Los sueños y anhelos obligan a llamar a la conciencia de los líderes para que se evite a como dé lugar una guerra que, a diferencia de la que estalló en 1914, dispone de armas nucleares
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales (FACES-UCV)
Francisco Javier, heredero al trono austríaco, había cumplido con parte de la agenda prevista en la ciudad bosnia de Sarajevo. Sin embargo, Gravillo Princip, un joven estudiante nacionalista perteneciente a una organización terrorista denominada «La mano negra” lo asesinó, argumentando que anhelaban la creación de un reino paneslavo a expensas de Austria. Para muchos, éste es el comienzo de la guerra, aunque no es más que el agente causal que movilizó una serie de variables que, latentes, aguardaban la cerilla que provocaría un incendio, cuyas magnitudes nadie supo contemplar.
Hace algunos días, Andrei Karlov, el embajador de la Federación de Rusia en Turquía fue asesinado por un policía que lo escoltaba. La víctima había sido embajador de la Unión Soviética en Corea del Norte y desarrolló una vida diplomática exitosa. En el que fue su último destino, tuvo la ardua tarea de hacer lo necesario para reparar las relaciones entre su país y el gobierno de Ankara y buscar el reconocimiento a la actuación rusa en la vecina Siria.
Pero mientras participaba en la inauguración de una exposición artística, era asesinado, mientras el perpetrador del hecho gritaba que Rusia dirigía un magnicidio en Siria.
Ciento dos años pasaron entre una acción y otra. Lo angustiante es que actualmente surgen unas variables que parecieran esperar un elemento que las aglutine y que permitan que hagan combustión. En este caso no son los nacionalismos y la colonización, sino el trato hacia los migrantes, el petróleo y el tratamiento a algunos casos álgidos como el de Siria.
Los sueños y anhelos obligan a llamar a la conciencia de los líderes para que se evite a como dé lugar una guerra que, a diferencia de la que estalló en 1914, dispone de armas nucleares, muchas de ellas en manos de gobiernos como el de Corea del Norte, cuyo desprecio al derecho internacional es más que evidente.
A la preocupación se le une el hecho de que los discursos altisonantes parecen ganar terreno y opciones como las de Donald Trump, Marine Le Pen y los movimientos contrarios al sistema (independientemente su naturaleza “ideológica”) en Grecia, España, Hungría e Italia, parecieran ir dejando atrás opciones sensatas como las que representan Ángela Merkel y el nuevo gobierno de Austria.
¿Será la muerte de Karlov el elemento que faltaba para sumir al mundo en una nueva guerra de consecuencias inimaginables? Esperemos que no y que no pase de ser un episodio que evidencia el radicalismo, la violencia y el desprecio con el que algunos sectores, que juegan a imponer su verdad, ven la vida y la contemporaneidad. La guerra en 1914 despertó unos demonios que solo pudieron ser detenidos después de cuatro años de desolación y dolor.
Mucho ha pasado desde aquel momento y ya la humanidad ha debido aprender la lección. Aún hay tiempo de revisar la historia y hacer que la rectitud y la libertad se impongan, frente a los que anhelan violencia y crueldad.
Luis Daniel Álvarez V.
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com