La reconquista pacífica de las instituciones en Venezuela es un logro de enormes dimensiones, que solamente podrán ser apreciadas en su justo valor con el paso del tiempo y lo que por allí denominan “el juicio de la historia”
Tras superar lo que muchos han calificado como la Navidad más triste de la historia de Venezuela, entramos como por inercia en un enero apático, quizá marcado por la falta de perspectivas claras, ante un gobierno errático, cuyas actuaciones parecen más dirigidas a destruir que a construir.
Sin embargo, queremos llamar la atención sobre el faro en la oscuridad que tenemos los ciudadanos en este momento, y ese no es otro que la Asamblea Nacional.
Los primeros días del año son propios, entre otras cosas, para que se inicie el nuevo período de sesiones del poder Legislativo, y no podemos olvidar que, al día de hoy, este es único entre los poderes públicos legítimamente electo por el voto popular en fecha reciente y por lo tanto, el más cercano al sentir de la gente al día de hoy.
Especialmente podemos decir esto cuando, según reciente estudio de la firma Datanálisis, 47 % de los encuestados se definió como opositor y apenas un 20 % como oficialista. Un dramático cambio de correlación de fuerzas que logró quedar de relieve en los resultados de los comicios legislativos y que, al sol de hoy, no puede haber hecho sino crecer, de cara al nefasto desempeño del gobierno, que golpea en lo más sensible a todos los ciudadanos: el techo, la comida, la salud, la seguridad.
Ciertamente, todos cargamos encima una enorme frustración y rabia porque las cosas no se han dado como era de esperarse; pero jamás la responsabilidad puede achacarse a la alternativa democrática, que ha seguido rigurosamente el mapa de ruta de lo que debe ser y hacer la institucionalidad para superar este trance.
Todos sabemos muy bien de cuál lado está la intolerancia, la incapacidad para el diálogo y la soberbia.
En este nuevo período de sesiones, el parlamento nacional contará con la presidencia de Julio Borges, diputado por Primero Justicia y de amplia trayectoria, conocida de todos los venezolanos, por lo cual se le otorgó a este partido una buena parte del caudal de votos que cambió la correlación de fuerzas políticas en el país.
Borges, al igual que muchos de nuestros diputados, ha sido consistente en su vertical lucha contra cualquier uso contrario a la democracia en las casi dos décadas que el oficialismo ha preservado el poder en Venezuela.
De la misma manera, debemos recordar no solamente sus credenciales académicas, sino además su prolongado paso por el Legislativo, amén de la certera dirección de la tolda aurinegra, que la ha llevado a ser una de las agrupaciones que está en primera fila trabajando por la reconstrucción de Venezuela.
Es también uno de los artífices de la Unidad, concertación política que nos ha hecho avanzar exponencialmente por la vía del voto en la conquista de terrenos que se pensaba jamás serían cedidos por quienes se ceban en el poder.
La reconquista pacífica de las instituciones en Venezuela es un logro de enormes dimensiones, que solamente podrán ser apreciadas en su justo valor con el paso del tiempo y lo que por allí denominan “el juicio de la historia”.
Ahora, los venezolanos debemos ser consistentes con nuestros diputados quienes, cercados literal y figurativamente, hacen lo imposible por seguir ejerciendo las funciones a las cuales se comprometieron en medio de un entorno hostil y amenazante, siguen siendo las referencias de una República civil y democrática, que no desaparecerá del todo mientras haya instituciones como esa, que la representen.
La confiscación de facultades a la AN y el cerco legal que se le tiende alrededor, han concitado la atención no solamente de los venezolanos, sino del mundo entero. Creer que se puede prescindir de una de las patas del equilibrio de poderes es, más que una osadía, una torpeza.
Las dimensiones y la frecuencia de los ataques de los demás poderes al Parlamento, demuestran cuánto estorba, y las intenciones de anularlo. El discurso oficialista ha abundado en descalificaciones y amenazas hacia el Legislativo; así como en promesas de anular sus actuaciones, hecho que ha empujado a hablar de un posible “fujimorazo”, recordando aquella letal acción del ex presidente peruano Alberto Fujimori de cerrar el Congreso de su país.
No es poco el desprestigio que ha acumulado la actual administración tras sus hostiles acciones contra el parlamento; las cuales han suscitado la atención desde todas las latitudes. Tampoco es grato decir que comenzamos este nuevo período con la incertidumbre ante nuevas artimañas.
Sin embargo, seguimos pensando que en manos de esos funcionarios venezolanos está la reconstrucción del país que debe estar a la vuelta de la esquila, no solamente por la legitimidad que les reviste; sino también por la naturaleza misma de las atribuciones de la institución.
«Las dimensiones y la frecuencia de los ataques de los demás poderes al Parlamento, demuestran cuánto estorba, y las intenciones de anularlo…»
David Uzcátegui
AFP / Juan Barreto