La República Popular China es, desde hace más de diez años, la segunda potencia económica del mundo, habiendo desplazado a Japón de ese puesto, que ocupó por décadas, y es también el primer exportador mundial
Pareciera que el candidato a nuevo secretario de Estado americano, Rex Tillerson, postulado por el presidente electo Donald Trump, ignora, a veces, la magnitud del contendor a quien le hace las advertencias, cuando en una audiencia de confirmación del cargo para Secretario de Estado en el Congreso de los Estados Unidos de América, amenazara con bloquear el acceso de China a las islas artificiales que este país construye en aguas en disputa en el mar del sur.
La República Popular China es, desde hace más de diez años, la segunda potencia económica del mundo, habiendo desplazado a Japón de ese puesto, que ocupó por décadas, y es también el primer exportador mundial, así como posee las reservas de cambio más elevadas del mundo y es el principal acreedor de los bonos de la deuda pública americana, con un mercado interno de mil trescientos millones (1.300.000.000) de habitantes y hace mucho que se posicionó como la segunda gran potencia militar del mundo, relegando a Rusia a un tercer puesto, al extremo que un informe de inteligencia publicado por Rand Corporation, un laboratorio de ideas norteamericano que forma a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de América en las materias de inteligencia y defensa, señala: “Los submarinos chinos representarían una amenaza creíble para los buques de superficie de Estados Unidos en un conflicto sobre Taiwán o el mar del Sur de China”.
China reivindica la soberanía del 90 % del mar de China Meridional, atravesado por importantes rutas marítimas y potencialmente rico en gas y otros recursos, pero mantiene contenciosos territoriales con Brunéi, Malasia, Filipinas y Vietnam, así como con Taiwán al respecto.
Como bien le respondieron las agencias estatales informativas chinas, “una confrontación militar tendría consecuencias devastadoras”, para la humanidad. Agregaría yo y la confrontación económica solo traerá ruina y perjuicios a la industria y al comercio global y al final “nadie saldrá vencedor”, como lo indicó el presidente chino.
Pareciera que hay que recordarles a los señores Trump y Tillerson que China es China, no se trata de Cuba.
Leonel Alfonso Ferrer