La continuidad del hambre se transforma en el peor de los sufrimientos y la más indignante de las muertes
Mañana seré asesinado. El gobierno con funcionarios inmorales en simbiosis con nefastas mafias cambiarias, financieras y empresariales, han conculcado nuestros derechos fundamentales de alimentación, cuando el mísero salario (para quienes tenemos trabajo) que ganamos, no es compatible con los precios de los escasos alimentos que podemos encontrar en abastos, supermercados, o en las redes de bachaqueros, (porque los llamados Clap en la praxis no existen, y si aparecen son para los panegíricos maduristas), razón por la cual debemos resignarnos a morir por desnutrición, es decir, también perderemos la vida, porque lentamente la continuidad del hambre se transforma en el peor de los sufrimientos y la más indignante de las muertes.
Mañana seré asesinado. Es evidente que al no tener ingresos porque hemos sido excluidos por un gobierno y una sociedad hipócrita, nos han obligado a buscar entre los restos de la basura cualquier hueso, pellejo o residuo de comida, que mitigue el chirreo del estómago o las lágrimas de nuestros hijos y familiares, todos trastornados por la necesidad de comer. Por ello duele mucho ver en mis semejantes que la vida se les transformó en un calvario de pesadillas, cuyo «hombre nuevo» nos prometió mejorar nuestra existencia, terminaron siendo las más atroces de las acciones humanas contra los venezolanos.
Mañana seré asesinado. Cuesta decir que aunque pudiera tener el dinero para costear el tratamiento que necesito para mitigar mis dolores, debido a la irresponsabilidad de unos insensibles en la cúpula del poder político, autodenominados «socialistas», prefieren pagar la deuda a los más ricos capitalistas del mundo, es decir, en vez de darle al pueblo con nuestras divisas por renta petrolera los medicamentos que necesitamos, nos condena a una muerte predecible como efecto de no poder combatir nuestras dolencias o problemas biológicos. Peor resulta que terminemos hospitalizados en un centro de «salud» pública, cuando a pesar de gendarme acción de médicos y enfermeras, poco ellos pueden hacer, cuando ni siquiera existe el mínimo material de uso quirúrgico, o las ansiadas medicinas para salvarnos de nuestras enfermedades, fracturas, heridas o alteraciones neurológicas, circulatorias, intestinales o respiratorias. Que lo sepa el país. Como millones de venezolanos necesito anticonvulsivos para poder garantizar mi vida, pero el gobierno los niega sistemáticamente, y al parecer existe un plan preconcebido para acabar con quienes padecemos semejantes complicaciones.
Mañana seré asesinado. Ya no hay nada que ocultar. Ante la impunidad que vive el país debido a un gobierno que perdió la única guerra que confrontamos diariamente en el país, es decir, la lucha contra la delincuencia, ora el hampa común, ora el hampa organizada, ora los pranes, ora las mafias de la corrupción, ora los grupos de contrabandistas, ora las guerrillas y paramilitares, ora los contubernios inmorales la política, y ora las bazofias jurídicas, estoy obligado a decir que irremediablemente cualquier venezolano seguirá perdiendo la vida en las calles, avenidas, o en sus sitios de trabajo o residencia, teniendo como dolientes solo a familiares y amigos, en virtud de que el Estado con su negligencia y complicidad se convirtió en el mejor aliado de los verdugos de la ciudadanía y población en general.
Que lo sepa el país. He recibido amenazas por parte de grupos colectivos y fanáticos maduristas, quienes por nuestras opiniones desde Aporrea y otros medios digitales impresos del país, me han condenado a morir sin que exista cuerpo policial o jurídico al cual realizar las denuncias correspondientes, porque al parecer solo son esperpentos judiciales en beneficio de malandros y asesinos. Maduro, los jefes de cuerpos de «seguridad» del Estado y sus secuaces tienen la palabra. A propósito de ser ciego, quien tenga ojos que vea.
Javier Antonio Vivas Santana
aporrea.org