El país retrocede a pasos agigantados hacia un deterioro social, económico, moral y político que tiene contornos impredecibles
Comienza el año 2017 en Venezuela sin sorpresas en la política y en la economía. Aumentos salariales que languidecen la capacidad adquisitiva de los trabajadores, más gastos gubernamentales sin previsiones de ingresos fiscales para darle una «ayudita» a la inflación, continúa el festín de los dólares preferenciales que al parecer este año van a tener en mayor cantidad los «cazadores de rentas», cambios ministeriales con enroques de cargos y caras que no sorprenden ni deslumbran, siguen con una prédica (guerra económica) que no convence y que no explica la crisis que está llegando a niveles insostenibles en medio de un deterioro (africanización) del país.
Por su parte, la Asamblea Nacional anuncia otro fracaso: decretó (si, aunque no lo crean) el abandono del cargo del Presidente de República, saboteando el deseo latente de todos, pero que no ha sucedido. Ya sabemos lo que sigue: marchas con algunos incautos (no creo que muchos) que pensarán que con «la calle en caliente» sí se producirá el tan soñado abandono del odiado heredero de Chávez, o tal vez su huida por la puerta trasera de Miraflores. Ello no ocurrirá; deseos no empreñan realidades. Como respuesta oficial se instaló (al día siguiente) el Comando Antigolpe con las charreteras de lustrosos militares para que vean que el asunto se lo toman con seriedad. Una imagen difusa de amenaza para los que se atrevan a «romper el hilo constitucional».
Claro, no todos los partidos de la oposición son tan necios en seguirle haciéndole el favor al gobierno con sus errores. Por cierto, ¿y qué pasó con el Referendo Revocatorio? De eso nadie habla, no se menciona la soga en la casa del ahorcado. Decía que el gobernador Falcón decidió volver a insistir en que la oposición debe dejarse de tonterías y hacer política con P mayúscula, es decir, tomar decisiones que implique de verdad que el gobierno tiemble y no que produzca una sonrisa complaciente en la cara del Presidente Maduro, quien tuvo que hacer maromas para lucir enconado en el anuncio del Comando Antigolpe. Se le veía la alegría de pelear una batalla política que ya había ganado con solo el anuncio del diputado Borges, estrenando con otro dislate la presidencia en el Palacio Legislativo.
Pero, lo que es peor, sigue en ascenso el efecto apocalíptico que ya sufrimos los venezolanos: el país retrocede a pasos agigantados hacia un deterioro social, económico, moral y político que tiene contornos impredecibles. Miles de jóvenes (profesionales o no) ya han emprendido una fuga masiva de talentos que no tiene parangón en la historia reciente, tal vez tengamos que buscar situaciones similares en el siglo XIX, en medio de los diferentes holocaustos sangrientos que significaron las guerras de esa centuria que inició con una luminiscencia épica y terminó en medio de un laberinto que el país todavía no resuelve.
Por doquier vemos ciudades desoladas, engalanadas de basuras malolientes, de indigentes hurgando entre los deshechos de una minoría que sabe fabricar pañuelos cuando todos los demás lloramos. Calles solitarias en las noches, mal iluminadas, vedadas a los ciudadanos y escenario de los espacios que las bandas de criminales controlan o disputan. Urbes sin ciudadanía en espacios públicos, ciudades que están languideciendo.
Observamos ventas pantagruélicas de diversos alimentos sin control sanitario alguno, mercados negros que muestran sin rubor productos con precios de especulación y policías que cobran vacunas para que los bachaqueros hagan su agosto. Si observamos algún transporte público, vemos a los pasajeros al borde la muerte colgados de sus puertas.
Entonces, ¿qué nos depara este año? Solo sé una cosa: la cuerda tensa tiende a reventar. Este año 2017 será una prueba para la sabiduría de los venezolanos. Las encuestas de opinión lo dicen clarito: el 50 % del país no cree en el gobierno, pero tampoco en la oposición. Tal vez la tensión se libere creando un nuevo espacio político que estaría por nacer. Eso está por verse, sé que está ahí, esperando que algunos pueden tomar esa bandera y hacerla crecer por todo el país.
Nelson Suárez
aporrea.org