“Una reflexión sobre la libertad solo tiene sentido si se apoya en un significado descriptivo bien determinado y bien delimitado del término”
Norberto Bobbio
Comienza 2017 y nos corresponde fijarnos las metas que queremos alcanzar, los propósitos que van a impulsar nuestros desempeños y los objetivos que definirán qué papel vamos a asumir en estos tiempos difíciles que nos tocaron en suerte. Por mi parte lo tengo muy claro, nuestro objetivo es la libertad. Ahora bien, ¿a qué libertad nos referimos? Voy a servirme de las ideas de Norberto Bobbio para contribuir, dentro de mis posibilidades, a brindarle sustento a nuestros anhelos libertarios.
Algunas nociones sobre las libertades a las que aspiramos este año pueden resultarnos sencillas, al menos desde una primera aproximación. Podemos decir, por ejemplo, que uno de nuestros propósitos de año nuevo es lograr la libertad de los 103 presos políticos que al día de hoy aún se mantienen tras las rejas, hecho que se concretaría con su salida de las oscuras prisiones en las que se encuentran y, más allá, para que no sea ésta una libertad “chucuta”, como le decimos acá, con el cese definitivo de toda persecución penal en su contra, sea que se trate de quienes están procesados, 76 según nuestras cifras en el Foro Penal Venezolano, o de los que ya han sido condenados, que ascienden en nuestros registros a 27, entre los que se cuentan tienen condena definitiva y firme, los que aún pueden ejercer y están ejerciendo los recursos legales posibles contra las sentencias injustas que se dictaron contra ellos (lo que supone que su sentencia es definitiva, pero no está “firme”) y los que por motivos personales “admitieron los hechos”, con miras a obtener una pena disminuida, así sea por delitos que no cometieron. Con esto último, por cierto, se puede estar de acuerdo o no, pero es comprensible, y no debe cuestionarse “desde la cintura”, sin tomar en cuenta la historia personal de cada quien y la realidad intolerante y obtusa de nuestro sistema judicial, que a más de uno ha dejado por años privado de su libertad sin que siquiera salga su proceso de las etapas iniciales. Hay que verle la cara a esa realidad, y sopesar con claridad el tamaño del monstruo contra el que nos enfrentamos desde hace ya tantos años, antes de criticar a los que eligen esa opción.
Ese es un sentido fácilmente discernible de la libertad a la que todos aspiramos, que además permitiría que se amplíen nuestros anhelos hasta aquellos que hoy por hoy, que son más de 2.000 personas solo desde 2014 (en el FPV contabilizamos 2.139) están sujetos a investigaciones penales bajo medidas cautelares (lo que implica que en cualquier momento pueden ser detenidos) y hasta a los exiliados. Estos dos últimos grupos de personas, aunque no están en prisión, ciertamente no son “libres” en el sentido pleno del término, ya que están limitados en sus posibilidades de movimiento, de crecimiento y de desarrollo, y tienen sobre sus cuellos la hoja de una guillotina que en cualquier momento podría caer y asestarles un golpe cruel y definitivo. Lo que queremos entonces es que estas personas puedan regresar a sus hogares, y dedicarse desde ese momento a sus proyectos de vida sin mayores restricciones que las que impone la necesaria licitud de sus actos.
Trataría entonces este primer objetivo de lograr para todos los antes mencionados la libertad como capacidad de acción, una que se puede llevar a cabo o no, según se desee, porque no está prohibida. Siguiendo a Bobbio, este tipo de libertad se identificaría con el concepto de “Libertad liberal”, que se traduce como: “la facultad de realizar o no ciertas acciones sin ser impedido por los demás, por la sociedad como un todo orgánico o, más sencillamente, por el poder estatal”.
Esta noción de “libertad liberal”, como propósito nuestro, además, nos abarcaría a todos también, porque estoy seguro de que cada habitante de este país, muchas veces considerado y sentido como una gigantesca cárcel dadas las condiciones en las que nos encontramos, quiere vivir en una nación en la que la línea entre lo prohibido y lo permitido no sea difusa sino clara y precisa, y que no dependa de los caprichos de las cúpulas ni del humor con el que se levanten cualquier día los poderosos, para que en consecuencia todos tengamos la capacidad de elegir lo que hacemos, o no hacemos, siempre dentro del marco de la licitud pero sujetos a la menor cantidad de impedimentos y de obstáculos posible.
