Los altos dirigentes de la revolución sufren un raro proceso de narcosis; nadie disiente, la unanimidad en la estulticia es la norma, cualquier disparate se apoya, se justifica
La revolución es un proceso profundamente humanista. Si se olvida la calidad humana de la revolución, su condición de elevado espíritu amoroso, se cae en un terreno peligrosísimo donde germinarán las más terribles injusticias, el fascismo.
En nombre de una revolución falsificada, despojada de su condición altruista, se puede descender a los acantilados más detestables de la condición humana.
Aquí entre nosotros, en Venezuela, está ocurriendo un deslizamiento hacia el fascismo que debemos denunciar y hacer un llamado para detener la locura, la ruindad. Un primer síntoma fue la OLP, con la cual el asesinato adquirió validez, fue suficiente un boletín de los verdugos para legalizar el crimen, el desprecio por la vida adquirió características de ley de matones.
Lo advertimos, lo comunicamos a las más altas autoridades en el campo y no obtuvimos otra cosa que el silencio, el desprecio a la angustia. Se nos dijo: son delincuentes, hay que pararlos.
Así se instaló el desprecio a la vida, hasta la Fiscal se alarmó y clamó por estudiar el asunto (parece que esa actitud digna le costó maltratos). Otro síntoma fue el escarnio público a la cual el Presidente expuso a la llamada «ultraizquierda» en la Asamblea y el linchamiento moral que a los gritos de «así es que se gobierna» allí se produjo. No hay derecho a réplica, no hay derecho a la defensa, es suficiente que los gobernantes condenen para el «ejecútese» de la guillotina.
La locura tiene su coro en los medios de comunicación, las acusaciones son alegres, nadie se detiene a reflexionar, quien se oponga es calificado de delincuente, agente, miembro de la ultraizquierda o de la ultraderecha, es desprestigiado, despreciado.
Los altos dirigentes de la revolución sufren un raro proceso de narcosis; nadie disiente, la unanimidad en la estulticia es la norma, cualquier disparate se apoya, se justifica.
De esta manera avanza la bestia. Sobre el silencio de los mejores camina el fascismo. Poco a poco se destapa su ferocidad, ya no son los pobres los que no tienen derechos humanos atropellados por la OLP, ya no son los ultraizquierdistas que no tienen dolientes.
Ahora el presidente Maduro, la mayor autoridad, se define partidario de lanzar de un helicóptero, o fusilar, a los corruptos, y declara simpatías por el presidente de Filipinas.
Son graves las palabras de Maduro, por dos razones: una, la condición humana que nos muestra el Presidente se asimila más con la de un malandro de barrio, un pran, un oficial de la SS, pero nunca con la de un estadista y menos con la de un revolucionario.
Lanzar a alguien desde un helicóptero es un asesinato típico del fascismo, de los que desprecian la vida, de los que pretenden resolver todo con represión, matando, asesinando. ¿Qué dirá Soto Rojas, que dirá Fabricio, que dirá Lovera? ¡De dónde salió esta monstruosidad!
La otra razón, quizá de mayor peso en su gravedad, es el silencio cómplice de los altos dirigentes, de los voceros de los medios de comunicación: todos callan frente a la barbaridad, todos son cómplices por omisión.
Es necesario detener la barbarie, aún hay tiempo. Ojalá.
Toby Valderrama
Antonio Aponte
aporrea.org