios de Daka sumaron algunos puntos al partido gobernante en los comicios, aunque la venta masiva de bienes por debajo de su precio causó escasez adicional en los meses siguientes a la iniciativa y jamás se pudo recuperar el inventario.
Volviendo al presente, hace unos días, la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos ordenó bajar los precios de artículos de tiendas ubicadas en Sabana Grande, Caracas.
El vocero de la acción fue el superintendente de la Sundde, William Contreras, quien dijo que la orden es que “todos estos comercios rebajen sus precios especulativos entre 30 y 50%» y agregó que al menos 463 funcionarios del ente, «están en las calles en defensa del pueblo».
En reacción a estos hechos, el vicepresidente del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios Consecomercio, Alfonso Riera, calificó como un nuevo “Dakazo” el mencionado proceso.
En entrevista concedida a César Miguel Rondón en Unión Radio, Riera aseguró que estos operativos se traducirán en más establecimientos comerciales cerrados y que es poco probable que luego puedan volver a abrir. Además denunció que hubo “maltrato, humillación y vejamen” contra los comerciantes durante estos procesos.
Consideramos que no es para nada casual que se reedite una maniobra tan similar a la que vivimos hace poco más de tres años. En aquel momento, teníamos un proceso electoral a la vuelta de la esquina. En la actualidad, el haberle cerrado las puertas al que tocaba para este momento histórico -el Referendo Revocatorio presidencial- ha elevado la presión social en el país hasta niveles inimaginables.
Y es que sencillamente, los ingresos no alcanzan debido a la nefasta política económica, empecinada en seguir llevando adelante acciones ampliamente probadas y fracasadas en el mundo entero.
Por ello, la dirigencia oficialista intenta una vez más comprar a la que considera su clientela política, obligando a los comerciantes a vender su mercancía a precios por debajo de los reales.
Lejos están de entender que los costos no se decretan, y que la inflación se contiene mediante un delicado equilibrio financiero, al cual han tratado con la pericia de un elefante en una cristalería.
Ya es viejo -y redundante- que culpen a empresarios y minoristas, que los criminalicen, señalen y persigan no solamente con su enorme aparato propagandístico que todos pagamos; sino también con armamento puro y duro, como el que se exhibió en la eufemísticamente llamada “inspección” de las tiendas.
El inversionista, el empleador, son sistemáticamente aterrorizados bajo la actual administración. Se les colocan reglas imposibles de cumplir y los ponen contra la pared. Los terminan llevando a la encrucijada de cerrar, de no volver a ofertar bienes y especialmente, no volver a emplear a nadie, porque el negocio evidentemente colapsó.
Venezuela está en el ojo del huracán, en el centro de la peor crisis económica de su historia. Y quienes tienen el poder, lejos de trabajar para resolverla, marchan a toda velocidad en la dirección contraria.
Mientras redactamos este artículo leemos sobre la inflación desbocada, la pérdida de empleos y la caída del consumo y nos preguntamos si realmente vivimos en el mismo país. Porque, al menos en el que nosotros palpamos habitualmente en las calles, sí se siente, y con fuerza brutal, el reiterado retroceso en la calidad de vida.
Incluso, cabe preguntarse si el remarcaje de precios fue realmente injustificado, según dice la Sundde, por qué entonces el gobierno pone en circulación monedas y billetes con varios ceros más a la derecha.
Shows mediáticos, montados por asesores miopes, como es el caso de esta reedición del Dakazo, son sencillamente pan para hoy y hambre para mañana. Son jugar con fuego. Nos preguntamos si para la próxima vez que quieran ganar puntos obligando a los establecimientos a vender a pérdida, quedará aún alguno en pie.
«Los ingresos no alcanzan debido a la nefasta política económica, empecinada en seguir llevando adelante acciones ampliamente probadas y fracasadas en el mundo entero…»
David Uzcátegui