El diputado le está planteando a la MUD, fungiendo de vocero de los sectores opositores más atrasados y violentos, rechazar la fórmula del diálogo, que es la idónea para atemperar el encrespamiento político del país
Entre los siglos XVI y XVIII, potencias colonialistas europeas (Inglaterra, Francia España) empleaban la figura de la patente de corso a través de la cual autorizaban al propietario de un navío para atacar barcos y poblaciones de naciones enemigas y con esa autorización pasaba de ser un pirata común y corriente a la categoría de corsario.
Tal fue el caso del famoso y desaprensivo pirata Walter Raleigh, quien por los servicios y fortunas que le generó a la Corona inglesa por la vía del saqueo y el latrocinio, fue, por esta, distinguido con el título honorífico de sir, aún cuando, oh paradoja del destino, no tuvo empacho de mandarlo a decapitar cuando ya le dejó de ser productivo.
Con el tiempo, la expresión patente de corso suele referirse a quien realice actos que están prohibidos a los demás por gozar de un permiso especial.
Esta introducción nos viene a cuento porque estamos observando, que, aquí en Venezuela, determinados políticos se han estado caracterizando por decir lo que les salga en gana sin que ello les genere mayores consecuencias, por ahora; como que si estuvieran haciendo uso de un fuero especial, de una patente de corso que les permite expresar cualquier idea, por descabellada que sea, y no ocurre la sanción correspondiente.
Es el caso, por ejemplo, del diputado del partido Voluntad Popular, Freddy Guevara, tal vez el más notorio, pero no el único, que se ha dado a la tarea de vociferar a voz en cuello que este gobierno tiene que irse, apoyándose en una burda y grosera lectura de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) y apuntalado no más que en el desesperado deseo de derrocar al gobierno bolivariano a como dé lugar.
Excesiva libertad
Por supuesto que en este país hay libertad de expresión, tal vez excesiva, que le permite a todo venezolano exponer con toda libertad sus particulares puntos de vista, sin que ello acarree sanción alguna; característica esta que no existe, por cierto, en países que son tomados como modelo por opositores venezolanos, verbigracia los Estados Unidos de Norteamérica, donde cualquier hijo de vecino es duramente sancionado si osare expresarse de la misma manera como aquí lo hacen sobre el Presidente de la República.
Pero, ciertamente, es preferible el exceso de expresión que recurrir a la represión tal como sucedía en los nefastos tiempos de la cuarta república, en la que más de un venezolano perdió la vida o fue con sus huesos a la cárcel por el mero hecho de ejercer el fundamental derecho humano a expresar opiniones políticas distintas a las que ostentaba la élite dirigente.
Pero, evidentemente, todo derecho tiene su límite, que no es otro, como bien lo señalaba Benito Juárez, que el respeto a los derechos de los demás; y ello precisamente es lo que intenta desconocer el parlamentario Guevara y junto con él todos aquellos que tienen, entre ceja y ceja, la obsesión del cambio de gobierno pretendiendo violentar los más elementales procedimientos legales y constitucionales.
Ahora bien, teniendo claro que en toda esta disputa lo que está de por medio es la lucha por el poder político y que, en Venezuela, esta lucha está delineada en unas reglas de juego contempladas en las leyes y en la constitución, luce de bulto que lo que se han planteado estos desaforados opositores es saltarse estas reglas para hacerse con el poder pero, eso sí, contando con la patente de corso del fuero parlamentario que los dota de inmunidad y con la cual pueden expresarse libremente; se escudan en la Carta Magna para, al mismo tiempo, irrespetarla.
Cosa de locos
Freddy Guevara, Luis Florido, Juan Guaidó y otros parlamentarios y dirigentes del partido Voluntad Popular, que como sabemos tienen como máximo líder a Leopoldo López, se han caracterizado, desde un principio, dentro de la MUD, por ser los más extremistas en sus planteamientos desestabilizadores.
Cuando la MUD, desde la Asamblea Nacional se planteó como meta la aberración de salir del Gobierno Nacional en 6 meses, el osado Guevara proclamó que eso era mucho tiempo y temerariamente lo rebajó a un plazo de un mes, haciendo gala no solo de su irresponsable desafuero, sino también de su fantasiosa visión de la realidad política del país.
Y no contento con ello, cada cierto tiempo, dejándose llevar por la vaporosa ilusión que le es consustancial, convoca a una marcha sobre Miraflores para forzar la salida de Nicolás Maduro, eventos que solo ocurren en su afiebrada elucubración.
Ahora le está planteando a la MUD, fungiendo de vocero de los sectores opositores más atrasados y violentos, rechazar la fórmula del diálogo, que es la idónea para atemperar el encrespamiento político del país y basándose en una lectura acomodaticia del artículo 233 constitucional, retomar la peregrina idea del juicio político del Presidente, declarar su abandono del cargo y realizar un referéndum popular al margen del CNE y de esta manera refrendar la destitución de Maduro, todo ello, antes del próximo 10 de enero. Sí, parece, una cosa de locos, pero es lo que Guevarita y compañía están elucubrando para estas navidades.
Dejarlos actuar
Por eso hay quienes sostenemos que es una papayita mantenerse en el gobierno con una oposición como la existente en Venezuela. Pero, por eso mismo, hay que estar mosca permanentemente porque en su manifiesta locura pueden intentar someter a la sociedad, nuevamente, a la reedición de la lamentable situación que se vivió hace ya dos años cuando los desenfocados dirigentes de Voluntad Popular, encabezados por su enfant terrible, Leopoldo López, intentaron asaltar el poder con las tristes consecuencias para el país y para muchas familias venezolanas.
A decir verdad, viendo las cosas en su exacta dimensión, la real patente de corso de Guevarita y cía para su actuación desmedida, no es el fuero parlamentario sino su propia torpeza, porque no hay nada que favorezca más al gobierno bolivariano que la desacertada actuación de sus opositores. No hace falta reprenderlos, más bien hay que dejarlos actuar.
NOTAS PARALELAS / Miguel ugas