Con la apertura del nuevo período legislativo, con igual desesperación, en renovado y abierto desafío a los otros Poderes Públicos, se están planteando, como nueva fórmula para propiciar el ya manido objetivo del derrocamiento del gobierno nacional, la declaratoria del abandono del cargo de parte del primer mandatario nacional
Qué cosa con esta oposición, borbónica como ella sola, que ni aprende de sus errores ni olvida sus cuestionables procederes. Ahora resulta que la Asamblea Nacional, en situación de desacato al TSJ, proclama, en voz de Julio Borges, el nuevo abanderado, como consigna para este año, la declaratoria del abandono del cargo del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, como paso previo al cambio de gobierno que han venido procurando con vehemente contumacia.
Tamaño desaguisado
Habrase visto tamaño desaguisado. Una vez más los sesudos analistas que monitorean a la desacertada oposición venezolana aconsejaron mal a los parlamentarios derechistas. Hace un año le susurraron al deslenguado Ramos Allup que trazara, a voz en cuello, la meta de 6 meses para salir de Maduro y ahora aleccionan al cejudo Borges para que, como si aún estuviera en su programa televisivo, Justicia Primero, dictaminara que la ansiada salida del Presidente de la República sería a través de la fórmula del abandono del cargo, que sancionaría la Asamblea en sesión, convocada, para tal efecto, en los próximos días.
Hace un año, el dirigente acciondemocratista, contra todo pronóstico, evidenciando un noviciado inesperado en un avezado político de tan larga trayectoria, al fijar (se) la meta semestral, le anunció un objetivo a la derecha opositora que no pudo cumplir y se impuso él, así mismo, una fuerte limitante que al término de su mandato anual más bien le produjo la evaporación de la corta ilusión de erigirse en el líder emergente del conglomerado opositor.
Fórmulas disparatadas
Antes que el desarrollo de una política sensata, de acumulación de fuerzas, para pretender acceder al poder político, según las pautas estipuladas constitucionalmente; la oposición se planteó el inminente derrocamiento del gobierno nacional, instrumentando diversas fórmulas, a cual más disparatadas, como fueron: pretender forzar la renuncia del presidente Nicolás Maduro, impulsar o una enmienda o una reforma constitucional que facilitara y acelerara el pregonado cambio de gobierno, la invocación de la aplicación de la mentada Carta Democrática de la OEA, propiciatoria de una intervención extranjera en el país, y la convocatoria a destiempo de un Referéndum Revocatorio aderezado con insólitas y gruesas trampas.
Rotundo fracaso
Lo que logró la oposición, con tal desafortunado dislate, fue un rotundo fracaso que está registrado no en lo que pudiesen expresar dirigentes del campo bolivariano, sino en las declaraciones de voceros y analistas de la propia derecha venezolana, tanto la que actúa en el país como la aposentada en el exterior, que, de manera casi unánime, han señalado, no sin cierto dejo de amargura, que el 2016 fue un año perdido en función del manifiesto propósito de provocar el supuesto inminente cambio de gobierno; y ello, muy a pesar, del escenario de crisis existente en el país, con la inclemente guerra económica y la disminución inducida de los ingresos petroleros, que viene siendo desatada contra el pueblo venezolano desde el año 2013, por la coyunda imperialismo-burguesía parasitaria, aliados mandantes de la derecha opositora.
Nueva fórmula
Ahora, con la apertura del nuevo período legislativo, con igual desesperación, en renovado y abierto desafío a los otros Poderes Públicos, se están planteando, como nueva fórmula para propiciar el ya manido objetivo del derrocamiento del gobierno nacional, la declaratoria del abandono del cargo de parte del primer mandatario nacional, sustentándose en la disquisición de que Maduro no le ha dado respuesta a la grave crisis que padece el país.
Según sostuvo Borges, en su discurso inaugural, esto es lo que hay «que hacer frente a un gobierno que pasó del autoritarismo a la dictadura”, haciendo acopio argumental de quienes consideran de que en Venezuela, insólitamente, se vive bajo una dictadura y frente a la cual “lo que nos queda es luchar sin miedo y hacerlo en todos los espacios para salvar la Constitución y salvar a Venezuela”, enviándole, de paso, un mensaje a los miembros de la Fuerza Armada para que asuman su papel de “guardianes de la Constitución” y depongan, en su criterio, la “actitud complaciente que mantienen frente a la tiranía”. Más claro, imposible, estamos ante una reiteración de las andanzas golpistas que la oposición ha venido transitando en los últimos 17 años.
Dejan a un lado el camino del diálogo que emprendieron brevemente y asumen, nuevamente, el reiterado atajo golpista que tan deplorables resultados ha producido socialmente. Es evidente que se impuso el enfoque que han venido enarbolando los sectores ultra radicales opositores, de abierta vocación fascista, que, liderados por Leopoldo López, sostienen que sentarse a dialogar con el chavismo fue un error, a contrapelo de lo que aspiran la mayoría de los venezolanos, independientes, chavistas y base opositora.
Ya lo ha expresado el nuevo flamante vicepresidente de la Asamblea Nacional, Freddy Guevara, el mismo que dijo el primero de septiembre pasado, ante el fracaso de la marcha que denominaron Toma de Caracas, con la que pensaban llegar hasta Miraflores para obligar a renunciar a Maduro, que “no hay suficiente gente para cumplir ningún objetivo”, que lo que está en el tapete es “decretar el abandono del cargo… y convocar al pueblo a la calle a defender la Constitución de Venezuela”. Por lo que se ve la CRBV da para todo y todos.
Fórmula chavista
Entendemos que este escenario ya lo tienen suficientemente analizado las fuerzas chavistas, entre otras cosas porque lo han confrontado en varias oportunidades y se tiene claro la hoja de ruta a seguir. Según mi particular visión, hay que pasar a la ofensiva con el pueblo movilizado, adelantando las respuestas a los problemas económicos, aplicando mano dura con los especuladores y activando con toda contundencia la clave estratégica de la unidad cívico-militar. Esa es la fórmula concreta del chavismo. Amanecerá y veremos.
NOTAS PARALELAS / MIGUEL UGAS