En la columna anterior hablamos del nuevo nacimiento para ser salvos, ya que sin ese proceso no podemos recibir el perdón de nuestros pecados por medio de Jesucristo, su regalo de salvación y la garantía de la vida eterna en el cielo junto a Dios.
El nuevo nacimiento también es llamado la regeneración, mediante la cual el corazón del creyente recibe la vida eterna que lo convierte de criatura de Dios a hijo de Dios, en Cristo Jesús.
Leamos varios textos de la Biblia que hablan sobre este tema.
“En cuando a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos y renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad”, Efesios 5:22-24.
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios y su hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados” Romanos 8:16-17.
La regeneración o el hacer de nuevo es necesario, porque separados del Señor Jesucristo y en nuestra naturaleza humana, somos pecadores e incapaces de agradar al Padre.
Y ésta regeneración solo se produce si reconocemos nuestra condición de pecadores, nos arrepentimos y entregamos muestra vida a Cristo, declarándolo como nuestros Señor y Salvador.
“Más a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre ni de voluntad de varón, sino de Dios”, versículos 11 al 13 , capítulo 1 del evangelio de Juan.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios. Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
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