Pero la libertad no es solo eso. La libertad es también “autonomía”, o también “libertad democrática”. En este sentido, la libertad la comprende Bobbio como el “poder de no obedecer sino las normas que me he impuesto a mí mismo”. Esto implica que la libertad a la que debemos aspirar no es la del burdo libertinaje, la de poder hacer lo que nos venga en gana, sino la de poder obrar dentro del marco de normas y pautas de conducta que, de manera libre y voluntaria, nosotros mismos nos hayamos impuesto para garantizar entre nosotros, como colectivo, la paz y la sana convivencia.
Como puede fácilmente percibirse, el primer sentido de la libertad (la “libertad liberal”) se refiere más al ámbito individual, mientras que el segundo sentido (la “autonomía” o “libertad democrática”) se refiere al ámbito colectivo. La relación entre estas dos nociones de libertad ha sido muy debatida, pues en principio pareciera que son mutuamente excluyentes, pero al final el debate parece haber aceptado que la primera, la “libertad liberal” (individual) es necesario presupuesto de la segunda, la “autonomía”. Si no somos individualmente libres, no tendremos posibilidad alguna de “autorreglamentarnos”, ni de manera individual ni colectiva.
Todo esto parece muy abstracto, pero solo si no lo “aterrizamos” en nuestra realidad. La “autonomía”, la “libertad democrática” que todos debemos tener como meta este 2017 parte de la base de que todos como individuos logremos la “libertad liberal” necesaria para que, en conjunto, y a través de los órganos que realmente nos representen (por ejemplo, una AN verdaderamente identificada con los anhelos de sus electores), podamos definir un conjunto de reglas claras, muy distinto del caprichoso desastre normativo que padecemos ahora, que nos permitan desarrollarnos como seres humanos y convivir en paz. Nótese que una cosa es que tengamos la capacidad para “autorregularnos” libre y voluntariamente, incluso a través de órganos legítimos de representación, y otra muy diferente es que, como lamentablemente lo sufrimos hoy por hoy en Venezuela, se nos someta continuamente a imposiciones normativas (tales como el control de cambio, las leyes penales represivas “contra el enemigo”, las normas inconsultas de “emergencia” contra la “guerra económica”, las restricciones indebidas de nuestros derechos constitucionales nacidas de las “interpretaciones” acomodaticias del TSJ, y otras imposiciones similares) que solo interesan y benefician a unos pocos. A esa otra forma de libertad, a la “libertad democrática”, a la capacidad de autorregularnos, pero con la mira puesta en el bien general, que no en los intereses individuales o subalternos, también podemos aspirar este 2017.
Por último, la libertad como nuestra meta para este año también puede implicar el logro de ésta como “libertad positiva”. En este sentido, la “libertad positiva” implica la “capacidad jurídica y material de concretar las posibilidades abstractas garantizadas por las constituciones liberales”. Esto se refiere, básicamente, a la posibilidad real de materializar, de hacer parte de nuestro día a día, que no como una utopía o entelequia contenida en papel que bien puede servir como papel toilette, los mandatos de nuestra Carta Magna con la mira puesta en el logro de una vida materialmente digna, todo lo cual pasa por alcanzar el objetivo de que todos tengamos lo suficiente o podamos tener acceso a lo indispensable para satisfacer nuestras necesidades primarias (alimentación, salud, vivienda, seguridad, educación, etc.).
Con el auxilio de Bobbio y así concebida, en cada una de estas tres acepciones, cada uno de nosotros puede decidir qué hará este año por su país, cuál será el ámbito de actuación en el que luchará individual o colectivamente por la libertad. Para alcanzar la libertad de Venezuela y de los venezolanos, cualquiera que sea la concepción en la que se la interprete, cada uno de nosotros puede poner, de acuerdo a sus capacidades y aspiraciones, su grano de arena.
Ese es el compromiso para 2017. La libertad es la meta.
COLUMNA CONTRAVOZ / Gonzalo Himiob Santomé