Hace temporada la pieza teatral de José Ignacio Cabrujas en el Trasnocho Cultural
Gracias a la ficción dramatúrgica de José Ignacio Cabrujas, Carlos Gardel llega a Caracas el 11 de junio de 1935, conoce a la familia Ancízar en su casa, canta en el teatro Principal y sigue su destino. Sobre lo que pasó con este cantante y un pequeño grupo de cinco personas que lo tratan de palabra y obra es que el escritor pergeñó su fantástico texto El día que me quieras, uno de los grandes éxitos del teatro venezolano, estrenado en 1979.
La obra recibe su título de una de las canciones más conocidas de Gardel y es, justamente la visita a Venezuela del recordado cantante de tangos (entre el 25 de abril y el 23 de mayo de 1935), la excusa perfecta usada por Cabrujas para hacer una ficción y despertar de su letargo a esta sociedad sumida en la quietud y la pasividad. Ayer, como hoy, los cambios son mínimos y quizás tiene mayor vigencia que nunca.
Gardel, por azares del destino, viene a cantar en la diminuta y cálida cotidianidad de la Caracas de 1935, para deslumbrar, además, cual relámpago, las añejas rencillas familiares del hogar de los Ancízar, familia cuya única herencia es un apellido aristocrático que llena a los personajes de nostalgias que los mantienen alejados de la realidad que viven y padecen.
El mítico cantante se cruza en la ficción con el supuesto intelectual marxista Pío Miranda, uno de los personajes mejor logrados del universo cabrujiano, desbordadamente humano en sí mismo con su ansiado como postergado viaje a la -hoy desaparecida y entonces floreciente- Unión Soviética, con el camarada Stalin siempre a flor de labios y una década de estéril noviazgo con María Luisa Ancízar a cuestas.
Todas estas situaciones recreadas por la prolífica mente de Cabrujas nos hablan del fracaso del ser humano en su intento de mostrarse como algo que no es, además de reflejar el derrumbe de un sistema político, en este caso, el ortodoxo comunismo. Pareciera una obra escrita en la mañana de hoy, por su ácida vigencia, ha dicho Héctor Manrique (el director de la obra) en relación a los planteamientos de la obra, que en esta puesta en escena cuenta en su elenco con el primer actor Sócrates Serrano para interpretar al mayor mito de nuestra América, también conocido como el “Morocho del Abasto”.
El día que me quieras puede leerse como un melodrama de mujeres angustiadas en una Caracas sometida al poder tiránico del Benemérito y cuyas vidas son alteradas para siempre, porque Gardel las visita de improviso en su casa de La Pastora. Y ellas, además, descubren que el comunista Pío Miranda no lo es a conciencia, pero sí es un chulo, quien sin piedad ha engañado y además nunca ha tocado más allá de lo permitido, porque la biología no le funciona sino en esa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La temporada 2017 del Trasnocho Cultural comenzó este 20 de enero con El día que me quieras, según la versión escénica de Juan Carlos Gené, estrenada en la temporada 2005 del Ateneo de Caracas (plaza Morelos). Es la cuarta vez que la redirige Héctor Manrique, con la producción de Carolina Rincón; la puesta en escena cuenta con las actuaciones de Héctor Manrique como Pío Miranda, Martha Estrada encarna a María Luisa Ancízar y María Cristina Lozada es Elvira, Angélica Arteaga da vida a la virginal Matilde, Juan Vicente Pérez es Plácido Ancízar, Juan Carlos Ogando y Sócrates Serrano son Alfredo Lepera y Carlos Gardel, respectivamente.
Honestidad revolucionaria
¿Qué quiso predicar Cabrujas? Queda el espectador en la libertad de interpretar lo que le llegue desde la escena, pero es obvio que se trata de un discurso equilibrado entre la moral y la ética a la venezolana, donde se enseña que un verdadero revolucionario no es mentiroso jamás y lucha siempre por su ideología, porque está plenamente convencido de ella y no porque quiere medrar, y además no abusa de la buena fe de quienes lo aman o creen en él. Hay, por supuesto, otras lecturas posibles, pero todas tienen un denominador común: la honestidad de un revolucionario nunca jamás puede ser puesta en tela de juicio. Cabrujas sí creía en un proceso de necesarios y profundos cambios sociales, pero los mismos tenían que contar con hombres y mujeres convencidos. ¿Por qué Cabrujas metió a Gardel en esa diatriba contra los falsos revolucionarios? Algunos afirman que lo hizo para respetar el origen del cuento familiar que lo impulsó a pergeñar su sainete, otros apuntan que fue para derrumbar esos mitos de la farándula que sirven para adormecer a multitudes y hacerlas soñar en otros mundos supuestamente mejores. Sea lo que sea, la presencia de esa gran estrella latinoamericana es un viento fresco que anima a los personajes encerrados de esa casona de La Pastora, un teatro que prosigue convocando multitudes en esta Tierra de Gracia y donde se le exhiba. Vimos este espectáculo y debemos admitir que el público lo disfruta como nunca antes lo habíamos palpado, a sabiendas que se trabaja para él, quedó fascinado por la novedad que le llegó desde el escenario, ese lacerante anatema sobre la falsedad y la frustración disfrazadas con el oropel de la dictadura gomecista. Es importante que se haya exhibido en este crucial 2017. Además, las actuaciones de Sócrates, Angélica y Juan Vicente son maravillosas y les dan a sus personajes dimensiones y matices contemporáneos, al lado del sobrio Ogando, las señoriales Lozada y Estrada y el austero Manrique, crecido como nunca.
E.A. Moreno-Uribe
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